La literatura quiso que la joven que fue Socorro Venegas a los 26 años visitará a la escritora de 49 que es hoy para iluminar una historia común: el descenso a los infiernos por la pérdida repentina del ser amado, narrado en su obra más reciente, Ceniza Roja.
Esa Socorro joven “vino a contarme quién era yo” hace dos décadas, dice la autora, recién llegada de España, donde estuvo varias semanas para promocionar el libro que edita Páginas de Espuma e ilustra Gabriel Pacheco.
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La historia que protagonizó la joven Socorro –que viene del pasado– se escribió en forma de diario por prescripción médica; el psicoanalista que la atendía en el duelo por la muerte súbita de su primer esposo recomendó escribir sobre esa experiencia, pero no leer, así que el manuscrito se perdió años y apareció de pronto en una mudanza.
“Es importante hablar del dolor, compartirlo, hay un consuelo en eso”, asegura la editora nacida en San Luis Potosí, y agrega: “Este libro es el itinerario de una pena, pero también una reconciliación conmigo misma”.
¿Cómo se pacta una tregua con el pasado para que nos deje vivir en paz? ¿Qué cediste y qué obtuviste?
Es un pacto para sobrevivir, para abrazar la vida otra vez. El dolor de la pérdida no desaparece, pero con el tiempo aprendí a gestionarlo, a darle un lugar que no me impida darme cuenta de lo precioso que es vivir. Este libro es el itinerario de una pena, pero también una reconciliación conmigo misma.
¿Crees que la literatura tiene un poder sanador? ¿Hay alguien que pueda salvarse con las palabras?
El arte no existe para darnos esas respuestas, y sin embargo, estoy convencida de que nos salva. Sus mecanismos son sutiles, nos dejan ver la belleza conmovedora en donde no parecía haberla. Yo me he aferrado a las palabras en más de un naufragio, sobreviví a mi infancia gracias a que descubrí esos mundos paralelos de la literatura.
Luego de leer Ceniza roja uno solo quiere salir corriendo a buscar a la autora, abrazarla y llorar con ella. ¿Alguien se ha acercado contigo de esta forma?
Ha habido varios momentos en que lectores me han abrazado con sus palabras. No solo eso: han querido compartir conmigo sus historias, sus duelos. Me parece muy importante que cuestionemos esos mandatos sociales que confinan a los dolientes. Es importante hablar del dolor, compartirlo, hay un consuelo en eso. La mirada de un sobreviviente es hermosa.
¿Qué le dirías hoy a esa Socorro Venegas de 26 años que vivió esa experiencia de pérdida?
Es imposible no hablar de la epidemia de violencia que enfrentan las mujeres en México. ¿Qué estamos haciendo mal como país?
Se necesita que las políticas y protocolos de protección a mujeres sean efectivos, que no solo se decreten las medidas: hay que asegurarse de que quienes están a cargo comprendan cuál es su trabajo para que no las revictimicen. Sin embargo, considerar solo esto es llegar tarde al centro del problema. Lo esencial es que vivimos en una sociedad violenta hacia las mujeres, que refleja lo que ocurre en ambientes laborales, escolares y familiares. No solo hay que preguntarnos cómo estamos criando a los niños, sino cómo crecimos nosotros, reconocer el ambiente machista que normalizamos tanto tiempo. Adquirir esa conciencia es la única esperanza de que caminemos distinto.
¿Está listo México para una mujer en la Presidencia?
México es un país donde son asesinadas 10 mujeres a diario. Nos urge un gobierno que lo considere un problema.
DAG