México estuvo convulsionado en las primeras décadas del siglo XX, como consecuencia de la respuesta de Francisco I. Madero al empecinamiento de Porfirio Díaz de seguir en el poder, cuando ya había declarado que declinaba ser candidato a la presidencia del país en 1910.
"Esa decisión causó grandes daños porque dio lugar a un movimiento llamado revolucionario, para tomar el poder por las armas, según el Plan de San Luis", recuerda el historiador Roberto Guzmán Quintero.
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Comenta que Díaz, derrotado fácilmente en la batalla de Ciudad Juárez, se despidió de México a fines de mayo de 1911, “pero continuaron las estructuras militares, burocráticas y legislativas, por lo que se frustró el concepto revolución, que tiene una connotación política: el cambio radical”.
El sur de Tamaulipas no sufrió directamente las consecuencias, sino hasta que tomó el poder de manera alevosa el general Victoriano Huerta, victimando a Madero que ya había renunciado a la presidencia en febrero de 1913.
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Refiere el escritor que, como suele suceder en el mundo político, las personas se acomodan y adaptan al cambio, "así sea inmoral, con tal de no perder sus privilegios, cargos y emolumentos".
Afirma que fue el caso de los gobernadores de Tamaulipas en ese momento, José C. Mainero y Antonio Rábago; por el contrario, los de Chihuahua y Coahuila desconocieron a Huerta.
"El de Coahuila tomó la bandera de la rebelión: Venustiano Carranza, que se rodeó de personas pundonorosas para firmar el Plan de Guadalupe y combatir con las armas al general y al ejército que lo sostenía".
Relata que el general huertista Ignacio Morelos Zaragoza tomó la plaza de Tampico y la convirtió en sede de la gubernatura en noviembre de 1913.
“Cuando la rebelión del Constitucionalismo avanzó al tomar las plazas estratégicas del noreste bajo las órdenes del general Pablo González, su subordinado el general Cesáreo Castro se acercaba por la vía férrea a la toma del puerto, apoderándose del cerro de Andonegui, mientras que otro cuerpo del ejército que tuvo base en Magiscatzin, avanzaba a pie por la ahora avenida Hidalgo”.
Cuando el general Morelos no pudo sostener la plaza, optó por abandonarla el 13 de mayo de 1914, abordando los trenes y dejando a la deriva dos buques de guerra.
Los maquinistas simpatizantes del movimiento carrancista, optaron por no presentarse a mover las locomotoras, por lo que se habilitó a varios soldados para la conducción, que no avanzó más allá de El Ébano, porque el general huasteco Manuel C. Lárraga les bloqueó las vías.
"Después de estos acontecimientos en los cuales los tampiqueños fueron solamente asustadizos espectadores, no se presentó otro incidente bélico directo, sino hasta que el general Francisco Villa rompió con el ya líder triunfador Venustiano Carranza a fines de 1914, y nuevamente Tampico fue un objetivo de guerra al ordenarse su toma por ser punto estratégico en economía y dominarse desde aquí la región noreste y los puertos del Golfo de México”.
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Guzmán Quintero apunta que la acometida villista fue frenada en El Ébano por las fuerzas carrancistas al mando del general Jacinto B. Treviño, que bien atrincherado desde principios de 1915, frustró el avance sobre el puerto, desistiendo en mayo de ese año.
"En Tampico estaba ubicado un cuerpo del ejército para el caso de que los villistas rompieran el cerco de Ébano, pero no fue el caso, por lo que las derrotas de Villa en los combates de León y Celaya, acabaron con la aventura de ese guerrillero que desafío a Carranza".
“El periodista Luis Bustamante escribía que mientras en los campos de Ébano se luchaba durante 72 días, con muertos y heridos todos los días, en la plaza De la Libertad los varones daban la vuelta por la noche al cruzarse con las jóvenes, y abrían un combate… de flores“.
El conflicto con Estados Unidos
Durante la Revolución, Victoriano Huerta, autoproclamado presidente, luchaba por mantener su poder y territorio intactos a pesar de las incursiones de Emiliano Zapata en el sur y el rápido avance de la oposición constitucionalista de Venustiano Carranza en el norte.
El 26 de marzo de 1914, las fuerzas de Carranza se encontraban a 15 kilómetros del próspero pueblo petrolero de Tampico. Debido a las grandes inversiones de las compañías petroleras estadounidenses en la industria de la zona, había una considerable cantidad de ciudadanos de aquel país.
Varios barcos de guerra bajo órdenes del comandante Henry T. Mayo, se trasladaron al área para protegerlos. Mientras Tampico permanecía bajo asedio constitucionalista, las relaciones entre las fuerzas estadounidenses y la guarnición federal de Huerta fueron amistosas.
El 9 de abril de 1914, el comandante del USS Dolphin, fondeado en el muelle fiscal del puerto de Tampico, acordó la compra de combustible a un comerciante alemán que tenía su almacén en el Canal de la Cortadura, a unos 100 metros al sureste del Fuerte Iturbide, enviando por la gasolina a unos marinos.
Cuando estos hacían la carga, fueron detenidos por soldados federales, por haber entrado a una zona de guerra cuyo acceso había quedado restringido debido a los encuentros que habían ocurrido recientemente con los rebeldes revolucionarios.
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El general Morelos Zaragoza, ordenó que se les pusiera en libertad, tras haber ya recibido enérgicas protestas del Almirante Henry T. Mayo y de Clarence Miller, el cónsul de los Estados Unidos en Tampico.
El Almirante exigió la libertad de sus marinos y que, en desagravio, las autoridades mexicanas rindieran honores a la bandera de Estados Unidos, izándola en el puerto de Tampico con 21 cañonazos, para lo cual se fijó un plazo de 24 horas. Morelos respondió que estaría de acuerdo, siempre y cuando los barcos norteamericanos también dispararan 21 cañonazos cuando fuera izada la bandera de México, a lo que no accedió Mayo.
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Cumplido el plazo, Zaragoza fue visitado por el comandante del USS Chester, W.A. Moffet, quien le entregó un sobre con un ultimátum al gobierno de México, otorgando ahora un plazo de 12 horas.
El investigador Roberto Guzmán Quintero, apunta que durante la Revolución mexicana, las ciudades más prósperas del país sufrieron una contracción económica, sin embargo, esto no fue así en el Golfo de México.
Y es que los campamentos alrededor de los pozos petroleros vivieron un auge económico inédito y el puerto se convirtió en una ciudad próspera donde los negocios florecían.
“La guerra no llegó a las calles, por la amenaza de la intervención armada por parte de Estados Unidos, quien estacionó por varios años sus barcos de guerra frente al puerto”, puntualiza.