Todos tenemos un cacho de Hamlet: Irene Azuela

La actriz considera que hay que acercarse sin tanta solemnidad al personaje de Shakespeare, ya que, a su a su juicio, hay que tomarlo con gozo y juego.

Se presenta hasta este domingo 1 de mayo en el teatro Milán. (Foto: Especial)
José Juan de Ávila
Ciudad de México /

Irene Azuela (Londres, 1979) entró en marzo y abril al selecto elenco de actrices que han interpretado desde hace poco más de un siglo al trágico príncipe de Dinamarca de William Shakespeare, que incluye a Sarah Bernhard, en Londres, en 1899, hasta la también mexicana Julieta Egurrola, en 2019, pasando por las catalanas Margarita Xirgu, en 1938, en Buenos Aires, y Nuria Espert, la primera en España en 1960, y la polaca Teresa Budzisz-Krzyzanowska, en el montaje de Andrej Wajda en Madrid, en 1990.

Pero su Hamlet es diferente, es mujer, no un personaje travestido de hombre como los de sus antecesoras. Más radical todavía, su Hamlet es lesbiana (igual que su Ofelia), en la producción de Óscar Uriel que se presenta hasta este domingo 1 de mayo en el teatro Milán, con la adaptación y dirección de Angélica Rogel, con Mauricio García Lozano, Naián González Norvind (o Assira Abbate), David Gaitán, Emma Dibb, Miguel Santa Rita, Alfonso Borbolla, Alejandro Morales y Tamara Vallarta.

“Cuando Óscar Uriel me llamó para proponerme hacer Hamlet, le contesté que ya no estaba en edad para hacer Ofelia. Y él me respondió: ‘No, no quiero que hagas Ofelia, quiero que hagas a Hamlet”, cuenta la actriz ganadora de dos Arieles, que vio por primera vez en escena la tragedia en el Barbican Center, cuando estudiaba teatro clásico en Londres, donde nació, interpretado por el actor Sam West.

“Sentí que se me venía encima una montaña, pero dije que sí; iba a ser un reto enorme, que bien valía la pena”, agrega en entrevista Azuela, que también estrena este año su serie en Netflix Belascoarán y que ha participado en montajes clásicos como La gaviota, de Anton Chéjov, o Salomé, de Oscar Wilde.

“Hamlet es tantas cosas que es difícil pensar en una sola de ellas. Durante la preparación del personaje vi todas las películas, busqué en internet quién lo había hecho y qué se decía de Hamlet y de pronto me sentí abrumada por tanta información del personaje. Y entonces me dije que me tocaba acercarme a este Hamlet desde quien soy yo y desde el lugar en que estamos viviendo”, señala la actriz en referencia también a que el montaje de Rogel se ambienta en el siglo XXI, con una familia empresarial decadente.

La puesta en escena en el Milán (Lucerna 64, Juárez), de poco más de dos horas y que después de terminar su temporada en Ciudad de México se va a teatros de los estados; es “una síntesis” se limita al ámbito familiar y no es la obra completa de Shakespeare, que en tiempo normal dura casi cinco horas.

“Esa fue la elección que hice: quién es Hamlet en 2022 y quién es Hamlet siendo mujer”, agrega la actriz de cine, teatro y televisión, para quien el personaje nunca se acabará de entender y su papel fue “un viaje emocional”.

—Nietzsche decía que la tragedia de Hamlet es que sabe demasiado. ¿Cuál es para usted la tragedia de Hamlet?

Sabe demasiado y no, porque Hamlet al final es un joven, que si bien es estudioso y de una capacidad racional muy puntual, pues también es un joven acostumbrado a que le hagan todo, si lo ponemos en 2022 pertenece a una familia bien, que tiene una empresa, nunca ha trabajado en su vida, se la ha pasado muy bien. No entiende en términos de obligación qué es lo que tiene que hacer antes de la información que le da el fantasma de su padre. Su tragedia radica en no poder decidir en eso, cuando se pone a pensar si le hace caso a un fantasma o deja que las cosas sucedan de manera natural; es una pregunta súper genuina, porque, por más inteligente que sea Hamlet, fue un fantasma el que se le acercó, y hacerle caso a un fantasma pues no sé si tenga que ver con una persona muy inteligente. Sus cuestionamientos son tan válidos en una parte como la contraparte. Creo que ahí radica la tragedia.

