Para la exviceministra de Vivienda y Urbanismo del Perú Elizabeth Añaños, la arquitectura es un “poderoso instrumento para transformar el territorio y mejorar la calidad de vida de manera directa”. La docente y arquitecta peruana explica que hay estudios e indicadores que hablan de cómo “una buena ciudad o una buena vivienda pueden reducir los índices de insalubridad o cómo mejoran las condiciones de aprendizaje en los niños cuando tienen condiciones para estudiar en los colegios”.
En el marco del Festival de Arquitectura y Ciudad. Mextrópoli 2024, la especialista en diseño e implementación de políticas públicas y estrategias locales en torno a educación, salud y urbanismo habla del derecho a la vivienda, la situación actual de vivienda en Perú y del acceso a la arquitectura para todos los sectores de la población.
- Te recomendamos “La vivienda colectiva construye la identidad de las ciudades”: Ana Elvira Vélez Cultura
—¿Cómo desarticular la idea de que la arquitectura sólo es accesible para un pequeño sector?
Existe una desconexión entre las necesidades y las demandas que tiene la población y las soluciones que un arquitecto puede dar. En Perú hay 70 por ciento de informalidad, es decir, las personas no acuden a un arquitecto, las personas autoconstruyen; en algunos casos son economías informales con recursos, pero no recurren a un arquitecto porque se piensa que la arquitectura solamente está hecha para un nivel de estrato.
Por otro lado, el lenguaje de la arquitectura tiene que cambiar, ser más directo. Es importante que los discursos de arquitectura, de ciudad y de urbanismo no estén (dirigidos) solamente a las élites, sino que puedan digerirse a un lenguaje muy sencillo para todas las personas. Además los arquitectos tienen que poder transformar los procesos de cómo llegan a gestionar. En muchos casos la única opción es que te llegue un proyecto, hay países en donde se hacen concursos y eso es súper bueno porque se promueve buena arquitectura pero en otros lugares no es así, entonces creo que los arquitectos tienen que empezar a pensar en nuevos procesos para llegar a las demandas que no son atendidas.
—¿Cuál es el panorama actual de acceso a la vivienda y las necesidades básicas que las comunidades demandan?
Son muchas y uno tendría que asegurar todas esas como derechos básicos, pero creo que la vivienda es un tema que se ha dejado un poco de lado, cuando la producción de vivienda en realidad es el mayor porcentaje de la ciudad y la ciudades en donde estamos son informales. Hay que pensar cómo hacemos vivienda, pero hacer vivienda nueva no es la única ruta; en muchos casos está la regeneración urbana, la transformación de edificios o la microdensificación de zonas populares. Entonces, esas necesidades se traducen en nuevas formas de pensar la vivienda.
La vivienda tendría que ser ese lugar de cobijo principal. En la pandemia fue la trinchera de defensa, todos tuvimos que volver y reencontrarnos en la vivienda. En las ciudades latinoamericanas la vivienda es todo: es el espacio de trabajo, es el taller, es la cuna y el lugar de emprendimiento porque en Latinoamérica se construye para alquilar, entonces la vivienda es una máquina económica y de mejora de capacidad de las familias. Es una necesidad que debería ser repriorizada.
—¿Cómo se garantiza el derecho a la vivienda?
Todos deberían poder tener una vivienda y no endeudarse más del 30 por ciento del ingreso mensual para pagarla. Lo que está pasando en Latinoamérica, en España y en muchos países del mundo es que las personas ya no pueden, ni siquiera en clase media, tener acceso a una vivienda y eso es algo que tenemos que abordar con políticas y también desde la arquitectura, pensando cómo generamos otras opciones de vivienda.
Pero hay otro tema y es que la vivienda no puede ser pensada como un núcleo construido, sino que tenemos que pensar también en el hábitat y el hábitat es esa experiencia que tienes al ir desde tu trabajo a tu vivienda, desde tu estudio a la vivienda, en donde está ubicada, cómo es, si hay veredas o tienes que atravesar caminos de tierra. Entonces también debemos volver a priorizar el barrio como núcleo donde puedes mejorar las condiciones para todos.
—¿A qué se están enfrentando en Perú, tanto en las zonas urbanas como rurales, en términos de vivienda?
