Miles de personas acudieron al Caesars Superdome para presenciar la magia del evento deportivo por excelencia en los Estados Unidos. Ya sea con su jersey verde o uno rojo, los aficionados se dieron cita en Nueva Orleans, una ciudad conocida por su jazz, su gastronomía exquisita y un cierto aura de misticismo que rodea a toda el área del Bayou.
Porque es una ciudad que uno no acaba de comprender del todo. En una zona conocida por sus leyendas de vampiros, fantasmas y magia, la fiesta es otro de los grandes distintivos de esta sede: los aficionados lo entendieron a la perfección y llevaron las emociones del futbol americano a otro nivel.
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Los cánticos, las porras, los disfraces extravagantes y, sobre todo, la pasión por la NFL inundaron el Super Bowl LIX, un reencuentro entre dos de los mejores equipos en lo que llevamos de la década y con jugadores que darán mucho de qué hablar en los años venideros, como Patrick Mahomes y Travis Kelce por Kansas City, además de Saquon Barkley o A.J. Brown por Filadelfia.
Porque no importa si eres creyente o escéptico, debes estar seguro de que la magia de la NFL es real, las emociones que genera cada jugada y cada pasión de la Liga más poderosa del mundo es un auténtico fenómeno que, año con año, continúa enamorando a todos los aficionados. Es esa magia la que te hace entender el por qué Nueva Orleans ha sido elegido 11 veces como sede del Gran Juego, porque el atractivo que ofrece, junto con su misticismo, son dos ingredientes que enamoran al visitante casi tanto como lo hace su variedad gastronómica.
CIG