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Hidalgo se viste de música, comida y danza para honrar a sus pueblos originarios

El encuentro de pueblos originarios celebró la cultura de la Huasteca con música, gastronomía y tradiciones ancestrales.

Huejutla de Reyes /

Un recorrido por la sierra hidalguense nos trasladó en un túnel del tiempo hasta llevarnos al contacto con nuestros ancestros en Huejutla, municipio que concentra una gran cantidad de población de origen autóctono donde predomina el habla del náhuatl por donde quiera que se camine.

No resulta extraño escuchar en algunas tiendas de gadgets o electrodomésticos cómo invitan a la gente a adquirir sus productos en una lengua tan bella como la que aquí se habla, más allá del español.



La travesía hacia este municipio del norte de Hidalgo, fronterizo con Veracruz y Tamaulipas, nos llevó cuatro horas desde Pachuca, la capital del estado, por una carretera donde el verde salpica todo a nuestro alrededor y se une a lo lejos con un cielo azul que recuerda al paraíso terrenal.

Nuestro destino era llegar a la primera celebración del Tlajtoli, el primer encuentro de comunidades originarias, especialmente nahuas, que habitan la zona de la Huasteca.

Tlajtoli, que significa “palabraen náhuatl, no solo alude al lenguaje, sino que representa la importancia de la comunicación y la transmisión de estas tradiciones de generación en generación.

No hay que confundir este encuentro con otra fiesta tradicional que se celebrará el 30 de octubre: el Xantolo, en el que se recuerda a los seres queridos que se adelantaron en el camino. En ese evento se honra la vida, se recuerda a los muertos y se unen comunidades de toda la región para recibir a quienes ya transitan por la eternidad.

En el caso de Tlajtoli, se busca mantener vivas las tradiciones más arraigadas y profundas de nuestra mexicanidad, expresadas en vistosos trajes, rituales prehispánicos, danza, música, artesanía y, cómo no, en el delicioso aroma que se desprende de los fogones: estufas de troncos y barro donde se cocinan platillos tradicionales a partir de maíz, fusionados con ingredientes traídos por la cultura europea.

Primero conquistan el olfato con un aroma memorable y luego el paladar con un sabor que bien nos lleva al mismo Ilhuícatl.

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Tesoro gastronómico

A nuestra llegada al Tlajtoli, lo primero que nos recibe en este “Municipio con Sabor” es un pabellón gastronómico. Sin pensarlo dos veces, nos dirigimos a la primera estufa de barro, donde se preparaban enchiladas huastecas con una generosa porción de cecina, carne delgada cocinada a la parrilla o a la plancha, acompañada de una salsa especial y un queso campesino que sería la envidia de cualquier chef con estrellas Michelin.

Los aromas son tan intensos como agradables: la cocina huasteca es un deleite culinario que refleja la riqueza natural de la zona. Los platillos típicos son famosos por el uso de ingredientes locales y técnicas ancestrales, lo que da un realce especial a este encuentro, donde la forma de preparar la masa de maíz puede variar tanto como lo permite la imaginación y la tradición de quien cocina.

Un ejemplo es el zacahuil, platillo insignia por excelencia, más allá de las irresistibles enchiladas. Se trata de un tamal gigante relleno de carne de cerdo o pollo, envuelto en hojas de plátano y cocido en horno de tierra. Degustarlo es una explosión de sabores ancestrales que evocan las cocinas antiguas de nuestras abuelas.

A lo lejos, en el pasillo gastronómico del Tlajtoli, nos llama un anuncio de venta de bocoles: gorditas de maíz mezclado con carne, rellenas de queso o frijoles, pasadas por manteca que refuerza su sabor.

No puede faltar el famoso plato huasteco, combinación variada de los mejores sabores de la región: cecina, enchiladas, chorizo y frijoles, que deja al comensal más voraz con una sensación de plenitud que puede durar todo el día.

La gastronomía local incorpora también ingredientes únicos como los chinicuiles (gusanos de maguey) y los escamoles (huevos de hormiga), considerados una importante fuente de proteína. Son un reto para algunos, pero una delicia para quienes se atreven a adentrarse en la gastronomía ancestral.

