La diferencia fue de apenas unas décimas, nunca antes y después una medalla de oro olímpica se ha definido por tan poco margen en los clavados, prácticamente un empate técnico, pero ese .30 marcó el destino para Fernando Platas, quien pese a haber dominado la prueba y hasta ser osado con clavados de alta grado de dificultad, no pudo subirse a lo más alto del podio en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.
La tarea estaba hecha, aunque parecía incompleta. Luego de dos intentos previos y dos procesos olímpicos de aprendizaje, el mexiquense por fin se colgó una presea en justa veraniega con un acumulado de 708.42, superó en las puntuaciones al monstruo ruso de los clavados, Dimitri Sautín (704.20), pero no pudo contra el chino Ni Xiong (708.72).
La medalla fue de plata, la celebraron, la festejaron en el centro acuático australiano, pero la sensación quedó de que pudo ser de “mejor color”. Sin embargo, a 20 años de aquella experiencia y con la madurez que da el tiempo, Fernando Platas no cambiaría nada de aquella noche en Sydney, está conforme con ese metal, por qué asegura “es lo que me tocó vivir”.
“Me quedo con la sensación de que hice todo lo que pude haber hecho ese día, es madurez, es un tema muy importante de satisfacción personal, lo mismo Atenas, cuando estás consciente de eso te queda mucha tranquilidad y la decisión termina en los jueces. Yo lo disfruté, todo mundo me decía que las centésimas, los puntos, yo lo disfruté, sé que fui protagonista y hasta el día de hoy sé que no hay otra competencia con tan poca diferencia de puntos del oro a la plata, que la gente lo recuerde es mejor”.
Y es que si bien esa medalla fue la que le ganó mayores reflectores y lo tiene en la historia del deporte mexicano, para Platas Álvarez solo fue la consecuencia de muchos años de evolución.
“Las vivencias que pasé en Barcelona (1992) y Atlanta (1996), tuvieron que ser necesarias para llegar a Fernando de esa manera, con esa madurez, con esa concentración, con ese equipo de trabajo, se dieron todos los factores pero fue un ciclo que desde que lo empezamos a trabajar nunca quitamos la visión de una medalla, pararte con esa seguridad y mentalidad de que ibas a pelear las medallas, teníamos claro que lucharíamos por el oro”, recordó el que fuera dos veces abanderado de la delegación mexicana olímpica.
Y añadió: “no fue mi máximo logro, la Copa del Mundo un año antes, el Campeonato del Mundo en el 2001, tuvieron un sentimiento muy fuerte; en la Copa del Mundo pasé por encima de todos, quedé en primer lugar, luego de estar batallando con esta buena generación de clavadistas chinos, rusos, americanos, sobre todo en Campeonato Mundial, y en 2001 me sirvió de motivación para llegar a 2004, medirte y todavía saber si la carrocería estaba bien”.
Su familia, su mejor medalla
Después de dos décadas de aquella hazaña deportiva, Fernando Platas no cambiaría en nada su historia olímpica, pues sabe que fue un camino que debió recorrer para ser el hombre de la actualidad, un padre de familia que considera a sus hijos y esposa, como sus máximos logros de vida.
“Si me dijeras hoy que hay tres momentos más fuertes que esa medalla están el nacimiento de mis hijos, Fer y Mateo, esas sí son medallas, el momento de formar tu familia, entregar un anillo ese sí es un momento que te pone nervioso, es más emotivo y personal, obviamente, en lo profesional la medalla es un momento único”.
KVS