El productor y director de cine y teatro Rodrigo Nava andaba buscando una obra ganadora del Pulitzer para adaptar a México, “tropicalizarla”, y regresar al escenario, y se topó con The Proof, una joya de David Auburn que impuso un récord de longevidad en Broadway y llegó al cine con Anthony Hopkins.
Después de la comedia Enfermos de amor (2019), basada en otro éxito contemporáneo de Broadway, Love/Sick (2012), de John Cariani, que recién también terminó de rodar para el cine, Nava volvió con el pie derecho al escenario para montar su versión de The Proof en el Foro Shakespeare (Zamora 7, Condesa), que llamó Prueba Perfecta, con dos elencos que se alternan funciones, opción a la que ahora muchas producciones recurren porque –explica en entrevista– hay tanto trabajo ahora para los actores por la cantidad de plataformas en streaming, que resulta imposible tenerlos en exclusiva en una obra.
En vísperas de la conmemoración del Día Mundial del Teatro, el próximo domingo 27 de marzo, Nava conversa sobre esta obra que cuenta la historia en flash back de Carolina (Catherine, en The Proof) sobre su padre, un genio matemático que recién ha muerto y al que cuidó los últimos cinco años debido a que él padeció una enfermedad mental, que ella teme haber heredado. No obstante, su legado fue la genialidad para la matemática, de la que todo mundo duda, aun la misma Carolina, por ser ella mujer.
Con una temporada prevista del 4 de marzo al 8 de mayo, Prueba perfecta cuenta con dos elencos que se alternan: Arantza Ruiz y Bárbara López en el papel de Carolina; Jesús Zavala y Germán Bracco, como Pablo; Sara Maldonado y Esfefanía Hinojosa como Claudia. Plutarco Haza interpreta en ambos elencos a Roberto, el eje de la obra, que ya en 2003 había llevado a escena Jaime Matarredona como La prueba (como la versión original de Auburn) en el teatro Diego Rivera, también con Haza, pero entonces en el papel de Harold (hoy Pablo en versión e Nava); su esposa de entonces, Ludwika Paleta, como Catherine (Carolina), Dominika Paleta como la hermana de esta también en la ficción como en la vida real, Claire (Claudia), y Patricio Castillo y Sergio Ramos, El Comanche, como Robert (Roberto).
El proyecto comenzó para Nava antes de la pandemia mientras rodaba su primer filme a partir de la comedia de Cariani. Quería encontrar algo diferente, más dramático. En su búsqueda de Pulitzers le encantó la lectura de The Proof (2000), “un texto perfecto”, cuyos palmares incluían el Tony 2001 a su primera protagonista Maríe Louise Parker, la adaptación de John Madden al cine con Hopkins en el papel de Robert y Gwyneth Paltrow como Catherine, que había interpretado ya en el teatro londinense.
“Me dije que había un gran camino para lograr una adaptación padre de la obra, actualizarla, hacerla más fresca, tropicalizarla para el público de México con el lenguaje y los nombres de los personajes, para que la gente siguiera encontrando una historia que le atraiga, que es una historia diferente en cuanto a los aderezos que contiene sobre la genialidad y la locura”, expone el director y productor.
Refiere que lo que primero le atrajo de The Proof fue justo todo lo que había ganado por su paso por los escenarios estadounidenses (con 900 representaciones de 2001 a 2003) e ingleses, y que de inmediato se adaptó al cine en 2005 con estrellas como Hopkins, Paltrow, Jake Gyllenhaal y Hope Davis.
“Justo estaba viviendo el proceso de adaptar al cine Enfermos de amor y todo me hacía sentido. Mi forma de dirigir en teatro es bastante cinematográfica, en cuestiones de que me gusta que la historia se cuente con los diálogos, no me gusta ponerle otros elementos, no musicalizo las escenas, prefiero que sean naturales, sólo musicalizo transiciones y demás. Eso fue lo que me animó a hacer The Proof cuando la leí. Además, me interesaron las historias del padre genio matemático, el tema de la salud mental, me gustó mucho que había relaciones de amor, de padre e hijas, de hermanas”, expone Nava.
