La soprano búlgara Sonya Yoncheva, una de las cantantes más queridas en los principales escenarios del mundo, volvió a la Metropolitan Opera House (MetOpera) en la actual temporada con dos personajes emblemáticos del repertorio: Cio-Cio San de Madama Butterfly y Maddalena di Coigny, de Andrea Chénier, cuya última función podrá verse en México en transmisión en vivo desde Nueva York.
“Andrea Chénier cuenta una historia muy cercana a nuestra época. Hay un momento en que Gérard dice: '¿Qué país es este que mata a sus poetas, a sus artistas?', y lo siento profundamente. Vivimos en un momento en el que esas palabras aún resuenan en ciertos países.
“Es muy conmovedor; a menudo se me saltan las lágrimas en el escenario. La historia combina el amor, el idealismo, el sacrificio y la violencia de la revolución de una manera que sigue siendo increíblemente relevante”, expresa Yoncheva en entrevista exclusiva con MILENIO en vísperas de la función de esta ópera ambientada en la Revolución Francesa e inspirada en el poeta Andrea Chénier.
El sábado 13 de diciembre la soprano cierra su temporada en la MetOpera con el título de Umberto Giordano en la producción clásica de 1996 de Nicolas Joël, que desde 2014 no se montaba en el escenario neoyorquino, con el tenor polaco Piotr Beczała en el rol epónimo y con quien compartió ahí en 2023 otra ópera de Giordano, Fedora, su anterior personaje también con una transmisión en vivo.
“Cuando interpreto Andrea Chénier, siento ese peso de la historia en el escenario: la mezcla de esperanza, caos, idealismo y tragedia”, comparte la soprano búlgara respecto a la Revolución Francesa.
Con elenco que incluye al barítono ruso Igor Golovatenko (Carlo Gérard) y a la sudafricana Siphokazi Molteno (Bersi), Yoncheva estrenó en la MetOpera el rol con el que debutó hace dos años en el Teatro alla Scala de Milán (donde Andrea Chénier tuvo su premier en 1896), en puesta en escena de Mario Martone, dirigida por Marco Armiliato, y que llevó a principios de 2025 en la Ópera Estatal de Viena.
Ganadora de Operalia 2010, Yoncheva debutó en México en noviembre de 2018 en la sala Nezahualcóyotl de la UNAM y en el teatro Bicentenario de León, con un programa de Puccini y Massenet, y ahora regresa en pantalla grande como la Maddalena de Andrea Chénier, que podrá verse en transmisión en vivo en el Auditorio Nacional, Conjunto Santander y otras salas, a partir de 12 horas.
“Estoy muy contenta de interpretar ahora a Maddalena di Coigny en la MetOpera”, dice emocionada Yoncheva, que confiesa que le encantaría volver a cantar en México, donde dice que la pasó genial y recuerda vívidamente la pasión del público por la ópera, aunque no tiene planes concretos para ello.
¿Qué distingue a Maddalena términos de personaje y en términos técnicos?
Maddalena es muy especial porque se mueve a través de un enorme rango emocional y vocal. Al principio, es una joven burguesa caprichosa, y su música tiene una cualidad juvenil y despreocupada. Por eso, siempre recuerdo mis primeros años, cuando cantaba papeles más ligeros, buscando esos matices juveniles. Técnicamente, Andrea Chénier es un verismo total, y exige todo de la voz: voz de pecho, luego cambios repentinos hacia el lirismo y la intimidad, e incluso gritos, como al final del tercer acto, cuando Giordano escribió en la partitura “gritando disperatamente”, “gritando desesperadamente” después de que Chénier fuera condenado a muerte. Maddalena tiene que gritar “¡Andrea! ¡Andrea!”. Mantener la intensidad hasta el final puede ser difícil, sobre todo porque estoy fuera del escenario durante largos tramos y debo entrar con toda mi potencia emocional y vocal.
¿Qué sello imprime a su Maddalena en esta producción de Nicolas Joël de la MetOpera?
Es muy tradicional y de una belleza excepcional, con escenografías a gran escala y un vestuario increíble. Para un papel como Maddalena, este tipo de puesta en escena permite que el mundo histórico que la rodea se exprese con gran claridad, y yo simplemente me sumerjo en él. Mi interpretación de Maddalena se mantiene prácticamente igual dondequiera que la interprete, porque su viaje emocional es tan fuerte y está tan claramente escrito en la partitura. Lo que cambia son los matices: los pequeños detalles que evolucionan cada noche según la energía, el ritmo y los compañeros en escena. En una producción tradicional, esos matices cobran aún más importancia, porque la atención se centra por completo en los personajes, sus relaciones y la música.
¿Cómo se siente en una ópera con tan alto contenido político y social como Andrea Chénier?
Es una historia muy actual, y eso la hace poderosa para interpretar. Siempre me conmueve la mezcla de la dimensión política y humana: la intensidad de la Revolución y cómo este período marcó la identidad del país durante siglos.
Para una mujer del siglo XXI, ¿cómo le resulta la frase que condena la lectura como origen de poblemas?
