En cuestión de horas, la guerra del narco dejó en la miseria y el abandono a los pobladores de las comunidades Bodorreal, San José, México Nuevo y El Pino municipio de Amatenango del Río de la Frontera en la Sierra Fronteriza de Chiapas.
Fue el lunes 22 de julio cuando Francisco, su esposa y sus tres hijos atestiguaron el momento en el que el crimen organizado les arrebató su único patrimonio, su casa; pese a las súplicas, nada pudieron hacer.
“Nunca pensé que la vida iba a ser así, yo tenía esperanza que se llevaran todo y que por lo menos dejaran mi casita, tiene tres días que le tiraron bomba, todo lo miro de la lomita, lo miré mi casa que se cayó, no tenemos nada, como le dije no tenemos ni un centavo para comprar”, relató para MILENIO.
Con la voz entrecortada y el rostro de dolor, el campesino recordó que los disparos comenzaron entre las 10:00 y las 11:00 horas de ese mismo lunes.
En su vivienda también vivía su madre, una mujer de 84 años quien no pudo huir a Guatemala, y por el contrario la tuvo que abandonar en la iglesia del pueblo donde permaneció sola por más de 24 horas hasta que un amigo suyo logró rescatarla.
“Yo saqué a mi mamacita de la casa, pero no la pude traer, me dijo vete con tus hijos, solo la alcancé a dejar en la iglesia, ahí estuvo solita más de un día, hasta que alguien me hizo favor de ir a rescatarla y se la llevaron a Nuevo Amatenango donde ya la estaban esperando para llevarla con otros familiares, pero ahora no sé qué va a pasar”, expuso.
Pero la violencia no quedó hasta ahí, pues más tarde los delincuentes atacaron con drones y explosivos a por lo menos unas 50 casas de la comunidad, debido a que integrantes del grupo contrario se escondieron en esos sitios.
“La única esperanza que tengo es poder bajar y rescatar algo de lo que tengo en mi corralito, es la única esperanza y de ahí ya no me queda nada, toda mi casa se quemó, no me quedó nada”, enfatizó el hombre.
La historia de Miguel no es distinta, pues él junto con otros 20 jóvenes vivieron momentos de angustia cuando les avisaron dos horas antes, que los grupos delincuenciales se dirigían a su comunidad para reclutarlos, sin pensarlo, huyeron casi de inmediato hacia las montañas de la Sierra Madre de Chiapas.
“Ya iban a subir ahí (mi comunidad), ahí iban a reclutar jóvenes, nos iban a llevar, cuando subieron ellos ya no estábamos ahí, ya nos habíamos ido a esconder en la cañada (…) Dos horas antes, que iban a subir y ya no nos encontraron (…) Nos dijeron que estaban reclutando gente y que iban a llevar gente (…) Por eso salimos unos 20 creo”, explicó con una mirada de tristeza.
Por momentos el joven lanzaba una sonrisa nerviosa mientras conversaba, pues aseguró que recordar la violencia que han vivido en los últimos 20 días, le causa temor debido a que los estruendos que provocaron las armas de alto calibre resonaban en toda la montaña donde se refugiaron.
Actualmente Miguel se encuentra reunido con su familia en uno de los 13 refugios temporales que el gobierno de Guatemala instaló en las aldeas cercanas a la línea fronteriza, donde cada tarde se asoma a ver las montañas, donde a lo lejos se observa su comunidad silenciosa pero habitada por el crimen organizado.
MO