En Perú las condiciones siempre son las más críticas. En los rankings estamos 20 puntos más arriba en general y eso pasa por el nivel de informalidad que tenemos. La informalidad tiene mucho valor porque se basa en la autogestión de las comunidades que sin presencia del Estado han podido solucionar sus necesidades inmediatas, pero también genera muchos problemas.
Hay muchas organizaciones y mafias que están participando en la informalidad y hacen que no se tengan buenos desarrollos. En Perú las ciudades se han expandido en un 39 por ciento y de ese porcentaje el 90 por ciento ha sido de manera informal; este tipo de informalidad está asociado a que no tiene servicios y no tienen vivienda de calidad y eso hace que el déficit de vivienda sea de casi 1.5 millones, tanto cualitativo como cuantitativo, es decir, en cómo está la vivienda, cuánta vivienda nueva necesitas y cuánta vivienda tienes que mejorar. Sin embargo, es un número muy bajo que no refleja la realidad.
No se puede satanizar la informalidad, sí a las mafias, pero hay mucho reconocimiento en la organización de las comunidades por eso se requiere empezar a pensar en soluciones, acompañamiento y asistencia técnica.
—¿Cómo es el trabajo de acompañamiento a las comunidades?
Tenemos muchas iniciativas. En Perú hay una situación rara porque el Estado tiene las líneas y las condiciones; de hecho cuando estuve en el Ministerio de Vivienda dejamos un plan, pero no se ejecuta porque falta gestión. Dentro de esas estrategias está la asistencia técnica y el acompañamiento para que se construya mejor y eso es parte de reconocer cuáles son los actores de la comunidad. Tenemos que ver todo el ecosistema de construcción que va desde reconocer la bodega que te vende a los maestros de obra. Lo importante es tener una lectura muy aguda sobre lo que pasa en nuestros territorios y no hay una fórmula, pero es ser sensibles a que la ciudad está llena de actores y que hay muchas fuerzas entre ellos.
—¿Cuáles son las alternativas a la autoconstrucción, una de las formas más comunes de poder habitar en Latinoamérica?
Para solucionar el problema de vivienda debemos tener diferentes soluciones y eso es algo que se ha dicho en toda la región. Necesitamos un abanico, imagínate como tool kit de soluciones sobre la vivienda y dentro de eso una línea importante es que tenemos que cambiar la idea de la tenencia de la vivienda. No todos van a poder comprar un suelo porque es carísimo y es un recurso que está muy agotado.
Como hemos visto, en México han construido por toda la periferia, entonces imagínate llevar servicios a la periferia. En Chile en los 90 hicieron un estudio donde los servicios en la periferia costaban hasta 17 veces más que hacer un proyecto en el centro de la ciudad y hacer renovación urbana.
Por ejemplo, para las zonas que han sido construidas de origen informal y que tienen pocos años puedes ayudar a reforzar la vivienda, microdensificar, ayudarlos a autoconstruir mejor haciendo una evaluación técnica. En las zonas ubicadas en donde hay grandes proyectos de infraestructura hay oportunidades de densificar a través de renovación urbana y de combinaciones entre inversión pública y privada. También hay modelos de vivienda en alquiler priorizada para sectores en donde la vivienda es del Estado o de un privado, que lo podría hacer si funciona el mecanismo, para dar alquileres accesibles con un subsidio del Estado.
Por otro lado, necesitamos más vivienda nueva en zonas de expansión planificadas, hay ciudades que no han crecido mucho entonces hay oportunidad y hay zonas de transformación. Por ejemplo, acá pasa que las zonas que corresponden a los antiguos cuarteles todavía no se han construido; son oportunidades de desarrollo importantes de nueva vivienda y de proyectos de usos mixtos con diferentes tipologías de vivienda. En Argentina y Uruguay desde hace muchos años hay cooperativas de viviendas que son mecanismos completamente nuevos.
La combinación de terrenos por cesión del Estado, la fuerza laboral de las comunidades y fondos e inversiones, todas éstas son alternativas a canalizar para hacer vivienda social. Sí, la autoconstrucción es algo que vemos diariamente en las ciudades, pero tenemos que abrir un abanico de mecanismos, porque tenemos que ir por todos lados.
PCL