También de esto vive el cine nacional

Hombre de celuloide

Roma ha conseguido diez nominaciones al Oscar. Un logro si se considera que se habla en mexicano. Y aún hay quien la rumia preguntando: ¿qué tiene? Pues todo aquello que no tiene Mirreyes vs. Godínez, obra de la que, sin embargo, tambié

La película parte de la sabia premisa de que más vale dar la vida de nuevo que resucitar a un muerto
Fernando Zamora
Ciudad de México /

@fernandovzamora



Roma ha conseguido diez nominaciones al Oscar. Un logro si se considera que se habla en mexicano. Y aún hay quien la rumia preguntando: ¿qué tiene? Pues todo aquello que no tiene Mirreyes vs. Godínez, obra de la que, sin embargo, también hay que meditar. Para empezar, Chava Cartas construye situaciones hilarantes sin apoyarse en un histrionismo vulgar: hace montajes, eso que, se sabe, es el corazón del arte fílmico. Recientemente hizo Inquilinos, una historia gótico-tapatía que goza de la misma gracia de esta entrega: atrapa el apetito del goloso como el cocinero de comida rápida que no engaña y da lo que el cinéfilo tragón está esperando: cero nutrición y harto colesterol.

Mirreyes vs. Godínez no es una buena película. Hay que mantenerse lejos de ella si uno quiere que reviva Luis Buñuel. De intelectual no hay aquí nada. Tiene en cambio a un productor con años de búsqueda. En 2001, Francisco González Compeán pedía por todas partes una película de futbol. Lo único que consiguió fue el patetismo de Atlético San Pancho. Seducido con la posibilidad de reconstruir Toluca en clave Mad Max produjo una historia que giraba en torno al juego de canicas. Zurdo, en 2003, también fue un hito pues a muchos nos quitó la esperanza en el futuro del cine mexicano. Además, era tan cara que desmoronó a la industria con pretensiones y lujos que ni siquiera un cine sólido se hubiese podido dar. Aquel año la industria del cine mexicano estuvo a punto de colapsar. Pero aparecieron los estímulos fiscales y se comenzó a filmar. Todo hace suponer que mientras estos estímulos se mantengan al margen de la corrupción de Hacienda seguirán apareciendo nuevos artistas.

Al mismo tiempo, quienes lucharon contra un Imcine que en aquel tiempo era corrupto hasta la médula se están consagrando en Hollywood y quienes toda la vida talachearon en este país siguen produciendo cine como Mirreyes vs. Godínez, que hace reír a las masas sin llenarles la cabeza de demasiada estupidez. Ideada por el mismo González Compeán, la película parte de la sabia premisa de que más vale dar la vida de nuevo que resucitar a un muerto. Procurando hilar una historia con todo el estilo del éxito económico de Nosotros los Nobles, consigue que el mexicano se ría de sí mismo sin sentir vergüenza y, lo más importante, sin caer en la “crítica social”, esa que contaminó el cine de la década de 1970.

Los empresarios no tienen por qué ser malos y trabajando con su gente pueden sacar adelante a un país. Si se quiere, esta es la moraleja de la película. Ni Santi, el niño rico, ni Genaro, el chico trabajador, están aquí para denunciar absolutamente nada. Son estereotipos pero, metidos en un concurso que busca revivir la industria mexicana amenazada por los chinos, los autores tratan al personaje del rico igual que al del trabajador: con un respeto que nunca han tenido cómicos como Derbez, que se burlan de lo peor de los pobres y estigmatizan a los ricos. Cartas tiene gracia para esta clase de humor y no es un aspirante a la Nouvelle Vague como tantos jóvenes que afortunadamente pueden filmar pero que no han terminado de digerir a Godard. Mirreyes vs. Godínez es una película de la que todo amante del cine de arte tiene que mantenerse lejos. Aun así ofrece a la industria la buena nueva de que Francisco González Compeán encontró la película que estaba buscando desde hace casi 20 años. Y hay en ella amor, éxito comercial y futbol.


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