La idea de ser piloto nació desde niño, cuando todos los días pasaban los aviones por su casa. Él vivía en la colonia Unidad Nacional en Ciudad Madero y justo por donde jugaba a ser piloto, veía las aeronaves que llegaban y salían del aeropuerto.
“Siempre me gustaron mucho, desde muy pequeño quise ser piloto, mi sueño también era ser astronauta”, dice Jorge Hernández Garibaldi, quien logró hacer realidad su sueño de pilotear un avión y se convirtió en capitán piloto aviador de la Fuerza Aérea Mexicana.
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Para lograrlo tuvo que dejar Ciudad Madero, su casa en la Unidad Nacional y luchar por sus sueños. Terminó la escuela secundaria en la urbe petrolera y junto con su familia se mudaron a Puebla, donde cursó el bachillerato y después comenzó a prepararse para ser aceptado en el Colegio del Aire.
“La decisión ya estaba tomada, supe que era lo mejor que podía aportar al país, el ser piloto, y sin duda las fuerzas mexicanas es donde preparan muy bien a los pilotos en México”.
Recordó que en ese entonces eran 9 mil 500 aspirantes de diferentes estados de la República Mexicana, para cubrir 250 plazas, también concursó para entrar a la Universidad a estudiar ingeniería, jugaba fútbol y estaba en ese plan de hacer trayectoria, cuando le llegó el alta para la Fuerza Aérea Mexicana.
“Estuve en un internado militar muy disciplinado y salíamos solo los fines de semana, cuando yo empecé a volar en el segundo año, fue en un avión que es abierto, un biplano y la primera vez que volé con el instructor, tuve mucho miedo y pensé que esto no era para mí, fue algo muy impresionante porque no es lo mismo subirse de pasajero que ir al mando de la aeronave.
Fue un gran impacto en mi vida, porque en el primer vuelo se hacían acrobacias, que son varias vueltas invertidas en el aire y yo dije ¡no voy a poder jamás!, pero lo logré, cuando bajé me di cuenta que era algo muy común, todos los compañeros nos podemos poner nerviosos; la segunda oportunidad de vuelo ya fue mucho más placentera y fue entonces como seguí volando, ha sido la experiencia más grande de toda mi vida”.
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Explicó que cuando se logra el primer vuelo, solo les dan una media ala, que se porta durante las clases en la carrera, y al graduarse reciben las anheladas alas completas, que representan un logro y un orgullo por haber pasado todos filtros y la disciplina en el Colegio, donde todo es muy estricto, desde levantarse muy temprano, hacer honores a la bandera, desayunar a las 5 de la mañana, respeto a los superiores, y tratan de hacer del piloto una persona muy correcta en todos los sentidos, hasta para comer y sentarse con gallardía
Ya como piloto aviador, participó en varios escuadrones por la República Mexicana y después de seis años regresó a Zapopan Jalisco como instructor de vuelo durante siete años y ahora le tocó a él enseñar a volar. Después se trasladó a Monterrey para volar en operaciones contra el narcotráfico.
“La Fuerza Aérea Mexicana es una institución bien cimentada donde los pilotos se entrenan muy bien y se ha profesionalizado el grado de precisión que debe tener un piloto militar, he tenido la oportunidad de estar en otras escuelas civiles, pilotear un avión artillado con armamento, es algo muy muy exigente”.
Comenta que volar aeronaves militares y artilladas es una gran experiencia y muy satisfactorio el ser parte de operaciones militares estratégicas y tácticas como también el apoyar a la población civil en caso de desastres naturales. Pertenece a la generación 1989- 1992, así que cumplirá 30 años de ser piloto graduado. En agosto próximo en el Colegio del Aire, se efectuará una ceremonia militar donde se le reconocerá.
ICGC