“Si uno anda preocupado o deprimido no salen las figuras”

Artesanías. Jesús Martín Amador Cordero vive realizando figuras que vende en El Calvario, comunidad ubicada en el pueblo mágico de Huasca de Ocampo.

Jesús Martín Amador Cordero, artesano de Hidalgo. (Elizabeth Hernández)
Elizabeth Hernández
Ciudad de México /

Bajo su sombrero de paja, la mirada de Jesús Martín Amador Cordero solo se concentra en la vueltas continuas que da el torno que pedalea, y sus manos las desliza sobre el barro para darle forma, para crear las curvas y ondas de lo que será un pequeño jarrón, que al quedar listo, corta con un cuchillo desde donde está el fin de la pieza, de tajo y sin pensarlo lo pone sobre la mesa para que reciba el sol de forma directa.

Usa un cubrebocas, y platica que para hacer figuras de barro se requiere de concentración, de estar con el ánimo arriba, “porque si uno anda preocupado o deprimido, no salen las figuras”, explica.

Y lo vivió en carne propia, hace 15 años, cuando se separó de su esposa y “dejé de trabajar el barro, no podía”, pero su amor por esa mezcla de arcilla y agua en la que plasma la figura que ha creado en su mente, lo puso a flote, a pesar de que su vida giró igual que el torno y lo dejó sin ganas de hacer nada por un tiempo.

“He dejado de trabajar el barro cuando tuve problemas familiares, me deprimió mucho, me separé de mi esposa y me afectó, pero el barro me ayudó a salir adelante y ya estoy recuperado, ya tiene 15 años de ese mal momento”, platica, mientras oculta sus ojos azules bajo el ala de su sombrero.

Y es que, dice, el barro ha sido parte de su vida desde que nació ya que ha sido un oficio que ha subsistido por generaciones y “nací con el barro, del barro”, y fue a sus 12 años cuando realizó sus primeras figuras y con su venta, supo que sería su forma de subsistir, a pesar de una pandemia, porque también le ha afectado.

“Pues aumentó la venta cuando nombraron a Huasca como Pueblo Mágico, pero por la pandemia bajaron las ventas porque no nos dejan trabajar aún”, dice.

Pero este día salió con su mesa y torno, con su mezcla de arcilla para crear figuras de barro que oferta “con lo que sea su voluntad”, mientras las y los visitantes dejan billetes de 20 pesos o 50, y así se va llenando su canasto, pero las piezas siguen saliendo como arte de magia, del movimiento de sus manos, de su concentración y “así he ido subsistiendo”.

Dice que su taller, ubicado en la carretera a la altura de El Calvario, entrando a la Palma, se ubica su taller que lleva su nombre: “Amador”, y es ahí donde elabora piezas más elaboradas y en donde espera a sus clientes, en donde ve pasar la vida y disfruta de ver sus piezas después de hornearlas, su creación, así como su vida “porque ya no creo mucho en el amor”, pero sí cree en su trabajo y sobre todo “en el amor del barro, porque de aquí nací y es parte de mí, mi salvación”.

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