—Me llama la atención que hable de “un joven” cuando es una joven, usted, quien lo interpreta.

Eso es algo que nos pasó a lo largo de toda la preparación, todo el tiempo hablamos de Hamlet de manera masculina, nos costaba muchísimo trabajo hacer el cambio, a mí misma me costó muchísimo. Cuando hablo del drama, del libro es en masculino, pero en nuestra obra te voy a hablar en femenino porque ahí está puesta toda mi experiencia. Pero sin duda sí ha sido, no bache, pero sí un escalón con el que nos topamos todos y nos preguntamos cómo era posible que no podamos hacer ese cambio, aun cuando históricamente muchísimas mujeres ya han actuado el personaje.

—Pero su Hamlet es todavía más radical, todas las actrices que lo han interpretado, incluyendo Egurrola, son Hamlet travestidos, como se dice en ópera, pero el suyo es una mujer, que se asume como mujer y que ama a otra mujer, Ofelia, que también la ama, contrario al Hamlet misógino.

Hay que hablar de eso. La obra es muy misógina, tiene varias frases que son muy cuestionables hoy en día, pero no por eso vamos a cancelar a Shakespeare ni a vamos a dejar de hacer Hamlet. Se escribió en una época distinta, pero sí tiene un par de diálogos muy durísimos. Por ejemplo, uno de los textos que más nos llamaban la atención es el de la fragilidad. En la obra original dice: “Fragilidad, tu nombre es mujer”. Pero nosotros en la obra lo presentamos como pregunta: “Fragilidad, ¿quién te dio nombre de mujer”, cuando Hamlet cuestiona a Gertrudis por casarse con su tío a dos meses de muerto el padre.

Y fue muy interesante esa discusión y, aunque no lleguemos a conclusiones contundentes, esa pregunta está ahí y eso es lo importante de llevar un texto clásico a escena hoy en día. Si no te haces esas preguntas y el texto no te invita a esa discusión, entonces no vale la pena poner la obra.

—Preguntaron a Nuria Espert si sentía en su Hamlet hombre o mujer. Ella respondió: “Ni hombre ni mujer, me siento una idea y un problema”. ¿Usted cómo se sintió?

¿Sabes? Esto que me estás compartiendo me aclara muchas cosas. Nuestra intención nunca fue hacer un hombre, la invitación de Rogel no fue a que yo, Irene, interpretara a un personaje masculino. Pero tampoco hicimos un personaje demasiado femenino; el género no nos importó. Lo que quiero decir es que en lo que pusimos la atención fue precisamente en el conflicto, en el dilema de este personaje, en qué radica su dilema, cuáles son sus dilemas, por qué está ahí, por qué está así y qué va a hacer para salir de eso. En ese sentido, qué increíble lo que dices citando a Espert porque yo no es como que me sienta mujer o un hombre, solo me siento una persona en un problemón, porque, francamente, si a mí se me apareciera el fantasma de un familiar a decirme ese tipo de cosas, ¡híjole!, sí me volvería loca.

Hablando de fantasmas. A Espert le preguntaron si no le daba miedo interpretar a Hamlet. Y contesto: “Mucho, por eso me he atrevido”. ¿Qué riesgos vio al interpretar a una Hamlet?

