Los cuartos de final de la Copa de Brasil de futbol que se disputan esta noche servirán para que este país pruebe su propia versión del Video Asistente del Árbitro (VAR, siglas en inglés), más económica y con la mitad de cámaras desplegadas en campo que la del Mundial de Rusia 2018.
Los partidos entre Santos y Cruzeiro, y Corinthians y Chapecoense serán los primeros en los que se usará tecnología de video para determinar lances polémicos durante los juegos.
Sin embargo, el número de cámaras no serán 35, como en el VAR montado por la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) en Rusia, sino entre 14 y 16, dependiendo de los estadios y éstas serán las mismas que retransmitirán el juego por televisión.
También habrá menos colegiados analizando las imágenes antes de informar al árbitro principal del encuentro, ya que en lugar de emplear a cuatro asistentes, el sistema brasileño tendrá a tres personas (un árbitro, un supervisor y un asistente) para monitorear las imágenes.
La Federación Brasileña de Futbol (CBF) aseguró que el sistema puede operar sin problemas y cumple los estándares internacionales, y adujo que esta versión más económica del VAR se debe a una política de reducir costos.
Con todo, el precio del VAR brasileño será de 50 mil reales por partido, es decir, unos 13 mil dólares por encuentro.
El uso de la tecnología de video asistente no es una cuestión baladí en Brasil, donde el futbol es el deporte rey y genera pasiones exacerbadas, hasta el punto de que la Justicia intervino en el pasado para pronunciarse sobre la validez de controvertidas decisiones arbitrales.
En 2016, uno de los mayores juegos del balompié local, el clásico entre los equipos cariocas Flamengo y Fluminense, fue impugnado por el equipo perdedor tras caer 2 a 1 debido a una polémica decisión arbitral sobre un gol.
Así, el Supremo Tribunal de Justicia Deportiva aceptó la demanda interpuesta por el Fluminense para suspender el partido, con el argumento de que el resultado estuvo determinado por una decisión arbitral que se basó en una violación del reglamento, aunque en su sentencia no modificó el resultado del encuentro.
La polémica se debió a un gol de cabeza en fuera de juego por parte del Fluminense en el minuto 84, que fue en un primer momento anulado por el abanderado, pero validado posteriormente por el árbitro central Sandro Meira Ricci.
Pero, tras las protestas de los jugadores fue anulado después de casi 13 minutos de interrupción del juego en el que decenas de personas invadieron el campo.