Mezcla de culturas

La Huasteca hidalguense es una región vibrante y culturalmente rica, con una historia y tradiciones profundamente arraigadas en sus pueblos originarios, principalmente los de habla náhuatl, pero también otomíes.

El corazón de esta región es Huejutla de Reyes, lugar donde vivimos esta experiencia que nos conectó con nuestras raíces. Su nombre, que en náhuatl significa “lugar donde abundan los sauces”, evoca la exuberante vegetación del área.

Hidalgo cuenta con una significativa población indígena: mil cuatro comunidades originarias distribuidas en al menos 31 municipios. Esta riqueza cultural se manifiesta en su idioma —náhuatl, otomí y tepehua, las lenguas más habladas— y en sus tradiciones, que son una fusión única de creencias prehispánicas y católicas.

Tras degustar los platillos típicos, encontramos una vasta zona de artesanías donde el barro, la joyería con incrustaciones de concha nácar, los tenangos, los dulces típicos y bebidas tradicionales como el pulque aderezaban el entorno en la plaza principal de Huejutla.

Ponerse hasta las manitas

Caminando por la plaza, entre expositores de la diversidad gastronómica y artesanal de la región, nos encontramos con José Luis Aldana, quien se define como rescatador de la tradicional bebida prehispánica obtenida del agave: el pulque.

Nos acercamos atraídos por la decoración de su puesto, al estilo de las pulquerías de antaño.

José Luis Aldana, productor de pulque tradicional. (Miguel Ángel Puértolas)

Explicó que el pulque se obtiene de la fermentación del aguamiel, savia dulce extraída del centro del maguey, particularmente de especies como el Agave salmiana, Agave atrovirens y Agave mapisaga. También narró la razón poco ortodoxa por la que decidió rescatar esta bebida.

“Mira, yo creo que yo, desde que nací, hermano, yo creo que desde que nací me dedico al pulque. ¿Por qué? Mi preocupación fue hace 15 años, en 2008, cuando en realidad en mi pueblo no se vendía el pulque, no se vendía el pulque en la copa. ¿Por qué no lo vendían? Porque en realidad hubo un gobierno, un presidente municipal, muy buena persona, pero no conocía nuestras costumbres, nuestras raíces. Entonces, hubo un pleito fuerte y, en realidad, él dijo: el pulque ya no se va a vender aquí en el mercado”.

Comentó molesto que la cerveza desplazó al pulque en Actopan: 

“Entonces, nos hemos dedicado al rescate del folklore pulquero y, en realidad, para mí es un orgullo representar esta bebida tan rica, nutricional”.

Frente a su puesto había un zurrón de cuero de chivo para transportar pulque, que explica la frase popular “ponerse hasta las manitas”.

“Mira, esta es una bota, este es un colambre, en la Biblia se llama odre. Aquí se transportaba el aguamiel del campo, sí es de chivo, mucha gente se confunde que es de cerdo, no, es de chivo. Entonces, con esta bota se transportaba el aguamiel del campo al barril, a la olla donde se consumía el pulque.

Y de ahí viene… hay una frase popular muy conocida que dice: "vienes hasta las manitas", porque el cuero se llenaba de pulque pasando las manitas hasta acá arriba. Cuando llegaba el jornalero y la mujer le decía: ‘Ah, ya vienes hasta las manitas’, era por el cuero”.

Salud y sanación de cuerpo y espíritu

No todo es comer y beber. En el centro de la plaza estaba la zona de la salud, donde la medicina ancestral se hacía presente con un jardín botánico de hierbas curativas y un temazcal que atraía tanto a curiosos como a conocedores.

Un temazcal (del náhuatl temazcalli, “casa de sudor”) es un baño de vapor ancestral, originario de las culturas prehispánicas de Mesoamérica.

Tiene forma redonda, como un iglú o domo, y simboliza el vientre de la Madre Tierra. Se utiliza con fines rituales, terapéuticos y espirituales, como un rito sagrado de purificación y renacimiento que busca la sanación física y espiritual.


