Diosa Quetzal, la luchadora que dejó Bellas Artes por el cuadrilátero

Edición Fin de Semana

Antes de entrar a la Lucha Libre, la gladiadora tuvo una formación artística en música, danza y artes plásticas, cualidad que heredó de sus bisabuelos y abuelo

Diosa Quetzal
Ciudad de México /

No cabe duda que las máscaras y los equipos que portan los luchadores siempre esconden un secreto o una historia, pero el de Sheila Yunuen Márquez, mejor conocida como Diosa Quetzal, está musicalizado. Antes de entrar al mundo de la Lucha Libre, la gladiadora tocaba el piano en Bellas Artes.

“Mi historia comenzó de una forma extraña. Yo no tengo familia dentro de esto y tampoco fui aficionada de la Lucha Libre. Me dedicaba a la música, estudiaba en Bellas Artes, y obviamente de tantas horas estar sentada en el piano mi cuerpo lo empezó a resentir, así que comencé a buscar una actividad que me regresará la agilidad y me permitiera bajar de peso”, cuenta a MILENIO-La Afición.


Pese a que un amigo le recomendó practicar Lucha Libre, ella que no era para nada fanática de este deporte siguió buscando opciones; al final, después de ver otras alternativas en las que no se sintió cómoda, entró al gimnasio del luchador Ángel Mortal.

“El primer día, fue el más difícil de mi vida, salí vomitando, me dolía el cuello y la cabeza, pero me sentí libre, bien. Con mi historia compruebo que el luchador nace. Llegué por azares del destino, entrenaba con hombres, era duro, salí con la nariz movida, el hueso zafado, el pecho reventado, pero me gustaba y no dejaba de ir. Como al año se me brinda la oportunidad de luchar. Era un evento no profesional, pero a partir de ahí me empezaron a hablar cada semana hasta que pude entrar con Liga Elite. Jamás me imaginé cuánto me iba a enamorar de este deporte”.

De las artes a la Lucha

Hace algunos años la vida de Diosa Quetzal estaba encaminada a las artes, una herencia familiar: “Mis bisabuelos y mi abuelo eran músicos, mi bisabuela pianista y mi bisabuelo y abuelo guitarristas. De pequeña me di cuenta que se me daba esto de la música. Un día se lo comenté a mi abuelo y me apoyó, me buscó un maestro y me dijo ‘tu voz es extraña, eres mezzosoprano (voces no muy comunes) y vamos a trabajarla, así empecé.

“Luego salieron convocatorias de unos bachilleratos de Bellas Artes y decidí prepararme para la prepa de la UNAM y también en Bellas Artes. El resultado fue que me quedé en ambas, pero a la mera hora me decidí por Bellas Artes. Al inicio es como experimentar, tienes todas las artes: danza, música y teatro, después te vas especializando. Fue difícil, te hacen cuatro exámenes uno de artes plásticas, uno de danza, uno de música y teatro, además del examen teórico, si pasas los cinco y estas entre los 160 mejores puntajes ingresas a esta escuela”, señaló Sheila.


La luchadora no dejó todo de lado, aún continúa haciendo algunas cosas para teatro: “La cantada la dejé por un padecimiento clínico que me limitó en la voz. El piano no lo toco, ya tiene rato que no doy clases, eran particulares. La música se quedó de lado, lo que no he dejado es el teatro, no tuve una preparación como el piano, pero sí tuve tres años de teatro y uno de musical, de repente llegan proyectos y los tomo”.

Sueña con ser leyenda

Uno de los objetivos de Diosa Quetzal es convertirse en un ícono del pancracio, por lo que trabaja arduamente para dejar su huella.

“Mi objetivo es ser una gran leyenda de la Lucha Libre mexicana, quiero ser la mejor luchadora y representar a México en el mundo, sé que tengo la capacidad para eso y más. Hoy quiero ser el rostro femenil de Robles Patrón Promotions, y después luchar en Estados Unidos”.

Contra el machismo

Diosa Quetzal reconoció que cuando inició en el deporte de los costalazos fue víctima del machismo que se vive dentro de un deporte tan tradicionalista como la Lucha Libre.

“Cuando yo iba iniciando sentía mucho el machismo, de hecho, en luchas mixtas me llegó a tocar que hombres me dieran una friega y me decían mientras me pateaban y raqueteaban: ‘¿querías ser luchadora no?’. Sí considero a la Lucha Libre machista, pero hablando de generaciones pasadas. Este es un deporte tradicionalista y se le guarda un gran respeto a las leyendas y su postura pesa en este deporte y es feo que se sigan espantando que una mujer también puede luchar”.


“Por otro lado, este deporte ha evolucionado favorablemente ya que compañeros luchadores y promotores les han brindado mayor oportunidad a las mujeres, nos hemos ganado un respeto porque ven que somos entronas, que luchamos de tú a tú, que cargamos igual”, remata la gladiadora.

Perder la máscara la catapultó

En mayo del 2017 Diosa Quetzal enfrentó a Keira en una lucha máscara contra máscara, en la cual Sheila Yunuen Márquez fue despojada de su tapa, algo que a la larga la benefició en su carrera luchística.

“Tiene un simbolismo fuerte. La máscara es una tradición, un emblema y un símbolo, sin duda es lo máximo para un luchador y para mí lo fue. Hay personas a las que les beneficia o perjudica perder la máscara. En mi caso me benefició, al principio sentía que luchaba desnuda, el público ya sabía quién era, pero un día salí a luchar y el resultado fue increíble. Perder la máscara simbolizó un cambio entre una luchadora novata y una que iba tomando experiencia. En ese tiempo expuse mi máscara porque no sabía de mis capacidades, si lo hubiera sabido no la expongo, pero a partir de ese golpe se vino un nuevo inicio para Dios Quetzal”.

EML

  • Tonatiuh Guerra
  • gerardo.guerra@milenio.com
  • Reportero en La Afición. Egresado de la Licenciatura en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septien García

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