He imaginado que podríamos observar la naturaleza e intentar emular sus patrones para componer música, capturar en una serie armónica la complejidad de un paisaje boscoso, y a partir de la disposición de los árboles y la dispersión de los ramajes establecer la pauta melódica. Digamos que Bach, Beethoven o Wagner tomaron ese bosque como modelo para construir un camino sonoro, una ruta musical cuya perfección y belleza concentran ese poder mágico que nos da consuelo. ¿Estaría de acuerdo Sir Simon Rattle con tal proposición?
“Componer música es sumamente complejo”, insiste el músico británico (Liverpool, 1955) a la pregunta reiterada sobre este arte misterioso. En cada entrevista lo repite como un mantra, lo invoca como su verdad fundamental porque para el hombre involucrado con las dos más grandes orquestas del planeta —la Filarmónica de Berlín (BePhil) y la Orquesta Sinfónica de Londres (LSO)—, la música refleja mucho más que notas.
“No es lo que dice, sino lo que significa. Implica un viaje sin retorno, y gracias a Dios por eso. Se necesita traer en el organismo”, comentó durante la rueda de prensa celebrada en la Sala Nacional de Conciertos de Taipei con motivo de su cuarta gira por Taiwán con la BePhil, a finales de 2016. Una de las más avanzadas de Asia, la sociedad taiwanesa se distingue por ser amante de la música clásica. No es de extrañar que un público cercano a 40 mil personas haya ovacionado a Rattle con la misma euforia que a una estrella pop. “Ahora sé lo que Robbie Williams debió sentir”.
Musicalmente precoz, de niño aprendió a tocar piano y violín en el Liverpool College. Cumplidos los 16 completó un trienio de formación en la Royal Academy of Music de Londres. Tras graduarse ingresó al St. Anne’s College de Oxford, donde estudió un año Lengua y Literatura Inglesa. A los 11 años atendió el llamado que la vida parecía enviarle. Mientras asistía a un ciclo de conciertos de Mahler, la Segunda Sinfonía lo sumergió en un estado casi catatónico, que lo llevó a descubrir una realidad distinta. “Me dejó electrificado; por varios días sentí esa música tatuada en la piel. Sé que suena ridículo, pretencioso y exagerado, pero a partir de ese momento el color de las flores me pareció más brillante. Aquella noche dejé de ser el mismo. Esta es la razón por la que me convertí en director de orquesta”, relató a la BBC en julio de 2014, luego de recibir de manos de la reina Isabel de Inglaterra la medalla de la Orden del Mérito del Reino Unido.
Rattle puede hacer gala no solo de su talento, sino también de los títulos y galardones otorgados a lo largo de su carrera: Caballero de la Legión de Honor, Comendador de la Orden del Imperio Británico, Knight Bachelor, Cruz de Oficial de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania, Medalla de Oro de la Royal Phillarmonic Society, Premio Schiller de Mannheim, Premio Wolf en Arte y Premio Musical Léonie Sonnig.
Adquirió fama internacional en 1980, cuando empezó a dirigir (con apenas 25 años) la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, que convirtió en la mejor de Gran Bretaña y en poco tiempo colocó entre las mejores del mundo.
Hoy se declara afortunado de haber elegido “una de las profesiones más extraordinarias que existen”, con la salvedad de llevar implícito un lento proceso de maduración que obliga a hacer caso omiso a la autopercepción. No importa la idea de considerarnos muy viejos o muy jóvenes; con menos de 40 años se es todavía un joven director. “Alguien me dijo: los buenos directores empiezan a ser realmente buenos cuando llegan a los 65, y tú no eres la excepción, así que no te apresures. Por eso estoy esperando el arribo de los próximos años. No llevo prisa”.
A los directores noveles, ávidos de consejo, que se acercan a él a través de las redes sociales —como ocurrió durante su última aparición en el programa anual Live Lounge de la BePhil (transmitido recientemente vía online)—, los instruye con la máxima de Brahms, solía responder a sus alumnos de música cuando le preguntaban qué debían hacer para mejorar: practiquen todos los días al menos una hora y lean un buen libro. “Esto es algo que no olvido, porque lo que en realidad quería decirles era: ¡Vivan! Para los directores de orquesta, el mundo está en lo que hacemos. Leer de todo, caminar entre la naturaleza, hablar con la gente, observar imágenes, tener experiencias. Nada se desperdicia. El dolor vivido, las alegrías, todo va a la música. Vivan su mundo, vivan su existencia recordando que la música trata acerca de la vida, no al revés. Es maravilloso ser técnicamente preciso, pero lo que necesitan las orquestas es a un director que respire a través de la música”, infiere con mirada chispeante y emoción evidente.
