Cuando la nutrida marcha para conmemorar la década que llevan desaparecidos 43 normalistas de Ayotzinapa llega al cruce de Palma y 5 de Mayo, topan con bloques de concreto que les dificulta el paso hacia el Zócalo capitalino. A quien se le haya ocurrido obstruir el camino ha subestimado a los padres de los alumnos: habituados a la terracería y a la lluvia, brincan las moles y todos los siguen. Los cohetones anuncian que, pese a todo, están en la plaza. La misma donde hace unas semanas le aplaudiste al presidente López Obrador. Pero ya me estoy adelantando.
Ángel de la Independencia, 16:30 horas. Henos aquí reunidos, otra vez, por un crimen sin resolver. El de Ayotzinapa. Los padres de los normalistas desaparecidos van a la vanguardia, apenas detrás del bus que trae el altavoz. Cinco madres ya han fallecido y cuatro más abandonaron la lucha en estos 10 años. El resto padece distintas enfermedades, pero aquí están. A la zaga de los padres le siguen estudiantes de las 16 Escuelas Normales Rurales del país. A chicos de su edad son a quienes buscamos la memoria colectiva. Pero ya pasó una década. Ya deberían de ser maestros como lo son varios de su generación.
Paseo de la Reforma. 17:15 horas, a la altura del hotel Fiesta Americana. Mientras el Bloque Negro hace lo suyo (pintar, romper vidrios y prender fuego al hotel y al Starbucks) anotas consignas, cantos y carteles: “Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”. “El Ejército del 68 sigue masacrando”. “Lucha, lucha, no dejes de luchar”. “Omar García, traidor”. “Gobierno, maldito, reprimir es un delito”. “Gobierno farsante, que asesinas a estudiantes”. “Los seguiremos buscando”. “Diez años sin justicia sin verdad”. “Adelante, adelante, marxistas leninistas”. “Su dolor en nuestro dolor”. “Nos faltan 43”. “Soñé que Ayotzinapa despertaba al mundo”. “Somos memoria, queremos justicia”. “AMLO no cumpliste”. “Fue el Estado”.
Paseo de la Reforma y Bucareli, 17:50 horas. Mientras cada nombre de los normalistas desaparecidos es mencionado frente al antimonumento de los 43, a manera de pase de lista, te preguntas en qué momento cambiamos “Fue el Estado” por “Fue el Ejército”. Tus colegas periodistas intentan responderte. Uno dice que todo inició cuando se supo que uno de los normalistas de Ayotzinapa era infiltrado del ejército. Otro está seguro de que la idea tomó fuerza cuando se descubrió que había un quinto camión, supuestamente cargado de heroína. Y uno más te recuerda los reportajes que escribió gente que hoy trabaja en la 4T, sobre el supuesto uso de crematorios del Ejército para eliminar a los normalistas. Tú no olvidas que en la desaparición también participaron narcotraficantes y autoridades municipales y estatales.
Avenida Juárez. 18:30 horas, a la altura del Museo de la Memoria y Tolerancia. Un matrimonio que vive en el sur de la ciudad ha traído a la marcha a sus hijos Marco y María, de seis y cinco años. “Les dijimos que veníamos a exigir justicia por los normalistas y luego, luego nos dijeron que los trajéramos”, te cuenta orgullosa la madre y te aclara que no es la primera vez que se manifiestan. Marco y María también han marchado a favor de Palestina.
Avenida 5 de mayo y calle de Palma, 19:01 horas. Una decena de bloques de concreto obstruye el paso hacia el Zócalo. Algunos sugieren caminar hacia Madero o 16 de septiembre. Los padres se autogestionan: unos brincan las moles, otros las sortean caminando. Ya lo dirá don Mario, uno de los padres, cuando esté en el templete y tenga el micrófono: “No sé qué pretende (el presidente con cerrar), ¿decir que ya no tenemos la solidaridad de la gente?”.
Mientras don Mario le pregunta a mandatario federal por qué tanto odio hacia los 43, y le reclama por haberse puesto “del lado de la traición”, y le reprocha no haber cumplido su palabra, y lo interpela por “dedicarse a desprestigiar a todas las personas con tal de no llegar a la verdad”, y lo reta a que demuestre que son financiados por la DEA, el Bloque Negro sigue en lo suyo: ahora tiran cohetones a Palacio Nacional, al que han blindado desde la noche anterior. En esos muros, alguien dibujará una tortuga (el símbolo de Ayotzinapa), con una leyenda a su lado: “Viven en nuestra rebeldía”.
Mientras doña Hilda le dice a López Obrador que los “traicionó por proteger al Ejército”, y le llama “cómplice de la desaparición”, y le exige que le pida a la cúpula militar que entregue la información que se ha negado a entregar, y solicita que el GIEI regrese, el abogado Vidulfo Rosales denuncia que los bloques de concreto son un intento de boicotear la marcha. “Es inaudito que, además de no darles la verdad a los padres y madres, además de traicionarles, hoy les impidan el paso con barreras de cemento”.
Mientras don Emiliano le dice al presidente: “Andrés, sé que nos estás viendo”, y le reclama porque “prometiste darnos verdad”, y lo confronta por haberles “dado la espalda” en cuanto “las investigaciones tocaron al Ejército”, y lo califica como un merolico, y lo interpela por no investigar ni a Enrique Peña Nieto ni a Miguel Ángel Osorio Chong, tú te acuerdas de que hace apenas unas semanas estabas en el Zócalo, escuchando y aplaudiendo el informe de López Obrador. Pero que simpatices con su movimiento no significa que te olvides de una máxima: las víctimas son los más importante. Y aquí estás, diez años después.
LG