Nunca lo vio venir. El Rayo de Jalisco Jr. tenía la certeza de que afrontaría la lucha más complicada de su carrera, pero jamás imaginó que, apenas pusiera un pie sobre el cuadrilátero, Cien Caras le estrellaría una guitarra en la cabeza. Sí, la imagen que inmortalizó el clímax de una de las rivalidades más encarnizadas de este deporte y que provocó el resurgimiento de la Lucha Libre mexicana en la década de los 90’s.
Y es que la lucha de máscara contra máscara entre ambos gladiadores generó una expectativa nunca vista. Esa noche, la del 21 de septiembre de 1990, la Arena México estuvo cerca de convertirse en el escenario de una tragedia por el sobrecupo alarmante que provocó la caída de una barda de la parte superior del recinto y que lesionó a siete personas.
La Afición relató al día siguiente que fue tal la afluencia de aficionados que para la hora la de la pelea había casi el doble de personas permitidas, 30 mil para un aforo de 16 mil 500.
SALVARON EL ANIVERSARIO
Desde la pelea entre el Santo y Black Shadow de 1952, una lucha no había generado tanta expectación; sin embargo, el Rayo de Jalisco Jr. y Cien Caras superaron el límite. Fue una rivalidad que se coció a fuego lento, como se acostumbraba en aquel tiempo; de compañeros, incluso hasta amigos, se convirtieron en acérrimos rivales.
“En una función me desconoció y nació la rivalidad. Casi, casi comíamos del mismo plato, como dicen por ahí, pero me dio la espalda y me agredió, ahí acabó la amistad. Fue una rivalidad muy fuerte y pesada, tanto él me lastimó como yo lo lastimé. En una ocasión nos encontramos en la oficina, en un día de cobro, comenzaron los dimes y diretes y la trifulca, rompimos hasta una mesa, nos llamaron la atención y nos castigaron, lo cierto es que ya no nos podíamos ver”, recuerda el Rayo de Jalisco en charla con MILENIO-La Afición.
Aunque era tal la rivalidad, la Empresa Mexicana de Lucha Libre (hoy Consejo Mundial) quería esperar un poco más para la inminente lucha de apuestas; sin embargo, en 1990 la función de aniversario no tenía definida su pelea estelar, fue así como se pactó lo que todos los aficionados ya esperaban: el duelo máscara contra máscara.
“Para ese aniversario no tenían nada que presentar, no tenían una rivalidad grande; al mes de la fecha de la lucha hablaron conmigo para ver si realmente quería apostar la máscara, eso fue una sorpresa, pero les dije que sí. 15 días antes estábamos firmando el contrato. Cuando firmamos me dio mucho gusto, porque era algo que quería y esperaba, pero después de eso me entraron los nervios, eran unos nervios tremendos de esos que no te dejan dormir”.
UNA NOCHE PARA EL RECUERDO
“Llegamos a las 6 de la tarde a la Arena México y ya era impresionante ver tantísima gente. Las calles estaban llenas, yo tardé para atravesar la calle como una hora porque la gente no me dejaba pasar. Al llegar a la arena el corazón empezó a bombear con los gritos, los nervios y la desesperación…cuando ya estaba en los vestidores escuché las noticias sobre que habían golpeado a la gente de las entradas y se metió público a la fuerza, que ya todo estaba hasta el tope, que el ambiente estaba bonito, pero había mucha gente y eso me puso más nervioso, también me enteré de que se cayó una barda con varios aficionados”, recuerda el Rayo de Jalisco.
Las peleas se fueron cumpliendo y llegó el momento de la estelar. “Cuando puse un pie fuera del vestidor y me vio la gente…caramba, ¡qué emoción tan fuerte!, eran gritos ensordecedores, de esos que te duelen hasta la cabeza”.
Sí, el Rayo quedó tan absorto en el ambiente del público que nunca miró que su rival ya estaba en el cuadrilátero, mucho menos que ya le había arrebatado la guitarra a uno de los mariachis que se encontraban en el ring. Venía en hombros, con el Son de la Negra y los gritos de la afición como acompañantes, pero, así como puso un pie sobre el ring y se apoyó en la cuerda, Cien Caras le estrelló el instrumento en la cabeza.
“Sentí que se me iba la luz, que me desmayaba, porque me agarró de sorpresa. Nunca me lo esperé ni lo vi llegar. Sabía de sus mañas y su fuerza, pero esa noche entre la emoción, el nervio, la verdad no me lo esperaba”.
Fueron instantes de angustia. El Rayo cayó a la tarima y como pudo, y con la ayuda de su padre, se reincorporó para entrar al cuadrilátero. Semi noqueado perdió la primera caída, ya reestablecido ganó la segunda y llegó a la tercera con muchos pensamientos en la cabeza.
“Tuve mucho miedo de perder mi máscara, de fallarle a mi papá y al público, justo cuando iba a empezar la tercera caída sentí más miedo, pero pensé que debía echarle todas las ganas porque justo mi papá había perdido la máscara un año antes… empecé con miedo esa caída, pero me concentré y fue un toma y daca muy difícil porque Cien Caras era muy fuerte. Cada vez que lo cubría y esperaba el conteo, solo pensaba ‘por favor, Dios, ya, ya que termine’, así hasta que por fin llegó y descansó mi alma”.
El Rayo de Jalisco ganó la lucha. La gente se arremolinó alrededor del ring para conocer la identidad de Cien Caras, quien tardó más 10 minutos en quitarse la máscara, incluso hubo otro intercambio de golpes entre los luchadores. Finalmente, se la quitó y el público conoció la identidad de Carmelo Reyes.
PARTE DE LA HISTORIA
Han pasado 30 años desde aquella velada. Hoy, el Rayo de Jalisco sigue en activo, mientras que Cien Caras desde hace un tiempo anunció su retiro, aunque de vez en cuando participa en alguna función especial. Desde entonces ninguna pelea ha generado tal expectación en el pública. Sí, aquella noche trascendió y generó un nuevo boom en la Lucha Libre mexicana.
“Tuve muchas rivalidades fuertes, pero esa tuvo algo especial, con toda la emoción que hubo, con todo el sentir del público, fue inolvidable. Respetando a todos mis rivales, pero Cien Caras y la noche del guitarrazo fue inolvidable, mágica y emocionante, la lucha más importante que he tenido”, concluye el Rayo de Jalisco.