El fútbol profesional en Tamaulipas le ha costado establecerse a través de empresarios locales y de otras regiones del país para mantener una franquicia en Tampico, Ciudad Madero y Altamira. En los últimos 30 años se convierte en la tónica común, escuadras que llegan pero por situaciones económicas o extra deportivas abandonan la plaza, pese a su popularidad en sus habitantes.
Para conocer el primer caso se remonta a finales de la década de los Noventa. La situación legal de líderes sindicales petroleros, propietarios del equipo, obligó a Paulino Lomas a tomar el control administrativo, esto en la Primera División. En la temporada 89-90 lograron salvarse del descenso, pero sin más interesados del sector privado que entraran al quite, se fue a Querétaro.
Un segundo esfuerzo vino por Antonio Peláez Pier, originario de Tampico, al adquirir una escuadra en la Segunda División e invertir para regresar al conjunto celeste a los primeros planos del balompié nacional. Lo consiguió en 1994, sin embargo, 5 partidos después y cuando se avecinaba un encuentro ante el América, los desacuerdos con el sindicato petrolero, dueño del Estadio Tamaulipas, movieron nuevamente a jugadores y cuerpo técnico a Querétaro por segunda ocasión.
Tras perder la categoría, Javier Díaz Covarrubias retomó las riendas del plantel y en la Primera División A pelearon durante un par de temporadas pero sin grandes éxitos. Apareció la familia Abed, propietario de los Hoteles Aristos en Puebla, con logros medianos al llegar a la Liguilla pero sin mayor trascendencia.
En el presente siglo
La familia Hernández Zúñiga, radicada en Ciudad Madero también se metió en este negocio en el 2000 a partir de la Segunda División. También les costó un par de años encontrar la fórmula del éxito y llevar al equipo, antes conocido como Águilas de Tamaulipas y cambiar el mote a Jaiba Brava, de nueva cuenta a la primera a. Fue comprado por empresarios de Guanajuato quienes sin encontrar eco en la iniciativa privada local, la trasladaron a Irapuato.
Bajo el respaldo de Alejandro Burillo, entonces propietario del Atlante, reapareció el Tampico-Madero en el 2005 en la categoría antesala del máximo circuito. Pasó por 2 diferentes administraciones para caer en manos del poblano Miguel Ángel Martínez, pero fue obligada a desaparecer por la Federación Mexicana de Futbol al no cumplir con el cuaderno de cargos establecido en 2010.
Sin otra opción que navegar en la Segunda División, los últimos esfuerzos vinieron primero de Grupo Tecamachalco. El presidente Javier San Román, conocido por llevar el deporte a Oaxaca y crear los Alebrijes hizo que la afición regresara al Tamaulipas. Estuvo cerca de lograr el ascenso directo en 2016 y fue en ese año cuando logró el acuerdo con Grupo Orlegi para compartir parte de las acciones de la franquicia.
Lo mismo en Altamira
Pero no sólo fue la Jaiba Brava el único caso del esfuerzo por contar con un espectáculo deportivo de alto nivel. En uno de los municipios aledaños a la zona sur del estado, Altamira, surgió la familia De Hita y sus Estudiantes. Tus primeros pasos se dieron en la Segunda División y fue en el 2003 cuando arribaron a la Primera A. 2 años después los resultados adversos los mandaron al descenso.
Desde entonces consolidaron un proyecto a mediano plazo, se hicieron competitivos en divisiones inferiores y volvieron para quedar muy cerca de pelear por el título en el Ascenso Mx en el 2013. Aún y con la inversión hecha en infraestructura, incluido un nuevo estadio, la franquicia fue rentada a gente de Chiapas y jugaron en Tapachula.