Pasión por los autos clásicos; en su colección tuvo al Etoile Filante

Miguel Ángel Barocio, su profesión es la odontología, pero su pasatiempo y pasión son los autos; por varios años se ha dedicado a adquirir y restaurar joyas sobre ruedas.

Miguel Ángel Barocio Sada es un personaje bastante reconocido entre los coleccionistas de autos clásicos en La Laguna. | Especial
Carlos Hernández Castrejón
Torreón, Coahuila /

El doctor Miguel Ángel Barocio Sada es un personaje bastante reconocido en el ambiente de los coleccionistas de autos clásicos en la Comarca Lagunera. Lo delata su amor por la marca Renault, es un apasionado desde su infancia y durante décadas ha logrado reunir más de 30 unidades, algunas de ellas con reconocimiento internacional.

Su profesión es la odontología, pero su pasatiempo y pasión son los autos. Por varios años se ha dedicado a adquirir y restaurar joyas sobre ruedas, en su mayoría de la marca francesa, que es la que lo introdujo al mundo del automovilismo de colección.

Esta pasión se remonta a su niñez, cuando su padre le obsequió un auto eléctrico que podía manejar con sus restricciones al tener que estar conectado a la corriente eléctrica del hogar, debido a que en ese tiempo las baterías duraban poco.

“El gusto me nació a temprana edad, todos tenemos una afición que desde niño se va descubriendo y se intensifica cuando se es joven o adulto, cuando se tienen los medios para hacernos de lo que nos gusta y cuesta. Desde chico me gustaron los carros, a mi papá le gustaban los autos deportivos, tuvo varias marcas, era aficionado a los Renault y Mustang, entre otros, pero no era apasionado”, comparte.

“Mi primer auto fue a los 5 años, el carrito eléctrico, no había mucha tecnología, era tipo Fórmula Uno con una rueda adelante eléctrica que funcionaba con su batería, pero se batallaba, a veces tenía que conectarlo porque las baterías no soportaban mucho. Más delante, ya en la secundaria, estudié en la Federal 1 en los talleres de mecánica, de soldadura, en el tercer año comencé a hacer un carrito. Para eso deshice mi bicicleta, las ruedas las puse adelante y atrás unas llantas de Renault 4, porque siempre me ha gustado la marca y debía tener algo en mi obra. Le puse un motor Islo 100 y se hizo tubular, con suspensión, direccionales y focos, era un monoplaza, aunque a veces como podía llevaba a algunos de mis amigos de la prepa, que fue donde lo terminé. Ahí comenzó mi pasión por fabricar y reconstruir”.

Al estudiar odontología adquirió un Gordini, lo modificó, lo hizo convertible, pasó de ser de cuatro a dos puertas y lo invertido era producto de su trabajo como técnico dental. En ese tiempo fue tentado por sus papás para estudiar alguna ingeniería al ver su pasión por las unidades motrices y su restauración; pero decidió convertirse en dentista y los autos fueron su pasatiempo.

Ya graduado comenzó a comprar sus primeros automóviles más selectos de la marca, algunos no en buenas condiciones, pero los tomó como proyecto para reconstruir. Comenzó a buscar uno como el que tuvo su padre, el deportivo Dina Alpine de dos plazas, pero ya no se fabricaban y los que había en la región estaban arrumbados. Aún así adquirió algunos para restaurarlos.

Desde 1984 hasta 2020 se dedicó a reconstruir y llenar su cochera con hasta nueve unidades de distintas épocas y modelos, todos Renault.

En los años sesentas, cuando había bastante auge por el automovilismo deportivo en La Laguna, José Antonio Segura era el dueño de la agencia distribuidora de la marca en La Laguna, era muy entusiasta de las carreras y conociendo sobre los antecedentes de la compañía francesa, sus logros deportivos, innovaciones y tecnología lo cautivaron. Se volvió una pasión de tal manera que algunos de sus trabajos se fueron hasta Europa.

Uno de sus vehículos fue adquirido por un coleccionista de la Ciudad de México, el más importante de toda América de Renault. Se trata del Etoile Filante (estrella fugaz) de turbina.

Historia del Etoile Filante

Este automóvil que impuso récord mundial para coche turbina en septiembre 1956 con 308,85 kilómetros por hora en 5 kilómetros, en el lago salado de Boneville, sólo tuvo fabricación de dos unidades.

En 1957, el primer prototipo es expuesto en el Salón de Fráncfort y en el Salón de Nueva York. En 1958, está en la Expo de México y Renault-México decide exhibirlo en diferentes concesiones por todo el país para promocionar la marca. Al fin y al cabo, el Etoile Filante sirvió para apoyar el lanzamiento comercial del Dauphine en Norteamérica.

El coche se queda en México, propiedad de Renault hasta 1986, vía Rimex (Renault Moteurs). Ese año, una firma canadiense compra Rimex y los dirigentes de Rimex, en 2001, le regalan el coche (sin turbina, pues Turbomeca las presto a Renault, nunca se las vendió) a un empleado por los servicios prestados. Y éste se lo vende a un coleccionista mexicano de Renault Alpine que lo sacaría a subasta en 2006. Esa persona es el doctor Barocio.

Fue el primer carro que Renault fabricó en fibra de vidrio y se lanzó un libro especial en Francia que relata su historia singular, porque sólo hubo dos de ese tipo en el mundo. Cuando lo obtuvo el doctor Barocio, decidió venderlo a Alberto Gironella, un coleccionista de la Ciudad de México, hijo de un pintor famoso, quien lo terminó de restaurar y en ocasiones lo presto al museo de Lemans en Francia para ser exhibido.

La estrella fugaz, que según se afirma llegó a correr los 350 kilómetros por hora, no hizo más intentos a causa de la inestabilidad de la turbina de gas. En alguna ocasión la hermana del desaparecido Ayrton Sena lo quiso comprar cuando lo vio exhibido en una subasta en la capital, mientras que revistas especializadas de Francia han hecho reportajes sobre este vehículo, donde incluyen la participación del lagunero.

Hubo necesidad de vender algunos

El doctor Barocio se vio en la necesidad de deshacerse de algunos miembros de su colección hace aproximadamente 10 años, cuando la inseguridad elevó el robo de autos. 

“Cuando estuvo la época fea de inseguridad tuve que vender algunos autos, pues los ladrones se metían a las casas y robaban. Me dolió vender los emblemáticos, los especiales, aunque años después volví a armar la colección con algunos R5, R8, Encore, Aliance, Guayin 12, R18, incluyendo al que llamo ‘El monstruo Lagunero’, que modifiqué a mi gusto”.

El doctor disfruta lo que tiene y lo ilusiona que algún día esta ciudad pueda contar con el museo del auto para poder exhibir al público su trabajo, porque es un amante de lo clásico y es parte de la historia que deben conocer las nuevas generaciones físicamente, no sólo por fotografías en internet.

CALE

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