México se ha consolidado como el primer socio comercial de Estados Unidos, lo que ha tenido su manifestación más clara en el intercambio de bienes agroalimentarios, un área en la que nuestro país lleva la delantera, con exportaciones que cerraron 2022 con un valor de 44 mil 202 millones de dólares (mdd), un aumento de 14 por ciento respecto al año previo.
Si bien nuestro país también importa alimentos de Estados Unidos —28 mil 935 mdd el año pasado—, a final de cuentas la balanza comercial agroalimentaria es superavitaria para México, con un monto de 15 mil 266 mdd —al corte de 2022—, según estadísticas de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader).
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“En el sector agroalimentario, México tenía una balanza comercial con un déficit, pero esto cambió en 2015, cuando empezamos a tener un superávit”, comenta en entrevista Luis Fernando Haro Encinas, director general del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), que representa a las empresas más importantes del sector.
¿Qué fue lo que cambió? Los productos mexicanos han tenido una participación mayor en el mercado estadounidense; casi 70 por ciento de las hortalizas que importa Estados Unidos proceden de México y también más de 50 por ciento de las frutas que compra ese país, refiere Haro Encinas.
Los “productos estrella” que hacen posible esta realidad son el aguacate, las berries o frutos rojos, tomate, chile, trigo cristalino, azúcar, ganado bovino en pie, carne de res y de cerdo, sin olvidar los productos industrializados como tequila y cerveza.
“Cerca de 48 por ciento de nuestras exportaciones agroalimentarias son del segmento frutas y hortalizas, de las cuales más de 83 por ciento va al mercado de Estados Unidos. Afortunadamente, por la cercanía geográfica, tenemos una buena logística para abastecer todo el año de frutas y hortalizas a nuestros clientes allá”, asegura en entrevista Juan Carlos Anaya Castellanos, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA).
Pero más allá de que la balanza sea favorable para nuestro país, lo que han demostrado los casi 30 años de relación comercial, primero bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y ahora con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), es que nuestros países son complementarios en materia de alimentos. “Somos complementarios en el tema comercial. Es decir, nosotros les mandamos frutas y hortalizas, ellos nos envían granos y oleaginosas. Ellos nos mandan proteína animal: cerdo, pollo y res y nosotros también les enviamos productos cárnicos”, refiere Anaya Castellanos.
El maíz, una “papa caliente”
Un ejemplo de esta complementariedad es el maíz, en el que México es deficitario, ya que requiere de importar maíz amarillo para consumo animal e industrial; no obstante que el país es autosuficiente en maíz blanco para consumo humano.
“En el caso del maíz, nosotros estamos produciendo 28 millones de toneladas —blanco y amarillo— para este año, según nuestras estimaciones, pero consumimos 46 millones de toneladas. Eso hace que este año tengamos que importar 18 millones de toneladas —de maíz amarillo principalmente— debido a la política del actual gobierno que no promueve la productividad”, refiere Juan Carlos Anaya.
Sin embargo, esta relación comercial que es benéfica para México y Estados Unidos enfrenta riesgos que urge atender, para evitar el potencial daño que puede infligir a los productos mexicanos, como es la disputa por el maíz genéticamente modificado (transgénico), generada a fines de 2020 tras la firma de un decreto presidencial para prohibir la importación de este producto a México.
44 mil 202 mdd
Fueron las exportaciones de México a EU en 2022
Si bien a principios de este año se dictó un segundo decreto que solo prohíbe la importación y uso del maíz blanco transgénico para consumo humano —bajo el argumento de proteger la salud de la población— y libera su importación para uso pecuario; los productores y el gobierno norteamericanos siguen inconformes y exigen que se demuestre que este producto es dañino para la salud de las personas.
A pesar de que el gobierno mexicano estaba seguro de que tras el segundo decreto el conflicto había sido “desactivado”, según declaró a Milenio el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos, el pasado mayo. El 17 de agosto, el tema trascendió a un panel de solución de controversias, que puso a nuestro país en riesgo de enfrentar sanciones comerciales.
La representante de Comercio de Estados Unidos, Katherine Tai señaló, mediante un comunicado, que el gobierno estadounidense tomó esta decisión tras las medidas establecidas en el decreto de México, publicado el 13 de febrero de 2023 en el Diario Oficial de la Federación, específicamente la prohibición del uso de maíz biotecnológico en tortillas o masa, y la instrucción a las agencias del gobierno mexicano de sustituir gradualmente el uso de maíz biotecnológico en todos los productos para el consumo humano y para la alimentación animal.
“Estados Unidos ha utilizado las herramientas provistas por el USMCA (T-MEC) para intentar resolver las preocupaciones con las medidas biotecnológicas de México. Hoy, Estados Unidos está dando el siguiente paso para hacer cumplir las obligaciones de México bajo el T-MEC”, dijo la representante comercial.
Tai destacó que, a través del panel de disputas, buscarán resolver sus preocupaciones, garantizar que los consumidores puedan continuar accediendo a alimentos y productos agrícolas de los agricultores estadounidenses que, aseguraron, son seguros y asequibles.
“México no ha podido demostrar que el maíz genéticamente modificado hace daño a la salud. Si perdemos (el panel) nos van a poner aranceles que afectarán al sector exportador, principalmente al hortofrutícola, a nuestras berries, a nuestra cerveza, jitomates, aguacates, mangos, limones. Eso sería lamentable”, advierte Juan Carlos Anaya.
Política y las otras barreras
El caso del maíz no el único que puede “amargar” al comercio agroalimentario, también están los reclamos recurrentes contra México por diversas razones, como los productores de Florida y Georgia, que acusan a nuestro país de incurrir “en prácticas dumping* o desleales, principalmente en materia de berries y tomate, por lo cual han querido establecer aranceles estacionales” que no han prosperado, refiere Anaya Castellanos, de la consultora GCMA.
También han salido a la luz pública señalamientos sobre supuestas afectaciones ambientales por la producción de aguacate y tequila, que si bien “están motivadas por razones políticas”, son recurrentes y no se pueden desdeñar.
Otro aspecto que está en la mira permanente de EU es la presunción del trabajo forzoso. Por ejemplo, en 2021, las autoridades de ese país bloquearon las exportaciones de jitomate de Agropecuarios Tom SA de CV y Hortícola SA de CV, tras ser acusadas de emplear a trabajadores en condiciones abusivas.
En este sentido, la manera más efectiva de preservar el éxito económico del comercio agroalimentario consiste en apegarse al cabal cumplimiento de los capítulos del T-MEC, insiste Luis Fernando Haro, al considerar que las disputas por el maíz y la política energética de México sientan un precedente innecesario.
“El gobierno de México debe de anteponer sus intereses como país, en lugar de prohibir y establecer posibles barreras al comercio. Debe haber cordura y el entendimiento de que esto afectaría de manera muy importante a las exportaciones nacionales”, concluye Haro Encina.
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