Con más de 25 años de trabajar en el oficio del tallado de madera, Artemio Zaragoza Juárez, originario de Xochiapulco, Puebla, preserva la tradición de la elaboración artesanal de máscaras de madera para las diferentes danzas prehispánicas y autóctonas de la región: “Me enseñó mi papá. Él se dedicaba a este trabajo y de ahí fuimos aprendiendo y ahora, gracias a Dios, es nuestro trabajo”.
En entrevista con MILENIO Puebla, comenta con orgullo que en el libro Mexican Masks and Puppets Master Carvers of Sierra de Puebla del antropólogo estadounidense Bryan J. Stevens, se le dedica un capítulo a su padre, quien se inició en este oficio de forma empírica: “No le enseñó nadie. Creo que fue la necesidad para sobresalir (lo que le hace aprender)”, marca el hijo de don Artemio Zaragoza Zaragoza, quien falleció hace poco.
Asimismo, señala que su padre adquirió más sensibilidad y habilidad para culminar sus creaciones al convivir y conversar con los danzantes de la región, pero sobre todo obtuvo la enseñanza de los ancianos que participaban.
Este bagaje de conocimientos, reconoce, se lo trasmite al compartir el mismo taller, aunque ahora sus creaciones las realiza en otro espacio, pues a la par administra junto con su esposa e hija el área de comida del Centro Recreativo Atzalán:
“Hacemos la máscara tradicional de Todos Santos, que le llaman Catrina; la de los Huehuentones, la de la Danza de los Matachines, la de la Danza de los Santiagos o Pilatos”.
No obstante, el artesano afirma que también hace creaciones por encargo, como la máscara de tres rostros, “que es decorativa porque no es de ninguna danza (...) y que podría ocuparse para mostrar que todos tenemos diversas facetas, caras o personalidades”.
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El artesano explica que depende del tamaño y el tipo de madera que utilice, el tiempo que se tarda para el corte y tallado de una de sus creaciones, sin embargo, prefiere elaborar sus máscaras con madera de hilite, una especie arbórea de hasta 25 metros de altura, con tronco grueso, ramificado desde un metro de alto; y su corteza es gris clara y lisa con verrugas horizontales.
“Es un árbol netamente maderable. A mí me gusta trabajarlo en una fase intermedia, ni recién cortado porque se rompe, se raja, se quiebra; ni seco porque se puede romper, astillar o no permite el tallado”.
Informa que de este árbol, que tarda en crecer de tres a cuatro años, puede sacar hasta 20 máscaras, mismas que decora con pintura de aceite, “pero eso se logra cuando ya está seca (la madera)”.
Cuenta que a la par de cortar también se da a la tarea de plantar, pues así le inculcó su progenitor, y está consciente que debe existir un equilibrio entre el consumo y el abasto para poder mantener viva esta actividad. Revela que cuando ve un pedazo de madera, en su mente proyecta la figura que va a realizar: “Veo un tronco y pienso que sirve para hacer una cabeza de jaguar o igual para hacer una máscara”.
Precisa que depende de la idea serán los cortes que realice, “para ir detallando cada figura, una cabeza de jaguar, bien terminada, requiere un día y después dejarlo que se seque unos 15 a 20 días para poder tallarla, lijar y barnizar”.
En el caso de la máscara de tres rostros, tuvo que destinar tres días de labor para culminar su tallado, “pero igual en un trabajo rústico porque también se debe de esperar para lijar y pintar”.
Padre de tres hijos, una mujer y dos hombres, cuenta que estos se dedican a otras labores a pesar de que durante su infancia les enseñó el arte del tallado.
Respecto a las herramientas que emplea, revela que nada es de fábrica, “aquí todo lo hago con diferentes materiales y fierro; con esmeril hice mis formones, la mayoría son hechas por nosotros”. Expresa que casi todas sus creaciones son por pedido, “incluso algunos nos traen las muestras y las tratamos de igualar”.
Además, resalta que puede hacer cualquier figura, “siempre y cuando sea de madera o que tengan algún modelo que quieran que se les haga, aquí se les puede hacer”. Ejemplo de ello es que ha realizado caballos y otros animales, “también algunas imágenes, algún santo, pero de eso casi no. Nos dedicamos a las máscaras”.
Por último, narra que la pandemia tiene estancada la producción pues dejaron de celebrarse los festejos y danzas de la región, no obstante, se espera que poco a poco esta actividad se reanude para que no muera la tradición de hacer máscaras de madera.
mpl