A Don Nacho Trelles se le detuvo el corazón justo en lo días en los que el futbol ha enmudecido. Como si el balompié —en esas extrañas coincidencias— le hubiera dejado todo el espacio para que su nombre retumbara sin ningún ruido externo. Sí, Nacho murió en estos días en los que los campos y las tribunas están en silencio, muy contrastantes a las épocas en las que él les dio color y vida.
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Sí, porque aquel hombre delgado, de cejas pobladas y de inconfundible bigote cimbró como nadie las entrañas del futbol mexicano. Y es que Ignacio Trelles Campos no fue solo un técnico ganador. No. Hasta pareciera que eso fue lo más sencillo. Don Nacho fue el gran ídolo popular, el metodólogo, el ingenioso, el estudioso, el polémico, el pícaro, el exitoso, el inigualable...
La vida le permitió convertirse en un hombre centenario que vivió a la par que evolucionaba el futbol en nuestro país. Nació el 31 de julio de 1916, cuando aún ni existía la Federación Mexicana de Futbol; debutó a los 18 años como jugador y se retiró a los 32 cuando le rompieron la tibia y el peroné, y lo que hubiera sido una desgracia para cualquier persona, a él lo transformó en el comienzo de su leyenda.
Porque Nacho Trelles se inmortalizó en los banquillos. En 1951 se hizo cargo de su añorable Zacatepec, en la Segunda División, y ahí comenzaron los éxitos; luego pasó al Marte, donde ganó su primer campeonato en el máximo circuito —después vendrían seis más— y a sus más de 40 años como entrenador se le sumaron América, Toluca, Cruz Azul, Atlante, UdeG y Puebla; con casi todos ganó algún trofeo. Al final, la cuenta quedó en 16 títulos que lo han convertido en el entrenador más ganador de todos los tiempos.
Con la selección mexicana también tuvo su historia, nada efímera ni intrascendente, tal como era su costumbre.Fue auxiliar en Suecia 1958, donde disfrutó del primer punto del Tricolor en una Copa del Mundo; luego, en Chile 1962, llegó el momento cumbre cuando logró la primera victoria de un combinado nacional. Su último cita mundialista fue la de Inglaterra 1966.
En total, dirigió 117 partidos, además de ser el responsable del equipo mexicano en dos Juegos Olímpicos (1964 y 1968).
Personaje polémico y singular, Ignacio Trelles siempre estuvo al pendiente del futbol y la lucidez nunca lo abandonó. Sin embargo, un martes por la noche, mientras el futbol permanece en un silencio obligatorio, Don Nacho decidió inmortalizar su leyenda con el silbatazo final.
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“ME DEVOLVIÓ LAS GANAS DE ENTRENAR”
Cuando Ignacio Trelles tomó por primera vez las riendas del Puebla, en 1972, ya tenía cuatro títulos de Liga. En ese entonces, Manuel Lapuente defendía como jugador los colores del cuadro camotero y pensaba que después de su carrera de futbolista se iba dedicar a otra cosa, ya no quería ser entrenador como lo había soñado desde niño.
Fue entonces que el trato diario con Trelles le devolvieron las ganas de seguir ese camino: “Siempre pensé lo que iba a hacer. En segundo de secundaria, a un tío jesuita le dije, ‘yo sé que voy a hacer de mi vida, voy a ser futbolista’. Él me respondió, ‘sobrino, eso dura muy poco’. Y yo le insistí, ‘no, porque después voy a ser entrenador’. Desde entonces tenía eso yo en mente”. Enseguida, dijo que “después ya me había quitado las ganas, cuando llegué al Puebla, al oír a Nacho y estar con él, me volvieron las ganas de ser técnico, ya se me habían quitado”.