Se cumplen 52 años de la medalla de bronce que obtuvo la nadadora María Teresa Ramírez en los Juegos Olímpicos de México 1968, la cual consiguió con tan solo 14 años de edad, un logro que trabajó con mucha dedicación y que también tuvo un costo en su vida personal: detener su camino como pianista.
“Ahora con la pandemia y como he estado más en mi casa, volví a recordar esos momentos, desde mi familia, lo que pasaba en ese entonces, la historia del piano, ya que yo pensaba que se iba a desarrollar mi vida por ese rumbo, pero no”, expresó Ramírez.
María Teresa se adentró en el estudio del teclado cuando apenas cumplió cinco años de edad, y cuando tenía siete ya ofrecía algunos conciertos en la Sala Chopin y con gran talento interpretaba a Mozart y a Beethoven.
“Era una niña muy responsable, y empecé el piano a los cinco años. Me gustaba mucho y me hizo ser más dedicada y más responsable, además, ya empezaba a dar conciertos, así que todas esas experiencias me ayudaron mucho en mi vida, porque me enseñaron que podría hacer muchas cosas. Los conciertos que daba en las salas Chopin fueron grandes experiencias, era imponente esa sala, y esas cosas me sirvieron mucho cuando empecé a nadar, ya que durante varios años realicé las dos actividades”, indicó.
Ramírez practicaba en ese entonces las dos actividades, piano y natación, pero poco a poco se fue inclinado por el deporte y crecía más el sueño de participar en unos Juegos Olímpicos, por lo tanto, a días de cumplir los ochos años de edad, decidió dejar el piano.
Difícil decisión
“Vino el momento decisivo en mi carrera deportiva, donde tuve que escoger entre el piano o la natación, y mis padres me preguntaron ‘qué quieres tú,‘qué te gusta más’. En ese momento ya era campeona nacional en dos categorías y obviamente la natación estaba dentro de mi mayor interés, además, tenía mucha facultad para nadar”, indicó.
La ex nadadora recuerda que observar las competencias de la edición de Tokio 1964 fue un parteaguas para decidirse por continuar con su carrera deportiva.
“Anteriormente vi los Olímpicos de Tokio 1964, y me impresionaba mucho ver a los deportistas competir, y pensé que quería ser como ellos y ganar una medalla. A los 11 años competí en mi primer evento internacional de categoría abierta y gané dos medallas en 100 metros mariposa. A esa edad ya era campeona nacional en varias pruebas”, mencionó.
A pesar de que en México aún no existía un Centro de Alto Rendimiento y no tenía un ejemplo a seguir en el país, Ramírez decidió continuar con el reto.
“Cuando se acercan los Juegos, empiezan a integrar a una preselección, y comienzan a construir el Centro Deportivo Olímpico Mexicano, pero mientras íbamos a entrenar a Zacatenco, eran trayectos larguísimos porque yo vivía cerca de la Alberca Olímpica. Cuando terminaron de construir el CDOM, íbamos a hacer acondicionamiento físico y caminábamos entre las piedras. Yo no tuve ningún modelo a seguir en México para tomarlo como ejemplo, y para ello debía basarme en las extranjeras”, explicó.
La experiencia olímpica para María Teresa comenzó desde el momento en que se abrió la Villa Olímpica.
“En cuanto abrieron la villa fue una de las primeras, porque era todo un sueño estar ahí, ver a todos los atletas y tener una gran interacción, y además muy agradecidos con la atención que tenían. La inauguración fue espectacular y todas esas cosas te iban marcando cada vez más, y los Olímpicos eran algo muy diferente a lo que ya había competido”, precisó.
Ya en la magna justa, María Teresa participó en cinco diferentes categorías: 200, 400 y 800 metros libres, aunado a los estilos combinado y libre de relevos, y hasta antes de su participación en los 800 metros, su mejor resultado había sido llegar a la final en los 400.
El gran día
El 24 de octubre de 1968 llegó el momento de la verdad para María Teresa, ya que era su última oportunidad de subir al podio o quedarse con las manos vacías. En la final de los 800 metros, la mexicana venció a la australiana Karem Rojas por una décima de segundo, obteniendo el tercer puesto con un tiempo de 9:38:05 minutos, en tanto, Rojas registró 9:38:06.
“Cuando salimos a la alberca sentimos todo el apoyo y era la locura. Fue una prueba muy difícil y podía pasar cualquier cosa, y a final de cuentas, como estaba bien situada en un buen carril podía ver a las rivales, y eso me ayudó, además escuchaba a la gente gritar y sentía que estaba en la pelea. En los últimos metros se definieron las medallas, lo cual no pasa en una prueba larga. Al terminar volteo al reloj, pero no veía mi nombre, y después de que apareció me pregunté que si en verdad esto estaba pasando o me lo estaba imaginando, pero s fue una gran alegría, una experiencia maravillosa", compartió.
La ex nadadora no dudó en festejar ese resultado histórico para nuestro país y durante toda la celebración recuerda que nunca se quitó la medalla e incluso se durmió con ese metal colgado a su cuello.