Soy muy testaruda; por eso el cáncer no me venció: Rebecca Jones

Entrevista

La actriz habla de la experiencia que tuvo al ser mal diagnosticada, cuando la enfermedad en el ovario avanzaba; de la enseñanza que le dejó el padecimiento, así como de que, a pesar de todo, hasta lo malo le ha ayudado a salir adelante.

Destaca que el apoyo de su familia, en especial de su hijo Max, ha sido fundamental. (Especial)
México /

El último año en la vida de Rebecca Jones ha sido “muy duro, muy fuerte”, dice la actriz al referirse a la experiencia que empezó a padecer en noviembre de 2017, cuando después de la muerte de su mamá, el cáncer de ovario empezó a provocar dolor y surgió el aprendizaje que le ha dejado.

Alejada de los rostros y personalidades que ha interpretado en el cine, la tv y el teatro, Rebecca destaca que, como cualquier persona”, sufrió y padeció por igual los efectos del padecimiento que, en un principio, le fue mal diagnosticado, pero que su carácter “testarudo” y su actitud “positiva”, incluso hasta en los momentos más difíciles, tras las quimioterapias que recibió, fueron fundamentales para combatirlo.

Está a punto de cumplir un año muy especial, ¿no?


Sin duda alguna, ha sido un año fuerte. Pero así es la vida y puedo decir que todo lo que me ha pasado este año ha sido positivo, porque hay que tomar las cosas buenas, malas y regulares con positividad no hundirse cuando vienen las cosas fuertes.


El año pasado terminaba de grabar la telenovela Las Malcriadas el 10 de noviembre y pasaron cosas especiales. Yo no creo que el cáncer es, como mucha gente dice, de rencores atrasados, pero sí creo que el estrés y los malos hábitos de la alimentación afectan, además de que todos tenemos la probabilidad de tener cáncer.


El 1 o 2 de noviembre me avisan que mi madre está muy mal, ella vivía fuera de México, en un sitio pegado a Canadá; y me dicen que tengo que ir, pero estaba grabando el final de la novela. Y yo dije: ‘Bueno, me va a esperar, ni modo que no me espere de aquí al viernes’. Pero pasan los días y se muere el 7 de noviembre. Y hay un mecanismo en el cuerpo que te impide sacar las cosas cuando estás trabajando. Entonces siento que está relacionado con lo que vino después.


El 14 de noviembre estaba yendo al doctor por molestia. No sé si el cáncer se formó en ese momento, no sé. Y el doctor que me conoce y atiende de toda la vida, un médico internista, me dijo que era colitis nerviosa, mi mamá acababa de morir, entonces era muy lógico. Desafortunadamente el cáncer de ovario tiene síntomas muy confusos, fui muchas veces al doctor, por eso hay que estar muy atento. Yo sí sospechaba algo más grave, pero durante tres meses me lo trataron como colitis nerviosa.


¿Cuándo le diagnostican el cáncer?


Seguí con las instrucciones del doctor. Todavía me fui de vacaciones, hablé con Rubén Lara (productor) para hacer la obra Dios mío hazme viuda por favor, hicimos unos ensayos y después me fui a Nueva York. Ya con mi montón de medicinas para la colitis y el doctor me puso una dieta que me quitó todo. Yo estaba flaquísima, pero mi vientre crecía, tenía una panza de embarazo de 7 u 8 meses. Otro de los síntomas es que no tienes hambre, pero yo no sabía nada de eso. Cambian tus hábitos de ir al baño, a veces te da dolor de espalda baja. Es importante decir esto y que las mujeres debamos estar atentas a estos síntomas, porque el cáncer de ovario tiene la fama de ser muy mortal, precisamente porque lo agarran ya muy avanzado y es difícil de combatir.


¿Fue su caso, avanzó mucho el cáncer?


Nosotros lo combatimos inmediatamente, pero sí ha habido cambios radicales en mi vida. Cuando tienes una situación así, la vida te sacude, te hace ver que los planes no sirven, porque tú quieres ir para un lado y el cáncer te manda para otro. Y te enojas, dices: “No, yo no tengo esto, estoy en una gira, si yo me cuido, si soy una mujer buena”, (risas), te enojas y luego ya tienes que tomar el toro por los cuernos, combatirlo con tratamientos médicos.


Es una experiencia muy difícil, porque además los tratamientos son muy agresivos…


Sí, las quimioterapias son muy fuertes porque se te quitan las ganas de comer y no solo durante el día que te las aplican, sino los tres o cuatro días siguientes, había días que no me entraban ni los licuados de proteína, pero no me dejaba deshidratar, tomaba agua de coco todo el día, hacía un esfuerzo muy fuerte por no decaer.


Me puse a estudiar qué podía comer, qué me beneficiaba, sobre todo los días entre cada quimioterapia para fortalecerme para la siguiente. Eso es muy importante porque empiezas a bajar, a bajar y si no te recuperas, te vas para abajo. La quimioterapia es horrible, porque te sientes muy mal, es indescriptible. Pero pensar que eso no era para siempre me ayudó mucho, me hacia bolita en mi cama y pensaba que en dos o tres días pasaría. También hice mucha yoga, mucha meditación y descubrí, tarde, en la tercera quimio, que es la misma energía quejarse que respirar. Y respirar te ayuda, te tranquiliza, te oxigena, entonces en lugar de quejarme, respiraba.


La actitud ayuda mucho, ¿no?


Sí, yo soy muy testaruda, no me dejo y esa actitud sí me ayuda. Yo dije: ‘Yo no me voy a morir, ya sé que es muy grave lo que tengo, pero no me voy a morir en la raya´.


¿Qué rol jugó su familia, su hijo?


Fueron un apoyo fundamental, sobre todo mi hijo, Max se enfrentó con un monstruo como el cáncer de una manera abrupta, como todas las personas, porque no somos especiales. Yo porque soy una figura pública, pero hay tanta gente que pasa por esto. Es terrible. Pero siento que es una bendición que él, a través de su madre, haya conocido lo que es la vida. Lo frágil que somos, que se dé cuenta que lo que importa es el momento presente.


Sus palabras reflejan que lo asume como una lección de vida.


Totalmente, a mí me cambió la vida, tuve muchos ángeles que me rodearon, tuve la fortuna de conocer a gente que me ama, conocí cosas que de otra manera jamás habría conocido, porque de pronto nos gana la vorágine de la vida y dejas de percibir lo que realmente vale la pena. Antes de esta experiencia yo ya agradecía amanecer, pero ahora lo hago con más conciencia todavía, agradezco y agradezco tener vida al abrir los ojos y ya cuando pones las cosas en esa balanza lo demás no importa.


¿Hace alguna labor para concientizar a la gente sobre el padecimiento?


A mí ya me la mandó Diosito, a una chica que desgraciadamente está muy enferma; y cuando me sentía muy mal prometí ayudar a cualquier persona que se me aparezca en la vida, y sí se me han acercado varias instituciones; así que hay que pagar la promesa. Estoy deseosa de compartir mi vivencia, de las cosas más importantes que aprendí es a tener las herramientas adecuadas para no ver estas experiencias como un castigo, sino como un aprendizaje, porque entonces creces.

  • Adriana Jiménez Rivera
  • jiramil@hotmail.com
  • Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectivo, egresada de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales, ENEP Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Con más de 32 años de experiencia en el periodismo escrito, en los diarios El Esto y La Afición, y las revistas Tele Guía y Oye mi canto; y desde 2000 en MILENIO DIARIO como reportera, y Coeditora desde 2009 a la fecha.

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