José Armando Castaño Nava sabe que el año 2021 augura tiempos mejores o al menos lo intuye porque ahora alcanza a lustrar más de cuatro pares de zapatos, como le ocurrió en el momento más complicado de la pandemia por el covid-19.
Fue hace diez años que comenzó a prestar sus servicios como bolero en uno de los sillones instalados en la Plaza de Armas de Torreón, pero a sus 52 años, se recuerda aún de chiquillo cargando su cajoncito con el que se movilizaba por el centro histórico dando grasa al calzado de algunos peatones.
“Soy bolero desde chavo, pero aquí tengo diez años, yo comencé con mi cajoncito de bolear. Estas sillas de bolear están desde hace muchos años, son del papá de mis suegros, van con la edad de la plaza que yo digo que tendrá como unos noventa años. Primero pasaron a manos de mi cuñado y luego se rentaron por 28 años y ahorita las estamos atendiendo yo y mi hijo”.
Don José Armando mantiene la calma, pues aunque la pandemia persiste, considera que la declaratoria de la alerta sanitaria confinó a los habitantes, dejando a los que subsisten de la economía informal en la incertidumbre económica. Poco a poco, los clientes han llegado de nuevo hasta su silla e incluso le dejan el calzado para evitar las aglomeraciones.
“La pandemia empezó muy duro y bajó como un 80 por ciento el trabajo. El ingreso es variable, no hay una cifra exacta en la bolería, nunca uno sabe cuánto se va a llevar a ciencia cierta, aunque aquí estamos todo el día, pero sí bajó un 80 por ciento.
“Cuando me iba en un día muy bueno podía sacar 400 o 300 pesos pero en el inicio de la pandemia hacía hasta cuatro boleadas en todo el día, que son 100 pesos. Para pasar el tiempo muchos negocios ya estaban quebrados. Yo tenía mercancía y no me apuraba por comprar, con lo poquito que boleaba llevaba los frijoles, las tortillas y la leche, lo que alcanzaba nomás para la comida diaria pero mesurada”.
En medio de la crisis, fue su mujer y su hijo los que lo hicieron fuerte. Su esposa es trabajadora dedicada a la limpieza y eso les permitió sobrellevar la situación. Ahora que puede bolear diez o doce pares, don José Armando se siente más tranquilo, apunta.
“Ya está de vuelta el trabajo. Esto ha sido muy duro porque en mi casa ha habido enfermos, fueron mi esposa y mi suegra, salimos por el seguro que se tiene por parte de la patrona de mi señora, ella le echó la mano, y por parte de mi suegra por los cuñados que están fuera de aquí, y mi esposa la atendió. Yo solo tengo dos hijos y por eso también la libré económicamente porque me ponía a pensar en los que tienen cinco chavos y eso es muy difícil”.
EGO