Existen historias casi inéditas dentro del mundo del deporte que pocas veces son contadas. En esta ocasión, existe el testimonio de un atleta náufrago que sobrevivió a los horribles castigos de la Segunda Guerra Mundial; su nombre es Louis Zamperini.
Nació un 17 de enero de 1917 en Olean, Nueva York, proveniente de una familia migrante italiana. Su infancia fue bastante dura puesto que no dominaba el inglés. La solución más óptima fue ingresar al equipo de atletismo de su escuela, deporte que siguió durante su desarrollo académico. Con tan sólo 17 años consiguió ganar el Campeonato de California de 5 mil metros; dos años más tarde se clasificó a los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.
Con tan sólo 19 años, formó parte del equipo de atletismo que brilló en las tierras alemanas, donde compartió espacio con Jesse Owens. Pese a no conseguir ninguna medalla fue reconocido por Adolf Hitler por su enorme esfuerzo por culminar entre los primeros diez del certamen. En la vuelta final, un Louis agotado dio su máximo para terminar en la octava posición; fue el más rápido de aquella ronda con 56 segundos.
“Así que tú eres ese muchacho que ha corrido tan rápido en la última vuelta, ¿eh? Buen Chico. Enhorabuena”, fueron las palabras que el führer le dirigió tras la competencia, contaba Zamperini.
Un cambio radical
Louis regresó a Estados Unidos con la frente en alto, se dio cuenta de su increíble capacidad para competir; fue considerado como un héroe en Alemania y en su país natal. No paraba de pensar en los siguientes Juegos Olímpicos de 1940, los cuales se disputarían en Japón. Sin embargo, su visita al país del sol naciente fue completamente distinta a su imaginario.
Comienza la Segunda Gran Guerra, los estadunidenses realizan tareas de reclutamiento mediante mensajes y discursos para persuadir a los jóvenes; un sentido nacionalista que llegó al joven atleta. Para 1941 Zamperini se enlista al ejército, donde es asignado como bombardero de un B-24 bautizado como Super Man. Luego de un leve incidente, el avión fue sustituido por otro del mismo modelo, el Green Hornet recibió a los 11 soldados. Cabe señalar que este último planeador era temido por las tropas americanas, debido a sus constantes fallas mecánicas…
El 27 de mayo de 1943 marcó la vida de Louis por completo: en una misión de rescate, sin enemigos a la vista, el famoso Abejorro Verde sufrió un error mecánico, ocasionando su desplome en caída libre directo al mar. De los 11 tripulantes, sólo tres sobrevivieron al accidente. Zamperini, junto con sus compañeros Russel Phillips y Francis McNamara, quedaron varados sobre el océano.
Pasaron 27 días enteros, los tres sobreviviendo con peces crudos, agua de lluvia y su compañía. Louis contaba aquella exitosa anécdota sobre la vez que conoció a Hitler, para mantener cuerdos a sus amigos. Pese a los esfuerzos, McNamara falleció después de 33 días en el océano. Dos semanas más tarde los últimos dos tocaron tierra firme en una isla desconocida.
Esto apenas comienza
Luego de 47 días varados en el océano, Phillips y Zamperini fueron atrapados por tropas japonesas cuando apenas pisaron tierra. Encerrados como prisioneros de guerra, dentro de la cárcel conoció a Mutsuhiro Watanabe, uno de los criminales más sanguinarios del mundo.
Fueron tres años de maltratos, castigos y humillaciones por parte de Watanabe. Pero, luego del fin de la guerra y la declaración de rendición de Japón, los dos sobrevivientes regresaron a Estados Unidos, donde se les consideró como muertos en combate.
Su vida se convirtió en un infierno gracias que fue diagnosticado con estrés postraumático, la exasperación y la enorme ira lo alejaron por completo de las competencias. Sus deseos de ganar alguna medalla se vieron quebrantados.
La reivindicación
Tras varios años de traumas, Louis empezó a acudir a reuniones religiosas donde conoció el valor del perdón. El cristianismo permitió, luego de varios años, visitar Japón tras la enorme confrontación. Se reencontró con algunos de los guardias que lo maltrataron y torturaron pero él los recibió sin remordimientos con un abrazo.
Años más tarde en los Juegos Olímpicos de Invierno 1998 en Nagamo, Japón, fue uno de los invitados de honor para llevar la antorcha olímpica. Además, en diversas ocasiones tuvo la oportunidad de visitar a Matsuhiro Watanabe para ofrecerle su perdón, pero este se negó rotundamente.
Louis Zamperini nunca más volvió a competir en su vida. Se dedicó a realizar charlas motivacionales y escribió un libro donde cuenta más a detalle su historia. Falleció el 2 de julio de 2014 a la edad de 97 años.