Sonido La Changa, la historia del legendario sonidero mexicano

Conoce la historia de Ramón Rojo Villa, la mente maestra de Sonido La Changa: desde sus comienzos en Tepito hasta el día que conoció a Héctor Lavoe.

Ramón Rojo cuenta su historia sonidera. (Especial)
Ciudad de México /

Cuando Ramón Rojo Villa toma el micrófono, todos se preparan para gastar las suelas de sus zapatos y sudar, pues saben que se avecina una avalancha de sonidos cadenciosos a través del proyecto del que él es fundador y única cabeza: Sonido La Changa.

Legendario por sus años en activo y su impacto a nivel mundial, La Changa comenzó su aventura musical en 1968 dentro del barrio más bravo de la Ciudad de México: Tepito.

Nacido en el número 25 de la calle Caridad, Ramón pasó su infancia y adolescencia ayudando a sus tíos con "las compras que hacían de cosas usadas". Y fue en una tienda de discos que adquirieron en la calle de Argentina, Centro Histórico, donde descubrió su gusto por la música, sobre todo de la Sonora Matancera.

"Eso fue lo que me abrió las puertas para ser lo que soy, la colección de la Sonora, que este año, 2022, cumpliría 98 años de haberse fundado en la ciudad de Matanzas, Cuba", cuenta el experto sonidero en entrevista con MILENIO.

Foto: Facebook Ramón Rojo

"Gracias a esa colección me di a conocer en Tepito y empezamos a salir a la colonia Guerrero, Santa Julia, Malinche, hasta llegar a otros estados y luego viajar a los Estados Unidos", agrega.

Pero antes de las giras, los grandes escenarios y el reconocimiento de la gente, recuerda que debutó con "un sonido de bulbos, una trompeta, un bafle", y otro nombre: Aves del Trópico.

¿De dónde vino La Changa? De la radionovela Chucho el Roto, aquel personaje que robaba a los ricos para dárselos a los pobres: "Le ayudaban El Rorro y La Changa, y ahí agarré el apodo", cuenta orgulloso.

Acervo musical

Ramón añora esos tiempos en que “todo mundo bailaba, había clubs de baile, chicos que bailaban perfectamente bien la huaracha, la cumbia y el danzón”, pues ve con tristeza que en la actualidad el estilo llamado 'wepa' acapara las pistas de baile, “y no salen del mismo ritmo. A esa música le puse ‘Música de chiripiorcas’, porque todos bailan lo mismo”.

Aunque esta situación lo ha llevado a fijarse un reto personal: el de volver a empapar de “la verdadera música sonidera, la cubana, colombiana, puertorriqueña y neoyorquina” a las nuevas generaciones.

Para esta lucha, La Changa cuenta con un gran acervo musical, acrecentado en sus numerosos viajes: “Antes viajaba a Colombia. Pagaba un boleto de avión, ida y vuelta, e iba a los lugares donde había mercados a buscar discos de acetato de orquestas, de cantantes, de música tropical”.

“Después, con una visa de turista, iba a Nueva York a comprar música de salsa, y de ahí me pasaba a Miami donde le compraba a un coleccionista muchas novedades, cosas que en México todavía no se conocían, por ejemplo, Maelo Ruiz y Óscar D’León”.

Además, no pierde la conexión con bandas y cantantes; los proyectos nuevos le hacen llegar sus canciones, mientras que los consolidados no dejan de agradecerle por darlos a conocer en todos los barrios: “Mis ahijados, Los Ángeles Azules, me agradecen por ponerl sus discos de acetato. Poco a poco me fui dando a conocer con toda esa gente, todos esos amigos que ya son muy populares, yo los di a conocer. Y gente que se me acerca con el fin de darlos a conocer, por ejemplo, Súper Grupo Colombia o Son de Puebla”.

Viajes y conciertos memorables

Este 2022 puede darse la revancha de La Changa en Estados Unidos, luego de una experiencia previa que acabó con Ramón encerrado en una cárcel de Utah y vetado durante 10 años del país vecino (castigo que finalizó en 2020).

“Me llevaron con engaños, pero aprendí lo que era viajar, lo que era conocer a la gente, no confiar. Durante 10 años no pude ir porque la persona que me llevó no me quiso pagar las giras que hicimos y yo le exigía mi dinero, pero para no pagarme me puso el dedo con migración y me detuvieron, estuve casi un mes en una cárcel de Utah, me sacaron huellas y fotos como si fuera un delincuente”, rememora.

Aunque este viaje es el único que cuenta como mala experiencia, pues en otros lugares, por ejemplo, Portugal, todo ha sido grato.

“Fui a Portugal en 2014, era un museo, como un Chapultepec chiquito donde hubo un festival del dueño del museo. Me invitaron porque hubo cultura de todos los países y la novedad era llevar un sonidero a Portugal. Antes de que empezara estaba una sinfónica ahí tocando y estaba toda la gente sentada en el pasto. Cuando empiezo a tocar a La Sonora Dinamita, esa cosa se prendió, a todos hice bailar”.

A nivel local también tiene ubicados grandes momentos, uno es el Festival Vive Latino de 2014: “Yo veía banderas de Venezuela, Colombia, estaba lleno el lugar. En un momento empezó a llover y aproveché para poner la salsa Gotas de lluvia, de Grupo Niche, y como anillo al dedo ¡Querían otra! Pero quedé encantado, cosas que se guardan en el corazón”.

Conocer y ser ídolo

Aunque actualmente vive en Huehuetoca - “en cierto momento tenemos que buscar la comodidad tras haber trabajado por muchos años para vivir en paz con la familia” –, Ramón no olvida su barrio, Tepito, y cada que puede vuelve a él.

Tampoco olvida esas voces que hace años lo convencieron que se podía vivir de la música, por ejemplo el puertorriqueño Héctor Lavoe, a quien logró conocer.

“En los 80 había un lugar en el corazón de la Merced que se llamaba Deportivo Nader, y los patrocinadores de ese lugar eran Tiberio González, en paz descanse, director de Los Gatos Negros, y Porfirio Luna. Ambos traían artistas a ese deportivo, entre las calles Cruces y Regina, y un día trajeron a Héctor Lavoe ¡Qué bárbaro! Tuve la oportunidad de conocerlo en persona, se perdieron fotos con él, pero esa fue una noche inolvidable, estaba llenísimo el lugar. A partir de ese momento para mí ha sido el máximo ídolo”.

Foto: Facebook Ramón Rojo

Igual menciona a Gilberto Santa Rosa, Frankie Ruiz y Maelo Ruiz como modelos a seguir en la música.

Y sobre el hecho que ahora él es el ídolo de miles de personas, lo único que se atreve a decir es un consejo: “Hay que ser humildes, sencillos, portarse bien con el público. Nunca debe uno de despegar los pies. Yo voy en la calle, la gente me habla y fotos, autógrafos… eso es lo que tiene La Changa: humildad, que no se sube la fama a la cabeza. No olvidar las raíces, de qué manera sufrió uno, las desveladas, malpasadas, todo eso a mí no se me olvida. El público nos sube y nos baja”.

Por último, Ramón Rojo Villa viaja en el tiempo y recuerda que su mamá, chapada a la antigua, cuando lo veía con sus acetatos en la mano, le decía: “‘¿Qué estás haciendo? Ponte a estudiar, ahí qué vas a lograr con una bola de borrachos’. ¿Y dónde llegó su hijo? A ser el número uno de los sonideros”.


hc

  • Yair Hernández
  • juan.hernandez@milenio.com
  • Es periodista especializado en temas de cultura y entretenimiento. Actualmente trabaja como reportero para Milenio.

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