"Salió disparado del auto": así narró La Afición la muerte de Ricardo Rodríguez en 1962

Gran Premio de México 2019

Previo al primer Gran Premio de México, nuestras páginas relataron los momentos de terror que se vivieron tras el accidente mortal del piloto mexicano

Crónica de La Afición sobre la muerte de Ricardo Rodríguez en 1962 (La Afición)
Ciudad de México /

En 1962, México alistaba su primer Gran Premio de Fórmula Uno, donde un fatal accidente cobró la vida del piloto Ricardo Rodríguez, quien era una de las grandes figuras de aquella carrera. 

La Afición estuvo en el lugar de los hechos y así publicó la crónica para todos sus lectores.

 

Texto íntegro publicado en nuestro periódico el 2 de noviembre de 1962: 

Ricardo Rodríguez salió disparado del auto después del choque y murió instantáneamente 

Por José Manuel Zaragoza 

¡SE MATÓ RICARDO RODRÍGUEZ! Lo vimos, lo estamos escribiendo y todavía no lo creemos. Es algo increíble, sobre todo tratándose de un piloto tan seguro, tan completo como el chamaco sensación del automovilismo deportivo mundial. 

Insistimos, no lo creemos, pero desgraciadamente así es. 

Para desgracia de su familia, para aquellos que fuimos sus amigos y para el automovilismo deportivo mexicano y mundial. 

Ricardo Rodríguez, joven piloto mexicano que junto con su hermano Pedro puso muy en alto los colores patrios en las pistas extranjeras, murió en “su” pista, en el Autódromo de la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca. 

En infinidad de circuitos expuso Ricardo la vida y el Todopoderoso dispuso que fuera aquí en casa, entre todos sus familiares y amigos, entre su público que tantas veces lo vitoreó donde encontrara la muerte.  

Ahí quedó tirado su destrozado cuerpo sobre la pista que infinidad de veces lo sintió pasar con el acelerador a fondo, bien para mantener su posición o bien para dar alcance a sus enemigos. 

Sobre la curva peraltada, bajo el riel de protección quedó Ricardo Rodríguez. Los restos de Ricardo Rodríguez. 

Sobre una curva amplia, segura y donde nunca pasado nada, ni una derrapada ni un trompo, en fin nada. Y que conste que en ese tramo se desarrollan grandes velocidades, pues el peralte ayuda a ello. 

Y así viniendo a gran velocidad, a cosa de 180 kilómetros por hora, a bordo de su Lotus V-8 Fórmula Uno, color azul acero matriculado con el número uno, el número predilecto de Ricardo en sus carreras en México, el chamaco sensación encontró la muerte, ahí cerca de la torre de control, ante la vista de la mayoría de los que asistimos ayer al Autódromo. 

DEL IMPACTO SE DESTROZÓ EL ABDOMEN 

Ricardo, conforme anotamos en nota por separado, había registrado el mejor tiempo en los entrenamientos con vistas al I Gran Premio Automovilístico de México, 2’04” 7/10 en la pista de cinco kilómetros para un promedio de velocidad de 242.096 kilómetros por hora. 

Un magnífico tiempo, pero Ricardo quería cronometrar menos de los dos minutos y por ello, ya casi con el tiempo agotado para los entrenamientos, entró de nuevo a la pista, lo cual hizo cuando solo un auto, el del Conde holandés Carol Godin de Beaufort estaba rodando. 

Lo que quiere decir que tenía pista libre, pues Godin venía atrás de él y después su hermano Pedro, quien entró a la pista cuando vio que lo hizo Ricardo. 

Sin temor de encontrarse a nadie en la pista aceleró fuertemente en su batalla con el reloj y a la mitad de la curva peraltada su auto hizo un extraño para irse a estrellar con la barra metálica de protección de la parte de arriba, o sea la de afuera, para que luego el Lotus Fórmula Uno rebotara para estrellarse contra el otro riel protector, el de abajo, el de la parte de adentro de la pista. 

Tras este segundo impacto, Ricardo fue despedido del auto para ir a estrellarse a la altura del abdomen contra el riel de arriba de la cuerva. Toda esta macabra acción aconteció a las 17:10 horas. 

El joven piloto mexicano quedó con el cuerpo destrozado, principalmente el abdomen. Casi se partió en dos. Los intestinos regados hicieron aún más dantesco el cuadro. Fue algo horroroso, algo indescriptible y el tratar de reconstruir aquella escena nos produce pavor. 

Era una masa deforme, sanguinolenta. Así había quedado Ricardo Rodríguez bajo el riel, bajo el muro de protección que fue la tumba del joven volante mexicano. 

De ahí ya sin vida fue levantado por los ambulantes de la Cruz Verde, institución que tenía tres unidades en la pista como en ocasiones anteriores, y llevado al Hospital Balbuena. 

La noticia, como reguero de pólvora se extendió por todos lados. Ricardo Rodríguez se mató. Todo mundo preguntaba las causas y las seguirá preguntando, el que podría explicar como nadie la razón por la que el auto derrapó para ir a estrellarse contra el riel ya no pertenece a este mundo, se fue, se nos adelantó en el viaje que todos tenemos que hacer… Descansa en Paz, Ricardo. 

Ricardo Rodríguez de la Vega nació en esta capital el 14 de febrero de 1942, o sea que contaba al morir 20 años. Hoy sufren la tragedia sus padres, don Pedro N. Rodríguez y doña Concepción de la Vega de Rodríguez. Sus hermanos Pedro, Conchita y Alejandro y su señora esposan Sarita Cardoso de Rodríguez, con quien contrajo matrimonio a principios de este año. 

Para todos ellos nuestro más sentido pésame. 

El cadáver de Ricardo presentó traumatismo craneano encefálico, otorragia izquierda; hundimiento de la región occipital, fractura de la columna vertebral, fractura de la pelvis; separación del abdomen y fracturas en las extremidades superiores e inferiores derechas. Este fue el parte médico rendido por los médicos cirujanos del Hospital Balbuena. 



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