Cuán duro resulta que nos acostumbremos a ver muertos en las calles, feminicidios interminables, desapariciones forzadas o colgados en puentes viales. Cuando en un Estado la violencia se normaliza, el miedo y el horror comienzan a acomodarse en la vida cotidiana. Y entonces otras cosas atroces como la estrechez en los servicios de salud y ausencia de medicamentos, la erosión en la educación o la desaparición de programas de cultura (y su articulación con quienes la crean), parecen ya peccata minuta.
El recorte de 30% a cultura, por más que se niegue y se atribuya la reducción a la terminación del capricho Los Pinos, seguirá haciéndose sentir en el bolsillo de los artistas y agentes culturales a los que se convirtió en socios involuntarios de las acciones de las políticas públicas en el ramo. Amén de haberse reducido los montos en las percepciones por servicios profesionales entre 30 y 60% respecto a los primeros 18 años del siglo XXI, también se disminuyeron las posibilidades laborales de los profesionales del sector. Y a servicios profesionales me refiero al pago de cursos, talleres, actuaciones, etc. Los artistas y agentes culturales contratados por Secretaría de Cultura federal, hoy reciben menos dinero y trabajan menos en una economía donde pagar lo básico (alimentación, arriendo, servicios, salud, etc.) se ha elevado en por lo menos 25%.
La dignificación del trabajo de los artistas (sin los cuales no pueden llevarse a cabo las acciones culturales gubernamentales) no está apareciendo como una prioridad de la presidenta de la República, a pesar de que un equipo de trabajo de su propio partido en el Senado advirtió hace meses que están en “extrema vulnerabilidad”. De verdad urge un diálogo abierto con quienes llevan décadas llevando a cabo proyectos extraordinarios desde la sociedad civil organizada, a la cual le decretó inexistencia la gestión pasada. Decenas, si no centenares, de proyectos culturales han desaparecido ya, y siguen haciéndolo, uno tras otro.
CODA
Cultura sin artistas
Urgente es establecer los canales de comunicación que se rompieron entre gobierno y agentes culturales durante el sexenio pasado. La cultura sin artistas es tan impensable como la producción agrícola sin campesinos. El maltrato y la pauperización ya no son el camino.