Temazcal instalado en el centro de Huejutla. (Miguel Ángel Puértolas)

Frente a la iglesia de Cristo Rey se montó un altar con símbolos prehispánicos para venerar a la Virgen de Guadalupe y a San Judas Tadeo.

Sonia Guillén, enfermera y partera tradicional, encabezó la ofrenda con elementos de uso cotidiano y alimentario que, al final, se repartieron entre 50 mujeres e invitados.

“El altar que se puso el día de hoy, en este evento tan importante que es el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, en la región huasteca se dominó Tlajtoli, y el altar está diseñado, elaborado desde nuestros ancestros, con la imagen de la Virgen de Guadalupe. ¿Por qué la Virgen de Guadalupe? Porque es la mamá de Jesucristo, y por eso le damos ese lugar, con todo el respeto y el cariño. Después tenemos a San Juditas Tadeo, y tenemos a las veladoras, que las parteras tradicionales y médicos tradicionales en la huasteca son las que más utilizan, como es la veladora de nuestro Padre Jesús, la veladora de la Virgen de Guadalupe y la de San Juditas Tadeo”, contó Sonia.

En el centro de la ofrenda había una veladora de la Divina Providencia. El ritual consistió en agradecer a la Madre Tierra y a los cuatro elementos. El maíz, producto esencial, se colocó junto al frijol, el café, el chile y las verduras que alimentan a la comunidad.

Parteras tradicionales presentaron un altar con ofrendas y símbolos prehispánicos. (Miguel Ángel Puértolas)


En esta región, las tradiciones, la cultura, la gastronomía y el milenario trueque siguen vivos.

“En muchas de nuestras regiones de esta huasteca todavía existe el trueque, en donde los señores se juntan un grupo de 30 personas, 20 personas, y primero siembran en la huerta de una persona, siembran el maíz; en la huerta de otro, igual el maíz. Ellos dividen cómo ir sembrando. Unos siembran el maíz, otros el frijol, otros el café, otros la caña, y se llama mano a mano. Entonces no se mueve el dinero, porque es una canasta de primera necesidad y es lo que nuestros ancestros y, a través de la historia y en la actualidad, nunca nos falta el alimento, bendito Dios”, nos cuenta Sonia, líder de 223 médicos tradicionales de la zona.

Noche de fiesta música y danza

A los estímulos visuales, olfativos y gustativos se sumaron los auditivos, con teponaztles y tlapitzallis, violines y guitarras españolas que evocaban desde la música prehispánica hasta el son huasteco.

La música tradicional de la Huasteca hidalguense es parte esencial de su identidad, ligada a danzas y rituales. El género más representativo es el huapango o son huasteco, mestizo, con influencias indígenas, españolas y africanas.

No todo quedó en lo secular: un grupo de mujeres llevó música tradicional a la Catedral de Cristo Rey, templo fundado en 1545 por frailes franciscanos, en una muestra de la fusión entre el viejo y el nuevo continente.

Al caer la tarde, en el piso central rodeado de arquitectura típica, comenzaron las danzas. Destacó la danza de los xochitines o de las flores, asociada a rituales agrícolas y adoración a la tierra.

Grupos de danza con participaron con vestimentas tradicionales. (Miguel Ángel Puértolas)

También sobresalió la danza de Los Cornudos de Calnali, que simboliza la caza del venado. Los danzantes portan cuernos y vestimenta alusiva a esta tradición, parte de los rituales agrícolas y del carnaval.

Un grupo de niños robó la atención bailando huapango sobre una tarima de madera, girando con precisión y fuerza sorprendentes.

La noche cerró con juegos pirotécnicos, influencia oriental pero infaltable en toda fiesta mexicana.

Tlajtoli es un esfuerzo por preservar y celebrar esta herencia cultural. Huejutla de Reyes fue epicentro de este encuentro cuyo lema, “Un Encuentro Entre Hermanos”, busca consolidarse como celebración anual que fortalezca el legado cultural de la región. Participaron representantes de más de 40 municipios de Hidalgo.


  • Miguel Ángel Puértolas

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