Sostiene que no le tuvo miedo a todo el peso que ya traía la obra en premios, récords o el filme que se había hecho y que a la fecha dice no haber visto. Y destaca que siempre se ha apoyado en sus elencos.
“Sinceramente, no le tuve miedo a nada. No lo digo desde el ego. Me enamoré de un texto más que dejarme espantar o amenazar por todo lo que había alrededor del texto, lo usé a mi favor. Me he cobijado de elencos muy padres, y, en este caso, de un elencazo increíble. Prueba perfecta es un trabajo en equipo. No he sido tonto, he usado esa herramienta a mi favor desde el inicio de mis proyectos: el armar un elenco que pueda soportar el peso de un texto, porque realmente el trabajo en equipo entre el director, el texto y los actores y demás es donde está el resultado. Más que dejarme apabullar por The Proof me ocupé primero por hacer la traducción y después tener un elenco que lograra hacer estos personajes y que estos personajes fueran entrañables. Y eso es lo que más he disfrutado”, refiere Nava.
Carolina (Catherine, The Proof) celebra en el patio de su casa con champaña su cumpleaños 27 con su padre, genio matemático. Pero él está muerto y en vísperas del sepelio. A partir de esa primera escena de irrealidad se construye este drama sobre el amor filial, la genialidad, el sacrificio y cómo las mujeres han sido menospreciadas en las ciencias, como la matemática francesa Sophie Germain (1776-1831), a cuyo espíritu Auburn parece haber dedicado la obra, con mención a la autora del Teorema de Germain.
Con escenas en flash backs, Carolina recuerda a su padre, Robert, a quien cuidó los últimos cinco años debido a la enfermedad mental que él padeció y que ella teme haber heredado, aunque también heredó su pasión por las matemáticas. En tiempo real, se relaciona con un antiguo alumno de él, Pablo (Hal, en la obra de Auburn y en la película de John Madden), que busca encontrar algún trabajo trascendental inédito entre los cuadernos de Robert; y enfrenta a su hermana castrante, Claudia (Claire, en Proof).
—¿Por qué recurre a dos elencos? Ya he visto mucho eso en otras obras recientemente.
—Es muy sencillo. ¿Cuántos streamings hay ahora? Hay un chorro de plataformas. Estamos ante una apertura que nunca habíamos visto, todo mundo está produciendo. Hay más de ocho plataformas activas, todo mundo tiene muchísimo trabajo. Y cuando quería cierto tipo de actor o actriz, tenían una agenda muy complicada, eso me pasó desde Enfermos de amor. Así que hice un elenco doble, para que pudieran estar alternando. Ahora, cuando quieres actores de calidad –y no me refiero a la fama–, que están trabajando en otros proyectos, tienes que darles facilidades para que puedan estar en el tuyo. Todos los actores ya tienen una agenda complicada, así que hay que darles herramientas, facilidades. Muchas obras tienen dobles elencos porque los actores tienen demasiado trabajo, y eso está padrísimo, estamos en una época brillante, dorada, del contenido televisivo por la cantidad de streamings.
—¿Y para el teatro será una época dorada? La pandemia rompió una buena racha, me parece.
—Para el teatro también lo estoy viendo. Vienen estrenos increíbles. Está padrísimo que todo mundo le estamos echando las ganas, incluso a pesar del tema económico, porque el teatro es el más arriesgado, frente a la televisión, el cine. Ahí está también el mérito de todos los que estamos haciendo teatro, yo y todos los productores y los actores que se la están rifando, que trabajamos por muchísimo menos dinero. Estamos echándole muchas ganas porque el teatro en México resurja después de dos años de pandemia, que estuvimos cerrados. Y ojalá el espectador vea la oferta tan grande que hay de musicales, obras independientes o públicas, foros chiquitos o grandotes, de todo, para que pueda escoger lo que quiera. Ojalá el espectador haga también este esfuerzo por salir e ir a ver una experiencia en vivo.
—Plutarco Haza repite en esta obra. En el montaje de Matarredona de 2003 interpretó a Harold (Pablo) y hoy a Robert, el padre. Fue un gran reto para él, maduró de un papel a otro.
