Actualmente Arcelia Ramírez da vida a Inés Durán, una mujer “abnegada, sumisa y maltratada por su esposo”, con la que miles de mujeres en México se identifican. De hecho, la actriz ya lo constató, porque en la calle la detienen para “aconsejarme que no me deje”, dice cuando comparte el impacto que ha tenido su personaje en el melodrama Vencer el silencio, de Rosy Ocampo.
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Afortunadamente, Inés tiene un cambio, comenta Arcelia, quien destaca la importancia de que la tv use su alcance para presentar propuestas con mensajes sociales, que ayuden a problemáticas como el maltrato intrafamiliar, los embarazos a temprana edad o la drogadicción, como sucede en la historia que comparte con Alberto Estrella.
¿Cómo ha sido la experiencia en "Vencer el silencio"?
Ha sido una experiencia muy gozosa trabajar de la mano de Benjamín Cann, para darle humanidad a personajes que, a veces, se antojan esquemáticos, como Inés. El gran desafío fue llevarnos por el verdadero viacrucis que implica la violencia, así que son violencias normalizadas, invisibles. Estamos muy bien, somos una familia muy bien avenida, pero en realidad es una disfuncionalidad, un machismo y un sometimiento absoluto.
Lo interesante es que se ha aprovechado el potencial de la televisión, desperdiciado a mi parecer, porque nos hemos dedicado al entretenimiento fácil, superficial; estos proyectos con misión pedagógica deberían hacerse más seguido. Este proyecto se coproduce con Population Media Center, una ONG que investiga los problemas sociales de los lugares a donde hace sus proyectos, y las investigaciones arrojaron que somos el primer lugar de embarazos adolescentes en el mundo. Es importante ofrecer información, caminos posibles, reflexión, conciencia para poder tomar decisiones a estas niñas que inician su vida sexual con tan poca madurez en todos los sentidos. La ONG colaboró con el proyecto, Nexfam también, que además es una organización de prevención sexual, productos anticonceptivos, y fue la coproductora de mi primer trabajo.
¿Cuál fue ese trabajo?
La primera vez que me pusieron una cámara enfrente fue José Luis García Agraz, en un corto que se llamaba El último tren y que coproducía Nexfam con el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), y este proyecto lo comparto con mi hija, ella le da vida real, que es mi nieta en la historia, porque Emilia da vida a Arelí, este es su primer proyecto como actriz y Nexfam está aquí también, es una coincidencia bien mágica.
¿Qué te hace hablar de tu trabajo con tanta emoción, como si fueras primeriza?
He sido muy afortunada, conservo esa capacidad de asombro, son las ganas de crear personajes, que es a lo que me dedico. Crear buenas historias que se pueden construir con directores, productores, con actores con los que hablas el mismo idioma o con quienes aprendes a relacionarte en lo laboral, es apasionante. Esa es mi labor en esta vida. Soy afortunada de haber encontrado esta pasión.
¿Cuándo descubriste que querías ser actriz?
Cuando tenía como 10 años, se lo dije a mi mamá; y me respondió: “Sí, te voy a llevar a Bellas Artes”. Pero no pasó, porque mi mamá trabajaba todo el tiempo. Entonces, lo saqué de mi vida y cuando estudiaba Ciencias Políticas en la UNAM me encontré con una amiga, Laura, y me dijo: “Vamos a tomar una clase, estoy en un taller de teatro”, y le contesté: “No”, y después le dije: “Va”. Después de mi primer ejercicio el maestro lo ponderó: “Es por aquí, señores, este es el camino”. Yo no sabía ni qué había hecho, estaba con los ojos llenos de lágrimas. Mi amiga me dijo: “¿Qué hiciste, cómo le hiciste?”, y le respondí: “No tengo ni idea, pero quiero que me lleves al CUT (Centro Universitario de Teatro)”, entré a una generación de actores con los que tuve la fortuna de formarme cerca de ellos. Aquí siguen mis maestros, ahora mi maestra es Emilia, Benjamín, Rosy, este equipo, la vida.
Del teatro, el cine y la tv, ¿con cuál te quedas?
Cada uno tiene su encanto, pero creo que un actor es más dueño de su trabajo en el teatro, porque el cine le pertenece al director, la televisión al productor, el teatro es del actor.
¿Te veremos pronto en teatro?
Estoy trabajando con un director francés, Pascal Rambert, autor de Clausura del amor, una obra que hice con Hugo Arrevillaga, y Hermanas, que también hice con Hugo, y cuando lo invitamos a ver la clausura se enamoró de este país y escribió un proyecto para actores mexicanos que se llama Desaparecer, que vamos a estrenar la última semana de febrero en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, es una producción de la UNAM.
Has hecho cosas muy interesantes en los tres medios, ¿has elegido bien?
Desde el principio de mi carrera tracé una línea, rechacé proyectos con los que no resonaba la construcción de esa carrera que yo anhelaba. Aunque de pronto uno hace concesiones, porque no hay trabajo. He sido muy rigurosa sobre todo en el teatro, me gusta mucho, es un medio que me confronta, que me llena, que me hace florecer.