Fátima Largaespada, poblana que representará a Nicaragua en los Juegos Olímpicos

Edición Fin de Semana

Heredera de una especialidad deportiva, la atleta se prepara para representar al país centroamericano en la justa de Tokio debido a un deseo familiar, aunado a la falta de apoyos.

Fátima Georgina Largaespada Simont. (Especial)
Édgar González
Puebla /

Heredera de uno de los apellidos de mayor renombre en la esgrima nacional e internacional, Fátima Largaespada Simont ha vivido los momentos de alegría y los sinsabores que el deporte de alto rendimiento forja en las carreras de todo buen atleta, donde las circunstancias de la vida, aunado a la falta de apoyos en el país, la llevaron a defender hoy en día la causa por Nicaragua.

Historia que sigue su ascenso de cara a una participación en Juegos Olímpicos, que si bien aun no se concreta, figura entre sus planes a cumplir. Ha logrado sus metas en campeonatos nacionales e internacionales, donde su nombre respalda el apellido que su familia escribió en letras de oro con el paso de los años.

¿De dónde nace tu afición por la esgrima?

“Nací y crecí en la ciudad de Puebla, con una familia de médicos y esgrimistas, los veía estudiando para exámenes nacionales, de la universidad, trabajando como locos, a mi mamá, a mis tíos. En esos momentos dije: ‘cuando sea grande seré doctora’, es parte de la familia, pero mi vida tomó un camino muy diferente, ahora estamos en Nueva York preparándonos para ir a Tokio”.

¿Qué tanto consideras fue por gusto o por imposición?

“Cuando empecé fue algo que estaba siempre para mí y tenía que hacerlo, porque todo mundo en mi familia lo hacía, era una tradición y tenía que hacerlo. Intenté varios deportes, atletismo, que casi fui a unas Olimpiadas Nacionales, pero a mí no me gustaba tanto, eso no iba conmigo, intenté otros deportes, pero al final me gustó la esgrima por la creatividad que me da, por lo bello que es, es un deporte muy complejo, es increíble”.

¿Cómo fue entrenar con tu abuelo, una leyenda de la esgrima, Viterbo Simont?

“Para mí no fue tan fácil porque tenía que ser un ejemplo. Si yo me portaba mal y no me llamaban la atención, todos se iban a portar igual, siempre tenía en mente que debía dar el ejemplo. Mi abuelo me mantenía bajo una estricta disciplina, eso fue lo que más me gustó de crecer con la mano de él, la pasión que me inculcó por este deporte y en todo lo que hago, no sólo en la esgrima”.

¿En qué momento te das cuenta que naciste para la esgrima?

“Venía en mi sangre, empecé a ganar torneos desde muy pequeña, ya como cadete y juvenil gané mi primera Olimpiada, que fue algo que ni siquiera había pensado, estaba súper contenta porque era la primera. Me pude quedar con mis compañeras en un cuarto, pensaba en divertirme, pero ahí vi que la esgrima era algo divertido, algo que me llena de alegría, me ayuda a ser creativa, si lo veo como trabajo no me iba a divertir, lo vi de una forma diferente, me ayudó a ser mejor, a subir mi nivel, a dejar mi marca”.

Llegado el momento, México no te era suficiente por tu buen nivel, pero como muchos atletas, padeciste la falta de apoyos, ¿cómo te afectó?

“Ese fue un gran problema, porque me fui a Estados Unidos para terminar mi prepa, para sacar una beca, todo mundo me dio la espalda, en ese año mi mamá y yo a veces manejábamos de Texas a Puebla para una competencia, era demasiado, la verdad lo hacíamos porque yo quería ir al Mundial, quería tener resultados, me estaba divirtiendo, me estaba yendo muy bien. Una vez que yo estaba primero del ranking en dos categorías diferentes, se viene el momento del Mundial y no se concreta nada, entonces dije ‘me voy a enfocar en mi beca para la Universidad en Filadelfia, me quedaré ahí y después veré qué más puedo hacer para seguir destacando’”.

¿Es justo ese momento en qué decides dejar de representar a México, por qué?

“Todo se fue construyendo poco a poco a través de los años, viendo lo que pasaban otros atletas, que también tuvieron que irse, decía ‘espero nunca me toque eso a mí’. Mi papá fallece cuando acababa de cumplir los 15 años, antes de eso mi papá le dijo a mi mamá que le gustaría mucho que mi hermano y yo pudiéramos competir por Nicaragua, él era de allá, eso lo supe años después, no quería cambiarme y dejar a México. Cuando tomé una pausa de tres años para estudiar, por falta de apoyo, pensé mi papá habría querido que compitiéramos por Nicaragua, no fue nada fácil porque la Federación se toma todo en serio, siguen las reglas, no pude haber caído en mejores manos”.

¿Qué tan fácil o difícil fue la transición?

“Nos acercamos y ver qué podíamos hacer para competir por Nicaragua, vino entonces el proceso de naturalización, papeleo para mí y mi hermano, después de un tiempo comenzamos a ir a controles nacionales, no fue fácil, tuvimos que ganar nuestro lugar, primero para un Centroamericano, fue algo muy justo”.

¿Cómo ha sido el apoyo recibido ahora por Nicaragua?

“Es bueno, obviamente un atleta quisiera que lo apoyaran al 100 por ciento en todo lo que se pueda, a veces no se puede así, en cuanto a competencias, Panamericanos, Centroamericanos, Copas del Mundo, el preolímpico que se viene ya, siempre han apoyado con los brazos abiertos, todo lo que tengo planeado ha sido intenso, pero vamos poco a poco”.

Con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina, ¿qué tan cerca estás de conseguirlo?

“Estoy lista para el preolímpico, tengo muchas ganas de ir, competir y si Dios quiere calificar, he hecho un gran avance, me he dedicado mucho a entrenar para aprender de gente muy especializada, me siento bastante completa. El proceso ha sido bastante divertido. Pase lo que pase, voy a ir, también tengo la mira en 2024, no sé si lo van a mover, pero lo voy a hacer”, concluyó.

mpl

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