Albor de un siglo
En 1987 dirigió por primera vez la BePhil, en calidad de director invitado. Eligió la Sinfonía 6 de Mahler. Los músicos quedaron tan impresionados con su destreza que lo invitaron otras 58 veces. Doce años más tarde, en 1999, fue elegido para suceder a Claudio Abbado, quien ese año anunció su retiro. Antes de aceptar, Rattle propuso hacer algunos cambios para asegurarse, entre otras cosas, de que los 128 integrantes de la orquesta recibieran un salario justo.
Dejó Inglaterra con un amargo sabor ante la actitud “inconcebible” de un gobierno renuente a brindar más apoyo a la cultura, especialmente a la música. Lanzó duras críticas contra los políticos, a quienes reclamó el raquítico presupuesto destinado a las artes y recriminó su escaso interés por la música clásica (para él, el brexit fue una decisión lamentable).
Gustoso, tomó en sus manos el destino de una agrupación famosa por lograr un sonido perfecto. El vasto repertorio clásico y romántico de la Filarmónica es lo que la ha mantenido a lo largo de un siglo en la cúspide de la música alemana, de modo que cuando los Berliner eligieron a un director de orquesta británico nadie se sintió más sorprendido que el propio Rattle, quien no estaba seguro de lo que querían, pero pudo percibir que deseaban incursionar en nuevos temas. Antes, era necesario redefinir la presencia de la orquesta en el umbral del siglo XXI.
Se estrenó oficialmente como director principal de la BePhil el 7 de septiembre de 2002. Para el concierto de inauguración dirigió la Sinfonía 5 de Mahler, el tema “Asyla” de su coterráneo Thomas Adès y una extraña pieza con sonido techno que dejó al público sorprendido. Rattle había lanzado una petición audaz a la Filarmónica: que a la par de Mahler abrazara también la música contemporánea. Y así ocurrió. En sucesivas temporadas interpretaron obras de John Williams: Indiana Jones–Raider’s March (sombrero incluido para los trompetistas), el tema de Star Wars, y el legendario Tom y Jerry de Scott Bradley. La innovación y la experimentación, típicas en Rattle, impregnaron la orquesta de una fresca esencia.
Durante más de doce años la alejó de su zona de confort para llevarla a explorar más ópera. Así, el programa fue alimentado con las Pasiones de Bach (Pasión según San Juan, Pasión según Mateo); Idilio de Sigfrido y Parsifal, de Wagner; Duke Bluebeard’s Castle, de Bartók; Le Grand Macabre, de Ligeti; y Tosca, de Puccini. Rattle, por su parte, trabajaba para hacerse entender en 28 idiomas.
Fuera de los ensayos permanece en su estudio varias horas, trabajando con partituras, pensando cómo cada disciplina artística se las ingenia para reproducir los elementos de la naturaleza, los cuales podemos apreciar en una pintura o encontrar descritos en un libro. Sin embargo, Rattle se pregunta cómo recrearlos a través de la música. Para la ópera El oro del Rhin, Wagner escribió lo que el director británico considera “un grandioso sonido de cuerdas que suena como fragmentos de nubes”. Es increíble, dice, porque en la composición todas las partes se cruzan entre sí, de manera que realmente nos llega la idea de las nubes.
Si alguien conoce el significado de plantar buenas semillas es Rattle. Desde su llegada a la BePhil impuso su presencia y los frutos comenzaron a darse: diseñó un novedoso programa educativo que acercó el género clásico a niños, jóvenes y a personas de todas las edades, colaboró para dar un importante impulso a la danza, y en 2009 creó el Digital Concert Hall, una sala de conciertos digital que cada temporada transmite la programación íntegra de la Filarmónica a través de Internet.
Su iniciativa más sobresaliente —quizá derivada de la mala experiencia con sus compatriotas— fue la transformación de la BePhil en una fundación pública autónoma. El objetivo era disolver la injerencia que el Senado de Berlín tenía sobre los asuntos internos de la orquesta. En su nuevo estatus de autónomos, los músicos comenzaron a regirse por lo que hoy suelen llamar una “democracia base”, es decir, solo ellos deciden lo que conviene o no a la orquesta y continúan organizando, sin intervenciones externas, su cónclave para elegir al músico que ocupe el “puesto más distinguido del mundo”.
El último verano
Rattle es considerado el director británico que conquistó al mundo, The Ultimate Classical Machine (la máquina clásica definitiva), y también el más atento al hecho de nunca convertirse en divo. Será recordado, sobre todo, por ser el director de la transición, el responsable de asumir la misión histórica de preparar a la Filarmónica para su ingreso a la era innovadora del siglo XXI.
