El 22 de mayo de 2006, Pachuca celebraba la obtención del título de Liga del Clausura 2006 que un día antes le había ganado al San Luis, con marcador global de 1-0, gracias a un gol del uruguayo Richard Núñez al minuto 78 en el juego de vuelta.
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Antes de irse de vacaciones, la directiva de los Tuzos organizó una comida y habría un desfile por las calles de la ciudad. En la comida, se dio la situación. La directiva de Pachuca —como no podía ser de otra manera— tenía la intención de alargar el contrato de José Luis Trejo, el entrenador que los había llevado a la conquista de la gloria deportiva.
Las conversaciones estaban encaminadas; sin embargo, ya no pudieron continuar. Por qué, porque el entrenador ya tenía un plan de fuga. Lo hecho por Trejo despertó el interés de otros equipos, y fueron los Tigres los que a punta de billetazos vinieron por el estratega.
Y así pasó, mientras se esperaba el camión que llevaría al equipo al desfile, hubo un momento en el que José Luis Trejo se separó del grupo, atendió una llamada que le dio la noticia: Tigres ponía la plata sobre la mesa, pero necesitaban el visto bueno del entrenador. Y Trejo lo dio.
La salida de Trejo tomó por sorpresa a la directiva de Pachuca, que no se esperaba semejante acción y menos que hubiera estado negociando en plena Liguilla, pero no hizo nada por retenerlo, si no quería estar, la puerta estaba abierta para que se fuera.
Trejo se marchó, pero quedó marcado con los Tuzos, pasó a la historia del club por ser uno de los entrenadores que los llevó al título, pero también como uno que no salió por la puerta grande.
Y en Tigres empezó la debacle de José Luis, pues solo aguantó 10 jornadas y fue cesado. Y aunque después tuvo oportunidades en otros equipos, sus proyectos no prosperaron. Fue como si el karma se le hubiera regresado.