Cuando escucho esa frase hoy, me recuerda lo amenazante que la educación parecía en su día para quienes querían que la sociedad permaneciera tal como era. Y, en cierto modo, esto todavía nos dice algo importante: la educación y el acceso a las ideas realmente nos convierten en ciudadanos más conscientes y activos. La educación y la cultura son esenciales para una sociedad mejor. La lectura y el conocimiento nos abren la mente, nos ayudan a comprender nuestro mundo interior y nos conectan con los demás. Así que, cuando la Condesa culpa a la lectura de "arruinar" a Gérard, demuestra el verdadero poder de la educación y por qué sigue siendo tan importante hoy en día.
¿Cómo valora hoy el sacrificio de La mulatta Bersi por Maddalena?
En el aria “La mamma morta”, Maddalena revela algo muy conmovedor: que Bersi incluso vendió su cuerpo para protegerla y ayudarla a sobrevivir tras perder a su madre, su hogar y todo lo que tenía. Antes de que Maddalena se reencuentre con Chénier, Bersi es la única persona que aún se preocupa por ella, y este amor la sostiene en un momento en que ya no le queda nada. El sacrificio de Bersi demuestra la profundidad de su lealtad y afecto, y explica por qué sigue siendo un pilar emocional tan importante para Maddalena.
¿Qué destaca de la música de Giordano en función de la orquesta, que estará a cargo de Daniele Rustioni?
Giordano fue un artista que siempre se cuestionaba a sí mismo, siempre buscaba su identidad en su escritura. En Chénier, de alguna manera, la encontró, en esta escritura increíblemente compacta e intensa, para cada voz y para la orquesta. Es una locura lo que escribió; la escritura orquestal es inmensa, y las líneas vocales requieren un enorme rango emocional y técnico. Esa intensidad es lo que hace que su música sea tan especial.
¿Qué emoción queda después de cantar “La mamma morta...”?
En esa aria, Maddalena quiere compartir todo lo que ha vivido: perder a su madre, perderlo todo, descubrir el amor y creer en él. El aria evoluciona desde frases íntimas, casi orales, hasta una explosión donde el compositor exige toda la capacidad de su voz. Es tan, tan fuerte. Cada frase debe ser digerida, tanto por mí como por el público. A veces oigo al público contener la respiración conmigo; parece que comparten la emoción de Maddalena y me apoyan a lo largo de esta pieza, lo cual es una sensación increíble.
¿Qué sentimiento le despierta a usted como artista, Carlo Gérard y su amor por Maddalena?
Me gusta llamar a Gérard el “buen Scarpia”. La desea con la misma determinación que el personaje de Tosca, casi como un animal enjaulado esperándola. Pero luego cambia por completo al darse cuenta de lo pura y amorosa que es Maddalena. Deja de ser un depredador y se convierte en su amigo. Es muy hermoso retratar esa transformación, porque muestra la profundidad del carácter de Maddalena y la humanidad de Gérard.
¿Cómo ha sido trabajar ambos con ese mismo compositor, con un protagónico epónimo femenino y otro masculino?
Piotr y yo hemos recorrido un largo camino juntos: desde Roméo et Juliette, Fausto y La Bohème hasta Tosca, Fedora y ahora Andrea Chénier. Tenemos muy buena química en el escenario y nos conocemos desde hace muchos años. A ambos nos gusta vivir la música al máximo, especialmente en el verismo, por lo que existe una conexión dramática natural. Y hay confianza. Con un compañero en quien confías, puedes arriesgarte. Volver a trabajar juntos en el mundo de Giordano se siente muy natural porque nuestras voces y nuestros instintos dramáticos se fusionan de forma muy natural.
¿Andrea Chénier encarna el amor para Maddalena o la libertad o la igualdad o la fraternidad?
Para Maddalena, Chénier encarna el amor, sin duda. En esa primera improvisación (de poesía en el acto I, cuando se conocen), le dice palabras que le llegan al corazón, y ese momento la abre por completo. De repente, ve a alguien audaz, carismático, inteligente, hablando de su país, de amor, de valores. Se convierte en un punto de inflexión para ella. Y al final, preferiría morir con él que vivir separada de él: es la prueba definitiva de su amor y muestra la fuerza de su devoción.
¿Cómo se siente de volver a ser vista en todo el mundo en una transmisión en vivo?
Las transmisiones en vivo en HD llegan a un público enorme en diversas zonas horarias y realmente expanden la presencia global de la ópera, algo fundamental. Para un cantante, cada actuación es un momento único e irrepetible. Las transmisiones en vivo en HD capturan ese momento y lo comparten con personas que quizás nunca vengan a Nueva York. Así que es una gran responsabilidad y un regalo, porque dentro de muchos años la gente vivirá así mi Maddalena, mi Fedora; estas versiones formarán parte de su recuerdo de mí.
¿Qué encarna para Sonya Yoncheva la Revolución Francesa?
Es uno de los grandes puntos de inflexión de la historia de la humanidad. Marcó un momento en el que las ideas sobre la libertad, la igualdad, la ciudadanía y el valor del individuo comenzaron a transformar el mundo moderno. Incluso mucho más allá de Francia, influyó en la forma en que las sociedades conciben la justicia, el papel del pueblo y la responsabilidad de los gobiernos. Cuando interpreto Andrea Chénier, siento ese peso de la historia en el escenario: la mezcla de esperanza, caos, idealismo y tragedia. La Revolución creó ideales que aún hoy debatimos, defendemos y reinterpretamos.
MGR