Silvia Pinal, la vida de la gran diva mexicana

Un recuento del trabajo artístico de la actriz, que este lunes 29 de agosto recibe un merecido homenaje en el Palacio de Bellas Artes.

Silvia Pinal, una referente artística del país | Cuartoscuro
Ciudad de México /

Silvia Pinal ha tenido una vida tan nutrida que un texto no alcanzaría para describirla con justicia, pero sí podría exaltar algunos de sus momentos más representativos para dar un panorama general de lo que la gran diva representa para nuestro país y para sí misma: su vida antes de la fama, cómo se forjó de un nombre en el panorama del espectáculo y su trabajo con Luis Buñuel.

Antes de la fama

Todo empezó con su nacimiento el 12 de septiembre de 1931 en Guaymas, Sonora. Su progenitora, María Luis Hidalgo Aguilar, a los 15 años se enamoró y embarazó de un hombre casado, el director de orquesta Moisés Pasquel, quien se desentendió de sus obligaciones como padre. Pero madre e hija no quedaron desamparadas, pues el político Luis G. Pinal  decidió formar una familia con María y así se convirtió en la figura paterna de Silvia.

“Lo conocí (a Moisés) cuando tenía como 9 o 10 años sin saber que era mi papá; me llevaba mi tía Concha y él era muy cariñoso, me regalaba muchas cosas, juguetes y dulces. Mi tía Concha me llevaba: ‘Vamos a ver al señor de la W’, entonces así lo conocí hasta que un día me enteré que era mi papá por un pleito que tuvieron Luis y mi mamá. Fue muy fuerte porque no lo acepté de entrada; son bonitos los juguetes y los regalos, pero la imagen paterna era muy fuerte, pero hasta que me acostumbré a saber que era mi papá y a no dejar de querer al señor Pinal, al cual adoré hasta el último día”, contó la actriz en el programa El minuto que cambió mi destino, que conduce Gustavo Adolfo Infante.

En esa charla, que le valió al periodista de espectáculos el Premio Nacional de Periodismo, Silvia habló de su mamá como alguien “sensacional, le gustaba bailar, cantar, era muy alegre, muy bonita, tenía unas piernas preciosas. Tenía un carácter precioso y bailaba zapateado como español, en las fiestas era la reina”.

Pero de trabajar como secretaria en una empresa farmacéutica, ¿cómo llegó Silvia al panorama artístico? “Veía a Lily Ponds, a varias cantantes, a Deanna Durbin, y yo quería cantar como ellas y me ponía a cantar en la sala. Entonces mi mamá me llevó a estudiar bel canto y yo estaba feliz en las clases”, recordó.

Del canto pasó a los concursos de belleza, y tras obtener el premio Princesa Estudiantil de México se matriculó en la escuela de actuación de Bellas Artes, donde recibió instrucción de Carlos Pellicer, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia. Así comenzó formalmente un camino artístico que la encumbró como la gran diva mexicana.

Forjarse una carrera

Para llegar al estatus  que goza actualmente - de diva, de leyenda, de ícono, de estrella - , Silvia tuvo que comenzar desde el escalón más bajo: en el libro El cine de Silvia Pinal (1996), el escritor y crítico cinematográfico Emilio García Riera cuenta que la entonces actriz debutó en el entarimado como extra en una representación de la obra Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. Pronto se dio a notar y participó con más protagonismo en montajes como Los caprichos de Goya y Nuestra Natacha, hasta que su nombre figuró como el principal en la obra Un sueño de cristal.

En 1949 comenzó su romance con ese que le ha dado tantas glorias, el cine. A partir de su papel de Juanita en la cinta El pecado de Laura (1949), la actriz apareció en los créditos de La marca del zorrillo (1950), Azahares para tu boda (1950), El rey del barrio (1950) y La estatua de carne (1951).

Pero ese momento en que dejó de ser una promesa para convertirse en una realidad, su consagración, llegó en 1952 con el estreno de Un rincón cerca del cielo: Silvia, metida en el papel de Sonia Irina, conquistó a críticos y espectadores, lo que se reflejó en el Premio Ariel que recibió en la categoría de Mejor Coactuación Femenina.

La actriz en su juventud | Especial

Trabajo con Buñuel

Cuando Pinal y Buñuel se conocieron a principios de los años 60, ambos ya tenían un gran reconocimiento mediático a nivel internacional. Ella por su excelsa participación en cintas como Un extraño en la escalera (1955), de Tulio Demicheli; Uomini e nobiluomini (1959), de Giorgio Bianchini; y Maribel y la extraña familia (1960), de José María Forqué. Y él por la realización de obras maestras como Un perro andaluz (1929), El gran Calavera (1949) y Los olvidados (1950).

La reunión entre ambos fue motivada por Pinal, pues quería trabajar con el director que ya tenía fama de genio y polémico; el actor Francisco Rabal se encargó de hacerlos coincidir durante una velada en un hotel de Madrid.

Esa noche, Pinal acudió con el productor Gustavo Alatriste, su esposo en ese entonces, para proponerle al cineasta la realización de una película: Viridiana. Durante la charla, Buñuel se mostró parco con la pareja, pero aceptó realizar el trabajo, basado en la novela Halma, de Benito Pérez Galdós.