No obstante, prefiere despojarse del ego y en su lugar vestir los ropajes de la humildad, la sencillez y la gratitud. A partir de este verano se le va a extrañar. Después de un maravilloso viaje de 16 años dirigiendo a los filarmónicos berlineses, decidió no renovar su contrato, establecido hasta 2020. Será difícil volver a trabajar con un director tan carismático, audaz, visionario, respetuoso, afable, accesible y casi amoroso, atributos reconocidos por colegas, músicos, entrevistadores, amigos y fans.
Hubo una ocasión en la que Rattle cruzaba una calle de Berlín y un taxista turco lo reconoció y le gritó: “¡Señor, Simon! ¡Señor, Simon!” Fue la mejor señal de que había logrado su cometido: transmitir el verdadero sentido de la música a la comunidad berlinesa. La Filarmónica se hizo parte importante de la ciudad.
El año pasado, la BePhil y otras dos orquestas se presentaron ante una audiencia de refugiados. Poco antes de iniciarse el concierto, el asistente de Rattle salió con un amigo sirio a mirar cómo se llenaba el auditorio. De pronto, un niño pequeño salió corriendo de entre la gente y fue a abrazar a ese amigo sirio. Resulta que ambos eran de Aleppo, habían vivido en la misma calle y ninguno sabía que el otro se encontraba en Berlín. Para Rattle, fue uno de los hechos más conmovedores de su vida.
Dirigió el concierto pensando en el significado de aquel encuentro y en todo lo que estas personas han padecido. “Lo recuerdo como uno de nuestros mejores públicos. Seguramente, la mayoría nunca había asistido a un concierto, pero todos estaban tan silenciosos y concentrados... La música tiene el poder de unirnos. Solo por eso la música debería ser una necesidad, no un lujo”.
La despedida ha sido larga, como suelen darse los procesos en el ámbito de la música clásica. Desde junio de 2016, cuando se dio a conocer el nombre del músico ruso Kirill Petrenko (1972) como sucesor de Rattle, comenzaron los preparativos para el relevo de dirección, procedimiento que toma alrededor de dos años. En su última conferencia de prensa (mayo de 2017), Rattle hizo un recuento de su experiencia con la BePhil y una serie de comentarios que lo ratifican como un director de espíritu progresivo. Confesó que se va con las ganas de haber dirigido la Tercera de Rachmaninoff, y que de todos los compositores su predilecto es Haydn.
“Si tuviera que dirigir solo a un compositor el resto de mi vida y una sola pieza, elegiría a Haydn y su obra La creación. A este autor, erróneamente subestimado, lo considero el mejor porque su música contiene todo lo que se requiere en términos de inteligencia, ingenio, humor, profundidad, pasión. Es de esos compositores raros, como Gershwin, capaces de escribir música con un ingenio y humor que pueden combinar con algo devastadoramente trágico o hilarante. Con ellos nunca se sabe; he ahí la magia”.
Como estrenos de la temporada 2017–2018 anunció Carnaval, de Dvořák, jamás interpretada por la orquesta. “¡No puedo creerlo! ¡Es la obertura más popular del siglo XIX!”, declaró admirado. Para el Concierto de Año Nuevo estrenó La edad de la ansiedad de Leonard Bernstein, y dos temas de este mismo compositor. “Encontramos dos piezas maravillosas y poco conocidas, una cantata llamada 1600 Pennsylvania Avenue, que es la dirección de la Casa Blanca, y Take Care of This House. Ambas parecen bastante oportunas, se ajustan muy bien a nuestro tiempo. No digo nada más. Nos estamos preparando para celebrar en 2018 el centenario de este magnífico compositor”.
Para su último concierto como director principal de la BePhil (20 de junio pasado) decidió volver a la Sinfonía 6 de Mahler, que dirigió cuando aún tenía el cabello oscuro. “La orquesta y yo hemos experimentado mucho con esta sinfonía y hoy vuelve a ser el tema que elijo para cerrar el círculo. Me siento muy contento de que se haya elegido a Petrenko para sucederme. No solo es un gran director de orquesta, sino también un hombre pensante. Me enteré de que incluirá la Sinfonía 4 de Franz Schmidt, una obra maestra igualmente poco conocida. ¡Me la ganó! La Filarmónica de Berlín es una de las joyas de nuestra cultura, y con ella los últimos años han sido un viaje inolvidable. Amar la música hasta la muerte es quizá uno de mis mayores defectos pero ha significado una manera encantadora de vivir”.
La BePhil abrió su temporada 2018–2019 el viernes 24 de agosto con Kirill Petrenko como director en jefe. Dirigió Don Juan op. 20 y Muerte y transfiguración op. 24 de Strauss y la Sinfonía 7 de Beethoven. El nombramiento oficial de Petrenko está previsto para el verano de 2019. Aunque Simon Rattle ha dicho que es tiempo de volver a casa, no andará lejos: el programa de este otoño lo incluye, de nuevo, como director invitado.