Durante varios años, quizás décadas, se ha hablado de la caída del género del rock, el concepto musical más importante del siglo pasado. El infumable e histórico Gene Simmons ha dicho en varias ocasiones que "el rock ha muerto" asumiéndose como un Zaratustra del mainstream.
Es cierto, hay un declive, tan solo en la última entrega de premios Grammy, el galardón al rock y sus derivados se entregó tras bambalinas. También hay que analizar cuántas bandas actuales se convertirán en referenciales en la historia de la música, cuando aun predominan agrupaciones que tienen más de 20 años, muchas de ellas de hasta 5 o 6 décadas de vida.
Si eso es para el rock en general que ya pasó la prueba de la aceptación global, imaginemos el escenario para el metal.
Tampoco ha muerto ni está en agonía, simplemente regresó a escenarios más pequeños y selectivos, al subterráneo, como le dicen los puristas, aunque las bandas adultas llenan los más grandes escenariso, estadios y festivales del mundo, pero vamos, ya no hay Metallicas, Panteras o Iron Maidens nuevos; menos Korns, Slipknots o Rammsteins, solo existe una dura batalla por mantenerlo vivo, una batalla llena de nostalgia.
De eso se trata Metal Lords, la nueva producción de Netflix, un fiel retrato de la esencia del corazón de un metalero.
Claro que es una película cursi y bobalicona, ¿qué esperaban?, es Netflix, pero vamos, ¿a poco la esencia del metalero no es casi romántica? Seguro me van a crucificar, pero detrás la soberbia musical y la actitud vikinga, las melenas o las remeras sangrientas, o los mausoleos sin mangas llenos de logotipos y la rebeldía propia del rock; hay una fidelidad y amor a su música y sus bandas, se ostenta comúnmente la tragedia del segregado e incomprendido, un adoctrinamiento constante casi religioso y un narcisismo intelectual basado en mil riffs.
Esa es la narrativa de la película, el cliché del chico hijo de una familia disfuncional, Hunter (Adrian Greensmith), que se proyecta en el apasionamiento en la música del metal y en su amigo aprendiz, Kevin (Jaeden Martell), a quien trata de contagiar la adrenalina del género musical y el sueño de armar una banda.
En el camino Kevin, quien aun no se define como un metalhead, conoce a Emily (Isis Hainsworth), una chica con problemas de ira y cellista de música clásica que será la tercera en discordia entre los jóvenes.
El soundtrack, que fue seleccionado por nada más y nada menos que Tom Morello (Rage Against The Machine / Audioslave), es una travesía por los grandes clásicos del heavy metal.
Para los amantes del género, hay un graciosísimo cameo con verdaderos ídolos del rock y el metal. Para quien no gusta del género, es una entretenida comedia.
Metal Lords es un gran esfuerzo por mostrar que el rock, ni el metal han muerto, y que se mantienen vigentes con la eterna rebeldía que les caracteriza.
evt