Aunque fue en octubre del 2017 que las actrices Rose McGowan y Ashley Judd levantaron, por primera vez, clara y fuertemente sus voces contra quien acabaría siendo no solo el peor símbolo del abuso sexual, sino uno de sus más voraces practicantes, tenemos que reconocer que hasta mayo del 2018 el mundo comenzó a creer que lo que empezaba en Hollywood podría tener consecuencias verdaderas y generar cambios en las entrañas de toda sociedad que estuviese a cargo de los hombres. En otras palabras: casi todas las del mundo.
La historia se desarrolló de una manera impactante. Con voces uniéndose día a día a las acusaciones que no solo alcanzaron al exdueño de los estudios Miramax, sino a innumerables personajes, la mayoría en el entretenimiento, otros en el mundo de los negocios, varios más en el mundo de la política (quienes, por algún motivo, decidieron olvidar que el presidente estadounidense Donald Trump hasta había confesado horrores contra las mujeres).
Y sí, muchas cosas fueron cambiando. Muchos acusados se quedaron sin trabajo. Muchos proyectos se cancelaron. Cambiaron reglas dentro y fuera del mundo del entretenimiento. Pero no fue hasta el 25 de mayo de este 2018 que termina, que se vieron las primeras consecuencias legales. Específicamente, la entrega de Harvey Weinstein a la policía de Nueva York y, aún más importante, las acusaciones formales en su contra por violación y abuso sexual contra dos mujeres. Para empezar.
Claro, con 1 millón de dólares de fianza, la entrega de su pasaporte y la promesa de usar un aparato que transmitiera cada uno de sus movimientos, el hombre regresó a casa a planear una de las estrategias legales más perversas y difamatorias contra las mujeres que seguían y seguían acusándolo. Lo importante es que el caso procedió.
Ahora, muchos dirán que el caso Weinstein, gran detonador del movimiento #MeToo, no es una representación del proceder de todos los hombres. Y por supuesto que tendrían razón. Pero, sin la menor duda, sí fue y es una de las muestras máximas de un sistema que permite que el hombre abuse impunemente de la mujer, debido a su poder en la gran mayoría de situaciones que vivimos. Desde el hogar, hasta la vida empresarial.
Y sí, quizás él fue la gota que derramó el vaso, pero fue una gota muy gorda e imposible de ignorar. En otras palabras, ya estábamos hartas de que esa fuera la “normalidad” para tantos hombres en cualquier país y ámbito.
Es muy curioso, porque mientras todas queremos justicia y no vernos en situaciones en las que tenemos que quedarnos calladas ante un depredador, también hubo casos muy efectivos, donde personas que no lo merecían recibieron el mismo trato que Weinstein.
¿Un caso? El senador y antes comediante, Al Franken, acusado de haber hecho un chiste de muy, muy mal gusto décadas antes. Salió del Senado.
¿Otro? El comediante Aziz Ansari, quien tuvo una cita en la que sí hubo acercamiento sexual, con consenso. Pero al día siguiente la chica admitió que, aunque nunca lo expresó, no se había sentido cómoda y que él debió haber leído las señales. ¿Cómo? Solo ellos lo sabrán. Pero eso no te convierte en un Bill Cosby, un Harvey Weinstein o un Donald Trump (grab them by the pussy, por el amor de Dios).
¿Durante este año, cambiaron algo los movimientos sociales como #MeToo y #TimesUP? Sí. Ver al gigante caer hará que a partir de ahora muchos lo piensen más de una vez. Sin embargo, en los años venideros, será trabajo de todos saber diferenciar una cosa de otra. Sobre todo, para proteger a las verdaderas víctimas.