Es la historia de siempre, la que envuelve al América y al Cruz Azul. La de un dominio tan marcado que le permite a uno sobrevivir ante el empuje y arrojo del otro. Hoy no fue el día del resurgimiento, ese donde esta paternidad por fin se quebrara y La Máquina se exorcizara de uno de sus grandes demonios. No, no lo fue. El ciclo se repitió, ese donde América sale victorioso y el pueblo celeste se resigna a un nuevo fracaso.
Y eso que hoy ganó Cruz Azul, pero el 1-0 no fue suficiente. El equipo de Miguel Herrera sin ser nada brillante aguantó y se llevó el pase a semifinales con un 3-2 global. El oficio del ganador y la mala fortuna del perdedor.
ASÍ TENÍA QUE SER
Cruz Azul salió como tenía que hacerlo, sin especulaciones ni respetos. América a lo suyo, a manejar los dos goles de ventaja con su oficio. El equipo de Caixinha se hizo con la pelota, con esa línea de tres zagueros –aunque Lichnovsky más adelantado–, tres volantes en el medio campo, con Aldrete y Madueña bien abiertos por los costados. Adelante Jonathan Rodríguez y Milton Caraglio a la espera de alguna pelota para rematar.
Y La Máquina generó sus opciones. El Cabecita Rodríguez tuvo tres disparos en el primer tiempo que se fueron por arriba de la portería de Marchesín. Pero la más clara la tuvo Orbelín Pineda quien mandó un remate al travesaño y justo esa jugada derivó en un conato de bronca entre los dos entrenadores que no pasó a mayores.
Así se esfumó el primer tiempo. Cruz Azul fue superior a un América, que como en el primer partido se dedicó a contener y buscar alguna que otra descolgada, pero a diferencia del jueves, La Máquina estuvo precisa y concentrada para evitar cualquier error.
Empezó el segundo tiempo y Cruz Azul encontró el gol que le urgía. Minuto 48, vino un pase al área de Alvarado para Jonathan, el uruguayo se libró fácilmente de la marca de Guido Rodríguez y sacó un derechazo cruzado que superó a Marchesín. La Máquina tenía vida y tiempo.
El golpe lo sintió América y a los pocos minutos Herrera mandó a Oribe Peralta por el inadvertido Castillo, Caixinha le respondió con Méndez por el Cabecita. América sacó el oficio y dejó de ser un espectador. Llegaron sus oportunidades, pero tampoco había puntería. El juego se perfiló hacia un cierre dramático.
Y cuando parecía que América mataba con un tanto de Oribe, el árbitro marcó fuera de lugar. A Cruz Azul le quedaban pocos minutos para reescribir la historia y metió lo que le quedaba: Misael y Cauteruccio. Era a matar o morir, pues en cada contra parecía que llegaba el tanto azulcrema.
Y Cruz Azul murió…sí, de manera digna, pero para este equipo eso ya no basta ni es consuelo, porque otra vez fue América, quien le restregó en la cara el oficio que necesita para recuperar su grandeza.
LPSM