—Fue un gran reto para el actor y director. Lo platiqué con él. Aunque hayan pasado 20 años, las personas tienen memoria, y pensaba a ver qué preconcepto tiene de la obra, que estaba en otro personaje ya trabajado en su cerebro. El invitar a Plutarco se dio en una plática sobre el proyecto con una amiga actriz. Me dijo que él hizo al chavo, Harold –yo le puse Pablo porque la tropicalizamos para un universo que no se explica si no es México–. Pedí a producción que lo buscara a ver si se le antojaba o le movía hacer ahora a Roberto. Contestó que le encantaría volver a hacer esa obra y el personaje de Roberto. Era interesante para un actor que hizo esa obra hace 20 años. Y, en general, lo pudo formar muy bien al personaje, lo pudimos trabajar en conjunto. Robert es el personaje más importante del texto, aunque no el que más presencia en la puesta en escena, él mueve todos los hilos de la obra. Con Plutarco logramos un trabajo muy padre director-actor, eso me gustó mucho de trabajar con él.
—¿Qué complicaciones hubo con él, para saltar del personaje que hizo hace casi 20 años?
—No encontré complicaciones, al contrario, solo riquezas. Plutarco no se queda callado, a algunos directores quizás eso no les encante, a mi sí me gusta escuchar a los actores, tener sus puntos de vista. Nosotros, como directores, tenemos una visión de los textos para las películas, las series, el teatro, pero quién realmente vive los personajes son los actores. Y un ejercicio padre de apertura del director es escuchar a los actores. Y lo que sucedió con Plutarco fue que se dio un ejercicio de escucharlo mucho. El resultado se nota en la obra de teatro Prueba perfecta, porque se ve a un Roberto bastante sólido.
—Aunque justo Robert es el eje, la obra de Auburn me parece una obra profundamente feminista.
—Absolutamente, tiene que ver con el patriarcado absolutamente. En este caso se aborda el mundo de las matemáticas, pero ¿en cuántas profesiones no se sigue viviendo eso que se dice que no son para mujeres o que son sólo para mujeres? En un diálogo en Prueba perfecta, cuando Pablo y Carolina están sentados en la banca del jardín, él le dice que las matemáticas son para hombres jóvenes. Y ella contesta: “¿Para hombres, jóvenes?”. Él trata de rectificar y dice: “Bueno, también para mujeres”. Pero no, él ya hizo ese statement, de que Carolina, por ser mujer, no puede ser matemática, no puede ser brillante, no puede ser genio, como su papá. El primer obstáculo que se impone a Carolina para que verifique o demuestre lo que quiere ser es el ser mujer. Y eso es de muchísima actualidad.
De hecho, en ese diálogo Auburn rinde tributo a una de las grandes matemáticas, la francesa Sophie Germain (1776-1831), pionera de la teoría de la elasticidad en física y autora del Teorema de Germain.
—Como en otras obras que vi este año, me dio la impresión que los actores estaban felices en el escenario con Prueba Perfecta, más que en otras ocasiones, a pesar de estar presentado un drama.
—Sí, tengo yo, con ésta, dos experiencias. El año pasado, cuando filmaba mi película Enfermos de amor, todos regresamos a trabajar con mucho entusiasmo, estábamos súper contentos después de que por la pandemia a actores, directores, toda la gente de teatro y a los que se nos dijo que no teníamos una profesión de primera necesidad y que nos tuvimos que guardar. En el set se vivía una magia especial por el regreso. Esto mismo está pasando al teatro, que fue el más golpeado y no se pudo reponer más. En el set y en el escenario se vivió lo mismo: este entusiasmo y estas ganas de querer hacer lo que más nos gusta, que se cuenten las historias. Todos los actores de Prueba perfecta se sienten felices, independiente de que se hizo una amalgama muy padre y todos se llevan muy bien. Pero gran parte de la felicidad es estar de regreso en el teatro y que el arte está de regreso.
—¿Qué es para usted ahorita Prueba perfecta, The Proof?
—Un texto perfecto. Tiene todos los elementos. Debes ir dispuesto a escuchar a los personajes, a las anécdotas y, a partir de ahí, encontrar una experiencia de vida increíble.