El riesgo mayor tiene que ver con que hay una idea preconcebida acerca de quién es Hamlet, de los que nos dedicamos a esto y del público: Ya te llegó ese gran personaje, ¿qué vas a hacer con él? Y hay como cierta expectativa sobre qué vas a hacer con eso. Y en la medida que una como actriz es capaz de hacer a un lado esas expectativas, solo queda el gozo. Si nos acercamos a Hamlet con un híper respeto, nos acercaremos de manera equivocada, porque la complejidad de Hamlet es la del ser humano. Lo que me a mí me parece increíble es que las cosas que dice y piensa son las que todos hemos pensado —claro, la manera en la que elabora Hamlet sus disertaciones, pensamientos, sentimientos es súper aguda, con inteligencia increíble—, esa solemnidad e híper respeto no le van a la obra. Hay que tomar Hamlet con cierto gozo, pensando que es un juego. Al analizar al personaje y ponerlo en un gran escalón altísimo, lo hemos hecho inalcanzable. Y creo que no, todos tenemos un cacho de Hamlet.

Coincide en que Hamlet también es el gran homenaje y una celebración al teatro y a los actores, en particular por la escena en la que Hamlet, con la tropa de actores, obliga a Claudio a revelar su crimen. Y destaca el respeto que tuvieron con ella García Lozano, Dibb y Gaitán para enfocarse solo a la actuación, sin interferir como directores de escena que también son en la dirección de Angélica Rogel.

“Hamlet es una celebración al teatro como ejercicio de comunidad, es hermosa esa parte. Uno dice: “Guau, qué maravilla que me pueda dedicar a esto”. Y toma más sentido cuando lees esa parte”, añade.

—Cuando Andrej Wajda montó su Hamlet en Madrid en 1990 periodistas le preguntaron por qué había elegido a una actriz, Teresa Budzisz-Krzyzanowska para el protagónico. Él respondió: “Porque es el mejor actor de Polonia”. Lo mismo contestó José Caballero sobre Julieta Egurrola en su Hamlet de 2019. ¿Qué se requiere para hacer Hamlet, después de su experiencia?

Guau, pues yo lo que te diría que se requiere de un gran arrojo. Uff. No quiero con esto decir que solo unos cuantos actores pueden hacer a este personaje, porque eso estaría limitando el ejercicio de la creación, el poder de la creación, pero sin duda es importante poner tu todo al servicio de Hamlet. Al principio pensaba que era un personaje absolutamente racional, nunca me imaginé que el viaje fuera a ser tan emocional. Ahora, después de 20 funciones, me doy cuenta de que es un viaje muy mental por el que cruza este personaje y absolutamente emotivo. Todo el tiempo están trabajando estas dos partes, porque si bien tiene un momento de reflexión en que se sienta y pregunta qué es más valioso hacer o no hacer, matarlo o no matarlo, decidir o no decidir, matarlo a él o matarme a mí, también tiene momentos de una gran emotividad en los que le dice a Ofelia: “Ofelia, no seas hija de tu pinche madre, no me traiciones, y si te vas a convertir en uno de esos traicioneros, mejor vete a un convento y sálvate”. Para mí ha sido muy importante poner toda mi atención y el trabajo de mi cerebro en esos dilemas y cuestionamientos, pero también poner la tripa a trabajar, porque lo una no puede trabajar sin la otra.

—¿Cree que su experiencia con Hamlet la catapulte ahora a ser todavía una mejor actriz?

Lo de que me catapulte o no, no sé responder, son cosas que con el tiempo te vas dando cuenta de las consecuencias. Este personaje me ha dado una confirmación de que esto es lo que me gusta hacer, de que el teatro tiene el poder de transformar a los que somos parte del evento, me ha dado mucha libertad y un gozo y agradecimiento, porque francamente sí es un gran regalo poder hacer Hamlet.

—¿Ser o no ser? ¿Resolvió en lo personal este dilema?

Ja, ja, ja. No, y es una pregunta que vivirá por siempre en mi cabeza. Yo soy muy racional, de esas que no puede dormir en las noches porque está tratando de resolver el mundo en su cabeza. Entonces ese ser o no ser resuena muchísimo conmigo y espero que sea una pregunta que nunca esté segura de su respuesta ni que tampoco me quite el sueño demasiado

PCL

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