Fallece por covid-19 el Padre Pedro Pantoja, fundador de la Casa del Migrante de Saltillo

Asistió a los migrantes en su espiritualidad, en sus problemas legales, en su defensa ante autoridades, en su atención cuando sufrían accidentes.

Padre Pedro Pantoja, coordinador de la Casa del Migrante en Saltillo.
Esmeralda Sánchez
Saltillo, Coahuila. /

Este 18 de diciembre, la Diócesis de Saltillo informó que a causa de un paro respiratorio, el padre Pedro Pantoja Arreola, fundador de la Casa del Migrante de Saltillo perdió la batalla contra el covid-19, luego de que un día anterior estuviese respondiendo bien al tratamiento.

“Con mucho dolor queremos informarles que esta tarde del viernes 18 de diciembre de 2020, a causa de un paro cardíaco, el Padre Pedro Pantoja ha fallecido. Lamentamos la pérdida de un hombre que entregó su ministerio a la defensa de los derechos humanos de migrantes y refugiados. Sigamos en oración por su alma y por la pronta resignación de sus familiares, amigas, amigos y el personal de la Casa del Migrante”.

El Padre Pedro Pantoja Arreola deja un legado que perdurará por generaciones y personas que preparó a conciencia y plenamente para continuar su labor, enlaces con otras casas migratorias del país de las que tomaba y dejaba conocimientos para seguir estructurando, para seguir construyendo, para seguir defendiendo.

Así era el padre Pantoja

Cuando

llegó a Saltillo para apoyar en la constitución de un albergue para migrantes, empezaba apenas mi vida como reportera, era un hombre muy alto

, de una figura imponente de tan recia y tan cálida a la vez.

Ya era un referente para entonces, venía de apoyar en el trabajo pastoral para las familias de los mineros en Barroterán en el marco de una de las explosiones más terribles de que se tiene memoria en el Estado, a finales de la década de los sesenta; fue el asesor de luchas sociales como la Huelga de Cinsa y Cifunsa, en la que afianzó a algunos de sus principales aliados en la lucha social, como Nelly Herrera.

El Padre Pedro Pantoja Arreola, era oriundo de Durango, según dice la página oficial de la Diócesis de Saltillo que nació en el Ejido San Pedro del Gallo, un hombre de gran alegría pese al sufrimiento que debía observar todos los días en su labor, un sufrimiento que siempre trabajó por disminuir.

Su pasión fue el pueblo pobre y sufriente de Dios, un amor inconmensurable hacia el ser humano, que le hizo ser un hombre de todos, de presencia infinita en sus migrantes, pero también en las ponencias internacionales sobre el tema, donde su experiencia de años le daba ya la voz de la sabiduría sobre lo que había qué hacer… si tan sólo los políticos prestaran oídos a gente como el Padre Pantoja, habría menos política y más resultados para la atención de tragedias como las de la migración.

Esto le hizo acreedor de reconocimientos internacionales como el Premio Internacional de Derechos Humanos Letelier-Moffitt del Institute for Policy Studies en Washington y el Premio por la Igualdad y la No Discriminación 2014, del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), la Presea Alfonso García Robles, de la Universidad Autónoma de México.

Padre Pedro, como le decían todos los que en algún momento tuvimos el privilegio de trabajar junto a él, no perdía tiempo en nada, tenía un vigor que muchos jóvenes quisieran y desde que asumió el encargo de la Casa del Migrante de Saltillo, de Belén, Posada del Migrante, como se le conoció en un inicio, su plan estaba claro y cada paso llevó a lograr más y más, en beneficio de quienes tenían la necesidad de salir de sus países de origen por temor a morir en medio de la inseguridad y la pobreza.

Fue el primero que planteó el uso de los migrantes como carne de cañón del crimen organizado, pero se le tachó primero de exagerar, de ver cosas que sucedían en el sur, y que no podían pasar en Coahuila.

La primera década de los dos mil le dio la razón y con ello la tarea de crear toda una pastoral migratoria que no sólo diera una asistencialismo al migrante sino que le asesorara jurídica y prácticamente en su autocuidado y el de su familia, de sus compañeros de viaje.

Se le acusó entonces de ser alborotador, de propiciar el paso migratorio, pero él siempre tuvo claro que eso no tenía ningún sustento simplemente porque el migrar es un derecho humano, punto.

En la Casa del Migrante de Saltillo, llegó a atenderse en un solo día a cientos de personas, se contabilizaba que más de seis mil pasaban anualmente; la pastoral creció tanto que a últimas fechas se edificó en el lugar un espacio exclusivo para personas refugiadas y un área para los niños.

Asistió a los migrantes en su espiritualidad, en sus problemas legales, en su defensa ante autoridades, en su atención cuando sufrían accidentes de consecuencias terribles y siempre consiguió asistencia humanitaria en hospitales de la región para ellos.

Trabajó desde sus países de origen, de los que procede la expulsión de estas personas en Centro y Sudamérica, en las instancias federales del gobierno mexicano especializadas en el tema, en las internacionales con programas humanitarios desde la Organización de las Naciones Unidas, el trabajo se profesionalizó al cien por ciento, se emitieron estudios integrales, que se presentaron en distintos foros, sus logros no podrían concretarse en una nota periodística.

El jesuita, el hombre de dios, el sacerdote, el luchador social, el asesor espiritual, el extraordinario ser humano que fue para todos, pilar de la Pastoral Migratoria, del Plan Diocesano de Pastoral que ayudó a construir en conjunto con el Obispo Fray Raúl Vera López, el que cambió la historia del paso de los migrantes en Saltillo, para siempre.

EGO

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