Sergio Hernández. Oaxaca recibe a Mono-Ha

Edición Fin de Semana

Son 49 placas intervenidas de cobre y zinc, que son las matrices de los grabados que el artista oaxaqueño realizó durante los últimos 25 años se exponen desde hoy en Taller Sangfer

Sergio Hernández y su exposición Mono-Ha. / Cortesía
Ciudad de México /

La innovación es una constante en el trabajo de Sergio Hernández (Huajuapan de León, Oaxaca, 1957); el artista no cesa de experimentar con técnicas y materiales, el tiempo que dedica a la creación es inagotable.

Este sábado 13 de abril a las 12:00 horas, Hernández inaugura su más reciente exposición Mono-Ha, exploración de lo material, conformada por 49 obras, en el taller de Fernando Sandoval, ubicado en la calle de Hidalgo 1212, en el Centro de Oaxaca.

Con la autoridad que le da su sólida trayectoria, las aportaciones realizadas en estas décadas al arte universal, sus contribuciones altruistas a las comunidades oaxaqueñas, su lucha junto al artista y activista Francisco Toledo (1940-2019), por la injusticia y desigualdad, Sergio Hernández es una voz imprescindible de la cultura en México.

¿Qué opinión le merece la situación actual del país, desde el punto de vista cultural, social y político?

Es difícil entender el abandono en el que se ha dejado a la cultura como asunto público y el poco interés del gobierno en ella. El juicio estético de muchos de nuestros encargados culturales en estos años ha sido verse el ombligo o contemplar selfies en sus celulares. Esto duele más que en otros sexenios porque viene de personas que surgieron de elecciones democráticas y que se dicen sensibles, humanistas y progresistas. Claro, el abandono a la cultura es parte de otros abandonos peores, que parecen hundirnos cada vez más en la violencia, en el encono y en un mar de descalificaciones de unos contra otros.
Me parece casi un aviso sobrenatural y pasmoso que, en plena zona maya, los mexicanos tengamos un tren cuya construcción sigue cargada de dudas y sospechas; que destruyó parte de un ecosistema fundamental de selva tropical y que objetivamente sea un tren que se puede descarrilar a 10 kilómetros por hora.
Me identifico con quienes creen que podemos ser todavía, algún día, un país de ciudadanos y no de clientelas (caras o baratas) disputadas por políticos iluminados, de risa fácil, pocos escrúpulos y capacidades y ambiciones sin medida.
La efervescencia que se respira no es una fiesta democrática en un país de derechos, como sucedió con los españoles cuando salieron de la larga noche de la dictadura. Aquí nos seguimos hundiendo como sociedad nacional en un mar de descalificaciones y de exclusiones, mientras avanza la violencia y la criminalidad desbordada. El deterioro creciente de la educación y la salud pública y la destrucción de la naturaleza y el ambiente. Inquieta tener cada vez, no menos, sino más dudas sobre el futuro de México.
Estamos rodeados de gente que administra recursos públicos —federales, estatales o municipales— que ignora y le vale gorro la cultura. El juicio estético del funcionario o burócrata de la cultura es cuidar su autorretrato o sonreír bonito en una selfie. Es triste y grotesco ver que el principal aporte público a la cultura hecho por la secretaría del ramo, sea un puente de fierro en Chapultepec.

De cara a las próximas elecciones, ¿le gustaría un cambio?

Me gustaría despertar en un país de ciudadanos organizados y dispuestos a exigir resultados a sus gobernantes y capaces de mandarlos a volar en elecciones democráticas si no cumplen. ¿Cuánto nos falta para eso? Ojalá no sea demasiado tarde para seguir teniendo esa aspiración.
Obra de Sergio Hernández. / Cortesía estudio de Sergio Hernández

  

Cosechando éxitos

Sergio Hernández asegura que siempre ha estado en forma, por lo menos en los últimos 60 años. A lo largo de su vida, en un ir y venir, rescata buenos y malos instantes.

“Creo que estoy en el mejor momento, estoy muy contento de haber concluido una exposición que resume mi trabajo de 60 años, una gran exposición que duró varios meses en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, que significa para mí el resumen de mi vida. Le agradezco a la UNAM, a sus museógrafos, curadores y autoridades culturales, y especialmente al público, a los más de 38 mil 256 visitantes, les estoy muy agradecido por su interés en mi trabajo. Ahora con esta exposición gráfica Mono-Ha, exploración de lo material concluye un ciclo de vida de trabajo, como un creador, como una persona exitosa”.