“Conocer a Buñuel fue de lo mejor que he tenido porque yo trabajaba con directores comerciales, pero a la hora de hablar de arte no tenía mucha experiencia y de pronto apareció Buñuel, y ahí cambió mi vida y gusto. Lo recuerdo con gran agradecimiento porque me enseñó muchas cosas que no había vivido”, recordó Pinal durante la presentación de su autobiografía Esta soy yo en mayo de 2017.

Viridiana narra la historia de una novicia que se enfrenta a dificultades relacionadas con la violencia sexual, el suicidio, el abuso de confianza y otros temas que para la época resultaron muy escandalosos, pues, tras su estreno en el festival de Cannes de 1961, donde obtuvo la Palma de Oro, la película enfrentó la censura del Vaticano y del régimen franquista.

“Fueron tiempos muy difíciles para él. En varios países se prohibió la proyección de la cinta, la prensa siguió el caso de censura durante meses, fue atacado por muchas personas, pero él ya había pasado por varios escándalos y en cierta manera estaba curtido”, contó Silvia en una entrevista para la Secretaría de Cultura. 
“Tengo entendido que Luis creó toda una estrategia para salvar los negativos de la cinta. Cuando la estábamos filmando todos sabíamos a lo que nos enfrentábamos, eran otros tiempos, otras ideas, y Buñuel fue muy valiente al defender su arte por encima de todas las cosas”, agregó. Tras la polémica por Viridiana, Buñuel y Pinal se embarcaron en una nueva producción: El ángel exterminador (1962), que cuenta cómo un grupo de burgueses quedan encerrados en una mansión y, conforme pasan los días, se van desquiciando.

Silvia en 'Viridiana' | Producciones Gustavo Alatriste

Simón del desierto (1964) fue la última película entre la actriz y el realizador. Destaca que esta producción mostró el primer desnudo en cámara de Silvia. 

Ambos intentaron volver a encontrarse en filmes como Diario de una camarera (1964) y Divinas palabras (1978), pero decisiones de productores, problemas de derechos de autor y dificultades para empatar agendas impidieron una cuarta colaboración. “Cuando lo miraba con esos grandes ojos redondos junto a la cámara, sabía perfectamente lo que me estaba pidiendo para una secuencia; era en esos ojos donde se podía leer todo lo que él era, todo lo que deseaba. Era un perfeccionista, pero también alguien que sabía el momento exacto en que una imagen, un diálogo o un gesto iba a perdurar para siempre”, dijo Silvia sobre su director y amigo.

De los romances a la dinastía

El cubano Rafael Banquells, que pasó a la historia de la televisión como protagonista de la telenovela Gutierritos, conoció y se enamoró de Silvia cuando ella se desempeñaba en el teatro siendo menor de edad; su boda tuvo lugar cuando la actriz tenía 17 años. “No era un amor de aquellos enloquecidos, creo que era una convenenciera en ese momento, quería salir del yugo. ¿Y cómo? Pues casada, salí como princesa de mi casa”, le contó la famosa a Gustavo Adolfo Infante.

De ese matrimonio, que duró de 1947 a 1952, el 13 de octubre de 1950 nació Sylvia Pasquel, y así comenzó la dinastía Pinal. Sobre su primer divorcio, la diva le compartió el periodista: “Estábamos comiendo y le dije: ‘Oye, lo estuve pensando y me quiero divorciar’. Se le puso la cara blanca, se puso furioso, se le cayó la sopa”.

Luego, en 1961, a la sonorense la flechó Gustavo Alatriste, cineasta (En la cuerda del hambre, 1978; Aquel famoso Remington, 1981) que logró mayor notoriedad como productor (Viridiana, 1961; El ángel exterminador, 1962). De su historia de amor, que finalizó en 1967, nació Viridiana Alatriste, quien la madrugada del 25 de octubre de 1982 le dio la mayor tristeza de su vida a Silvia: ese día la joven actriz falleció en un accidente automovilístico.

“Un golpe muy fuerte, imposible de poder desistirlo, de poderlo superar. Son recuerdos tristes que se llevan hasta el día que uno se va”, dijo Pinal en una entrevista para Univisión.

De 1967 a 1976 la actriz vivió en pareja con el cantante Enrique Guzmán, del que se separó envuelta en una polémica de violencia familiar, así lo mostró en su bioserie Silvia Pinal, frente a ti. De este tercer matrimonio, Silvia acrecentó su árbol genealógico dando a luz a Alejandra Guzmán en 1968 y a Luis Enrique Guzmán en 1970.

Luego, a principios de los 80, Pinal se casó por cuarta y última vez con el priista Tulio Hernández Gómez; este enlace no arrojó hijos, pero sí la incursión de la actriz en la política. Destaca que el actor Arturo de Córdova y los empresarios Emilio Azcárraga MilmoConrad Hilton, tío abuelo de Paris Hilton, fueron otros romances que llenaron temporalmente el corazón de la actriz.

“El amor y el odio son dos sentimientos muy fuertes y pueden surgir uno después del otro”, cree Silvia Pinal.


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