Dinámico y genial

Por José Luis Martínez S.

Noventa años después, La Afición, el diario deportivo más antiguo del mundo, continúa navegando con nuevos vientos en las aguas siempre apasionantes del periodismo especializado, como lo soñó su creador, a quien recordamos y rendimos homenaje

Ciudad de México /

En el libro La vieja guardia. Protagonistas del periodismo mexicano (Plaza & Janés, 2005), publiqué la siguiente semblanza del fundador de La Afición, periódico que no solo renovó sino fortaleció su jerarquía en la prensa nacional, a partir del año 2000, cuando comenzó a encartarse como parte de Milenio Diario. Desde entonces La Afición ha continuado escribiendo la historia del deporte en el mundo, como lo ha hecho desde su origen.

Creador y maestro

Alejandro Aguilar Reyes, Fray Nano, fundador de La Afición y durante largo tiempo el cronista más leído del país, es una de las grandes leyendas del periodismo deportivo en México.

La vida de Fray Nano revela su voluntad creadora y su vocación de maestro. Fue fundador de la Liga Mexicana de Beisbol Juvenil y de la Empresa Mexicana de Box, fue impulsor de los Juegos Nacionales Juveniles y del Torneo de los Guantes de Oro, y fue manager de box y beisbol.

Las primeras incursiones en el periodismo las hizo en el semanario Deportes y Toros y en el diario El Universal, donde coincidió con un personaje injustamente olvidado: Fray Kempis, a quien admiraba de tal manera que le tomó la mitad de su apodo; la otra fue obsequio familiar, pues en su casa cariñosamente lo llamaban Nano.

Alejandro Aguilar Reyes nació el 3 de mayo de 1902 en la calle de Manuel María Contreras, en la colonia San Rafael, una de las más prósperas y elegantes de la época. Su padre, Juan Aguilar Vera, era decano de los impresores en México y en su taller, ubicado en la avenida San Cosme número 124, se haría en 1930 el primer tiraje de La Afición, un semanario de ocho páginas tamaño tabloide.

No puede separarse la vida de Fray Nano de la historia de ese periódico donde construyeron su prestigio profesionales como Antonio Andere, Jorge Sonny Alarcón, Jorge Bermejo, Teodoro Cano, Paco Malgesto y Jorge Che Ventura, entre tantos otros.

Entre quienes han escrito de Fray Nano todos destacan su enorme calidad humana y profesional. Raúl Talán, autor de En el tercer round, lo considera “una de las autoridades mundiales y quizá la mejor pluma deportiva de habla española”. No era único que pensaba así: muchos otros escritores y periodistas decían lo mismo. Aun lo decían sus ocasionales contrincantes, porque, a pesar de su carácter amable, Fray Nano no rehuía las disputas ni evitaba la polémica.

Fray Nano, decía Mario Fernández, Don Facundo, otro de los fundadores de La Afición, dio invariable muestra de talento y capacidad de trabajo. “Cuando la vida para él todavía era aurora -escribió alguna vez Don Facundo-ya Fray Nano era famoso escritor deportivo, dinámico y genial; vino al mundo con un destino: el periodismo específico… Para el trabajo tenía temple de acero y una vitalidad asombrosa, no se cansaba de teclear”.

La especialización -el periodismo “específico” al que se refiere Don Facundo- fue otra de las enseñanzas de Fray Nano, quien a sus cualidades como periodista unía dotes de administrador que lo llevaron a la rápida consolidación del periódico que fue su vida.

Las empresas de Fray Nano y sus pasiones fueron muchas. En primer lugar el deporte, y sobre todo el beisbol y el boxeo. Para los redactores de La Afición tenía una sentencia: “Si lo que escribió no es en beneficio del deporte, arrójelo a la basura”.

El comienzo de la aventura

La historia es imprevisible, como la vida. Hacia el final de los años veinte del pasado siglo, cuando el país vivía el fracaso de los sueños democráticos de José Vasconcelos, nada auguraba el destino de Fray Nano como impulsor de un proyecto inédito en el periodismo mundial: un diario deportivo.

En El Universal era uno de los cronistas más destacados, siempre puntual en sus apreciaciones, pero también ameno y vehemente. Era además jefe de la sección deportiva de El Universal Gráfico y todo apuntaba a una prolongada carrera en esa empresa, pero entonces comenzaron los atropellos y el autoritarismo insufrible de uno de sus jefes, quien bajo argumentos falaces comenzó a cuestionar su trabajo y a someter sus escritos a una intolerable censura.

Fray Nano protestó. No admitía la arbitrariedad y menos aún la injusticia. Tuvo algunas discusiones al respecto con el oscuro personaje que lo acosaba, quien una noche le dijo que si quería escribir sobre cualquier cosa sin ser molestado, debería crear su propio periódico.

Le tomó la palabra: renunció a El Universal y se lanzó a la aventura junto con dos cómplices: el experto taurino Carlos Quiroz, Monosabio, y Mario Fernández, Don Facundo, el primer cronista de futbol que existió en México. La juventud de Fray Nano contrastaba con la veteranía de sus compañeros; sin embargo, los tres compartían el mismo entusiasmo: crear un periódico deportivo.

“No pensamos que sus ediciones pasarían de una a la semana -escribió Don Facundo en noviembre de 1961-. Pero en cuanto apareció la primera se hizo en torno a este semanario una atmósfera de simpatía tan sincera que al poco tiempo decidimos hacerlos bisemanario y al fin diario, que era la ilusión de Fray Nano.

“A él se le debió el buen éxito de esta publicación. Ni Monosabio, ni mucho menos yo, hubiésemos sido capaces de realizar la obra periodística que para admiración de todos los deportistas de México y para honor suyo, realizaba el más grande de los escritores deportivos que ha dado este país: Fray Nano”.

Fray Nano no se limitó a la creación del que ahora es el diario deportivo más antiguo del mundo, aunque se historia personal está ligada a ella. En su biografía destacan también su vocación de maestro, la decisión de alentar la carrera de numerosos y sobresalientes discípulos, y su apasionada defensa de la libertad de expresión.

Murió el domingo 12 de diciembre de 1961 en el Sanatorio Español de la Ciudad de México. Tenía 59 años y su aspecto era el de un anciano con el cuerpo menguado pero con la voluntad íntegra. Aun en sus últimos días siguió escribiendo su columna “Picadillo”, en la cual respondía las dudas del gran número de lectores que lo seguía con absoluta y merecida lealtad.

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