Imaginemos un mundo en el que las mujeres tengan acceso igualitario al capital, superando las barreras sistémicas y dirigiendo los recursos hacia la resolución de problemas culturales, medioambientales y económicos urgentes.
El impacto potencial de este cambio de paradigma sería asombroso, y es algo que podemos abordar durante nuestra vida.
En 2015, el McKinsey Global Institute señaló que, si la participación económica de las mujeres fuera idéntica a la de los hombres, podríamos como grupo inyectar la asombrosa cifra de 28 billones de dólares (bdd) a la economía mundial para 2025, el equivalente al 26 por ciento del PIB mundial anual.
Una década después, y a solo un año de ese plazo, las perspectivas son claras: las mujeres marcan la diferencia. Es hora de acelerar.
Además, se sabe que cuando las mujeres tienen poder financiero, se convierten en impulsoras de prácticas sostenibles, liderando iniciativas para combatir la pobreza, la desigualdad y la degradación medioambiental. Pensemos en el efecto dominó: transformar vidas, comunidades y la salud de nuestro planeta. A medida que nos acercamos a esta coyuntura crítica, la necesidad de empoderar económicamente a las mujeres no es solo un imperativo económico, sino también un catalizador para el cambio positivo en diversos frentes sociales y medioambientales.
Invertir en mujeres emprendedoras es un argumento de negocio convincente que ofrece importantes beneficios. En la última década, la inversión de impacto en América Latina se ha multiplicado por diez hasta alcanzar los 25 mil millones de dólares (mdd).
Y los gobiernos de la región han puesto en marcha diversas políticas para promover las iniciativas empresariales de las mujeres, y han surgido ecosistemas y programas de financiación especializados.
Sin embargo, el optimismo debe matizarse con las realidades. Las mujeres de América Latina se enfrentan a salarios más bajos, un acceso limitado a los servicios financieros y una brecha de financiación generalizada: lo que se conoce como el Missing Middle.
En respuesta a estos desafíos, el Premio Unlock Her Future de The Bicester Collection* representa una acción concreta para desmantelar barreras. Los ganadores recibirán una subvenció de hasta 100 mil dólares y el apoyo de los socios regionales Tec de Monterrey y Ashoka México, América Central y el Caribe.
La abrumadora respuesta de 950 candidaturas procedentes de veinte países subraya la necesidad apremiante de potenciar y amplificar las empresas emergentes, dirigidas por mujeres, que abordan problemas polifacéticos en diversos sectores del continente.
Estamos viendo empresas innovadoras que abarcan el empoderamiento social y el desarrollo económico, abordando cuestiones como la violencia contra las mujeres, el apoyo a las víctimas de abuso, la mitigación de la pobreza, la lucha contra el hambre y la promoción del empleo juvenil. Se hace hincapié en la conservación y defensa del medio ambiente, con iniciativas orientadas a la conservación, la defensa de la ecología y la promoción de empresas sostenibles.
Invertir en empresas dirigidas por mujeres no es solo una estrategia financiera, es un imperativo social. Al colmar la brecha de financiación y empoderar a las mujeres empresarias, no solo avanzamos en la igualdad de género, sino que también impulsamos la prosperidad económica, el progreso cultural y la sostenibilidad medioambiental. No se trata de una mera oportunidad, sino de una llamada a la acción para remodelar nuestro mundo, invirtiendo con valentía en las mujeres, los verdaderos agentes del cambio.
DJR