¿Qué descubrirá el público de Sergio Hernández en esta exposición?

Una serie de placas intervenidas de cobre y zinc, que son las matrices de los grabados que realicé durante los últimos 25 años. Son más de 150 placas que estaban abandonadas, que abordan los diferentes temas que he trabajado y con las cuales experimenté la intervención directa. Son 49 obras en formatos pequeños, en placas de cobre y zinc, que fueron bañadas en oro de algunos quilates, y después intervenidas con colores que son muy importantes: mercurio (rojo cinabrio), azufre (blanco de plomo), cobalto lavado (azul), cadmio (amarillo) y un poco de negro aplicado con rodillo y después retirado con pincel o tarlatana, que es una tela para desentintar las placas y así poder reiniciar el proceso de grabado, pero con un sentido diferente al de la impresión, ya que se trata de intervención directa de la propia placa. Se trata de creaciones recientes, de placas reutilizadas en un proceso de los dos últimos años.

¿A qué obedece el título de la muestra?

En los años 60 en Japón surgió la revista Provoke, una respuesta crítica y una propuesta activa —estética, filosófica y política—, cuyo manifiesto en su primer número decía: “En este preciso instante, el lenguaje pierde sus referentes concretos —en otras palabras, su realidad— para flotar en el espacio. Como fotógrafos, debemos capturar con nuestra propia mirada los fragmentos de esta realidad que ya no puede ser aprehendida por el lenguaje y debemos producir activamente materiales visuales capaces de suscitar (un nuevo) lenguaje e ideas.
El concepto Mono-Ha (escuela de las cosas) que se puede traducir al español como “la objetividad de los objetos”, es la búsqueda del valor de los objetos reubicados en nuevos contextos sociales, mentales y conceptuales.
El grupo Provoke emerge como uno de los máximos exponentes de esta nueva “objetividad”, al cuestionar profundamente la forma en que los objetos han sido asimilados por la sociedad posmoderna.
Sergio Hernández, artista visual. / Cortesía estudio de Sergio Hernández

¿En dónde realizó estas obras?

Fueron hechas en Oaxaca en el taller de Fernando Sandoval, Taller Sangfer, en el cual hemos trabajado muchos artistas y creadores; durante los dos años de pandemia, realicé la serie Sueños y pesadillas, en la que tomé como referencia las fotografías de la revista Provoke.

¿Qué lo inspiró?

Surge de mi inquietud en mis viajes por Japón, y tiene que ver con esta serie de cuadernos y revistas de innovación que fueron realizadas en impresiones muy pobres, en blanco y negro, que es una especie de testimonio de la vida en la isla de Okinawa, de las bases militares norteamericanas y también de la vida en Jinbocho, lugares muy marginados durante la época de la posguerra. Creo que en el primer número de Provoke se rompe con una serie de imágenes, tratamientos técnicos de la fotografía; es muy importante para la gráfica. Como mis obras son gráficas, me inspiré en esta revista.

¿Qué hay de los colores utilizados?

Como en el nombre, Mono Ha, la escuela de las cosas, que es la escuela de los materiales y los procesos de estos mismos, que trata de la nada y el vacío —un concepto muy importante en la fotografía— lo que hice fue volver a retomar las placas con el color y aplicar lo mínimo del color, y que apliqué con gotas de colores y tratando de que apareciera un fantasma que es Buda.
Obra de Sergio Hernández.

El oro que ilumina

Nidia Rosales, curadora de la exposición, apunta: 

“En buena parte de la muestra, el oro ilumina los dibujos escarbados, resaltando su belleza y la carga altamente figurativa de las escenas. En otros casos, el rodillo y las tintas han ocultado los trazos anteriores, como sucede en la serie Budas, cuyas matrices pertenecían a los grabados de Pesadillas”.

Destaca que “a través de la exploración de los materiales y las técnicas pictóricas, Sergio Hernández resalta en Mono-ha la plasticidad de la imagen transmutada en objeto abierto a múltiples capas de significado y temporalidades, haciéndonos partícipes de otra clase de narrativa artística”.



evt

  • Leticia Sánchez Medel
  • letymedel@yahoo.com.mx
  • Reportera cultural, cursó la maestría en Periodismo Político, es autora de tres libros sobre la historia inédita del Cervantino.

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