Tomer Linaje, grafitero, comenzó a pintar en las paredes cuando tenía 15 años, en un submundo ilegal, peligroso. Pero a sus 33 años de edad este hombre menudo se ha desembarcado en Nueva York, donde expone con cierta regularidad.
Con el pasar de los años y con el arte como carrera, su trabajo ahora “es más un negocio, ganarse la vida e inspirar a los jóvenes. Eso también me resulta emocionante y divertido para el grafitero”.
Se gana la vida con su arte legalmente desde hace varias décadas. Sus expresiones culturales lo llevaron a esa ciudad estadunidense, en donde tiene un contrato con un curador y galerista, explica el artista callejero, cuyas obras también están expuestas en los muros del mercado de San Bartolo, Naucalpan.
Apenas del pasado 21 de agosto al 4 de septiembre, “expuse algunos trabajos en acrílico, en la galería NYC Artists de Manhattan”, refiere Rafael Medina Martínez, el nombre real de Tomer Linaje.
La legalidad de la pintura callejera
“Dejé de hacer grafiti ilegal en el 2008 porque ya tenía muchos problemas. Constantemente ya me estaba comenzando a agarrar la policía y en una de ellas tuve un percance muy fuerte donde me pegaron muy feo los policías. Estos eventos de violencia los usé de pretexto para subir a otro nivel o hacer algo diferente que no había hecho y comencé a pedir permisos oficiales”.
Fue lo más aterrador y divertido que he hecho en mi vida. Pero no hay que glorificar el grafiti, es extremadamente peligroso, dice Tomer Linaje.
El sistema judicial no ha sido muy justo con los artistas callejeros, así que “comencé a pedir permiso para dibujar en los muros y fue como empezar a aprender a dibujar y hacer caras, fue un proceso lento, y en los años 2014 y 2015 experimenté un suceso en mi vida que me marcó y de ahí comencé a ver las cosas diferentes, más profesional; tomar un curso, leer y conocer museos.
Cuando inicié le pedí a un amigo de la secundaria, que era el que más pintaba grafiti, que me diera un nombre y me bautizó como Tomer, pero hace como seis años adopté Linaje, porque era como la ascendencia, porque nadie de mi familia se había dedicado al arte y a partir de aquí comienza el linaje, relata Medina Flores.
Mi primer grafiti fue el primero de enero de 2004, un año nuevo y como a las tres de la mañana salimos a hacer unos grafitis (sonríe). Solamente decía Tomer, pero era con negro y cromo, lo hice cerca de donde vivía.
La permanencia de la técnica del aerosol
Define su arte como una práctica “de siempre querer mejorar en cada trabajo. Al final hacía un dibujo y me daba cuenta en qué me había fallado o en qué podía mejorar y fui ganando confianza en mí mismo y cada vez traté de hacer cosas un poco más complejas”, complementa.
Y agrega: “México tiene mucho grafiti; creo que el grafiti ilegal ha disminuido y el grafiti legal ha aumentado. México tiene un nivel competido por la cantidad de aristas callejeros y eso es lo que obliga a crecer a cada uno de nosotros.
El arte callejero es una catarsis porque muchas veces es lo que te llena, como lo que te da realmente sentido. Es como los que juegan fútbol, cada que juegan se sienten bien, yo creo que es algo similar cuando estás pintando un muro. No es lo mismo pintar un óleo o pintar un acrílico o una acuarela o un grafiti porque no siento la misma sensación. Creo que es como el músico que toca rock con la guitarra y no siente lo mismo si tocara otro género”, describe.
La obra que pinté en San Bartolo, en Naucalpan, fue la de un pescado, una escena que describe la cultura de los oficios mexicanos, “pero creo que nunca había pintado a alguien que se dedica a vender pescados, siempre era el taquero, el pollero y cosas así, pero nunca había hecho algo así y los pescados como que siempre me han llamado la atención, y lo del cubrebocas muestra la pandemia que se vive en el país. Era como el mensaje de que mucha gente, a pesar de todo, tenía que salir a ganarse el pan”, señala.
Con una trayectoria de más de 17 años en el mundo del arte urbano, recordó que toda persona puede destacar en cualquier tipo de actividad, siempre y cuando busque los caminos para concretar sus sueños.
Todavía recuerda los viejos tiempos: “En esos años siempre hay riesgo. Luego me volví más aventado, muchas veces pintaba solo, otras veces me subía a los espectaculares y otras veces llegué a pintar trenes, eso fue hace ya muchos años”.
En su carrera como artista, Rafael Medina Martínez comenzó a participar en exposiciones colectivas en Cozumel y Bacalar; a nivel internacional ha expuesto sus obras en New Jersey, Manhattan, con la galería NYC Artists, en Manhattan. También en Brasil y Alemania. “Hay mucho camino aún por andar”, dice.
MMCF