La inspiración fue una novela de Guadalupe Nettel — El matrimonio de los peces rojos (2013) — pero Dante y Soledad terminó siendo algo distinto, una profunda autoreflexión sobre la maternidad y la identidad propia; la película fue dirigida por Alexandra de la Mora y protagonizada y coproducida por Irene Azuela, y ya está en cines. Este largometraje expone las primeras semanas en la vida de un bebé y su madre, la metamorfosis de la maternidad, la evolución de la relación en pareja y sobre todo lo que se deja atrás.
“Esta experiencia dimensiona mi propia experiencia como madre. La ha llevado a límites que no me imaginé. Me ha hecho reflexionar acerca de mi maternidad, de la maternidad de los demás y de la concepción que hay sobre las madres”, dijo Alexandra de la Mora en entrevista con MILENIO.
“Nunca me imaginé que al hacer la película este tema tan profundo — y que me asombró tanto al convertirme en madre — fuera a permear mi vida por tantos años. Nunca imaginé que siete años después del nacimiento de mi primera hija iba a estar hablando y levantando una bandera por la maternidad. Me siento muy privilegiada”.
La directora vivió su propia maternidad durante la filmación y más allá de los aprendizajes personales que encontró a lo largo del proceso, fueron la misma película y su personaje principal, ‘Inés’ (Irene Azuela), quienes se vieron más influenciados por este mismo proceso.
Azuela, productora y protagonista, se convirtió en la principal cómplice de Alexandra de la Mora durante todo el proceso creativo. Esta colaboración artística nació de un deseo mutuo por colaborar y encontraron en esta historia un mensaje interesante que compartir. En entrevista, Irene Azuela habló sobre el diseño de su personaje, el cual trabajó junto a la directora considerando la forma en que afecta la relación madre-hija a la maternidad propia.
“No sé si Alexandra y yo hablamos de resentimiento, pero sí hablamos de una relación con la madre bastante erosionada”, explicó. “Llena de tensiones, incomodidades y conflictos. Esa fue la madre que le pusimos a Inés, pero también pudo ser una madre que haya tenido toda la disposición para dedicarse a ella, que le haya ido muy bien en su embarazo y su parto o que no le haya parecido necesariamente difícil ser madre, y aún así Inés hubiera tenido una especie de reclamo hacia ella”.
Y agregó: “No importa cual sea nuestro desempeño, bueno o malo, siempre una madre va a ser una gran referencia de quiénes somos y quiénes queremos ser. Sí hablamos mucho de lo que esta madre representaba para ella y cómo eso iba a impactar en su propio desempeño, y creo que eso nos pasa a todas, no importa qué tipo de madre hayas tenido”.
El papel del padre en Dante y Soledad
En Dante y Soledad — explorando la imagen que Guadalupe Nettel planteó en su novela — Inés se siente identificada con los peces en su pecera; con la metáfora de su limitada vida, con la rutina de sus días y la relación codependiente que viven, y que ella misma refleja en la relación con su pareja, el padre, interpretado por José María Yazpik.
Es por eso que Alexandra de la Mora necesitaba un actor que cumpliera con ciertos requisitos actorales, incluso personales, que se ven reflejados en el trabajo de Yazpik, quien también permite que el mensaje de la historia de Inés llegue hasta el espectador.
“Para este personaje siempre hablamos de un hombre que estuviera haciendo lo que mejor podía. Había que tener a un hombre comprometido. No queríamos a un hombre que pudiera parecer como patán, que se desinteresara o que no entendiera a la mujer”, dijo Alexandra. “También había que retratar el proceso de un hombre y fue muy fácil escoger a Chema”.
“En ese momento, Martina, hija de Chema, tenía un año y creo que él, al no ser mujer, se permitió la honestidad de decir “esto está muy difícil”, y nos brindó la oportunidad de coincidir con él. Entre toma y toma hablamos de las experiencias de cada uno”.
AMG