Dolores y Consuelo: Testimonios de una nueva vida gracias la donación de órganos

Ambas receptoras coinciden en que nunca perdieron la fe y es por ello que envían un mensaje a la sociedad para sensibilizarse y dejar atrás los tabúes.

Ambas receptoras coinciden en que nunca perdieron la fe. (Cortesía)
Jessica Rosales
Saltillo, Coahuila. /

Un día estuvieron en la tierra, pero partieron. Antes, dejaron un legado para quienes los conocieron y un regalo, para quienes estaban a punto de perder la fe, una nueva oportunidad de vida.

Así lo describen Dolores y Consuelo, dos mujeres que hoy dan su testimonio de vida, al ser receptoras, cada una, de un hígado y que sin pensarlo en ese momento hoy atestiguan que el acto de generosidad de un extraño que les trajo a ambas una luz a su vida y a la de sus familias.

Consuelo Morales Ortega es originaria de Tampico, Tamaulipas, a sus 32 años fue diagnosticada con cirrosis biliar autoinmune, su cabello comenzó a volverse crispo y le salieron manchas en la piel. 

Su mayor miedo es que en ese momento se encontraba embarazada de su segunda hija por lo cual no fue posible realizarle ningún estudio hasta después el parto.

A partir de ello, su vida se desconectó del mundo cotidiano, de ser agente de ventas fue despedida por considerar que ya no era funcional, porque estaba contaminada hasta dañar su cerebro, fue entonces que comenzó en la búsqueda de opciones para salvar su vida, aunque una de sus prioridades era criar a sus dos hijas.

En un país en donde hace 18 años no se hablaba de trasplantes, Consuelo llegó por comentarios de una amiga al Hospital Universitario de Monterrey, en donde ingresó a una lista de espera.

Fueron tres años lo que tuvo que vivir bajo tratamientos tratando de aguantar el aliento para no perder la vida antes de la donación. 

El primero de junio, justo el día de su cumpleaños, le llegó un telegrama en el que le informaban que se había hecho el depósito correspondiente para el procedimiento quirúrgico y era hora de recibir el trasplante.

Fue el 17 de agosto de 2001 cuando ingresó al quirófano y recibió un trasplante de hígado, sin saber que años más tarde esa misma donación traería otra vida. 

A los cuatro años de la cirugía, Consuelo se enteró de que nuevamente estaba embarazada, un caso extraño en condiciones como la suya, por lo que llamó a la pequeña Linda Michel en honor a sus doctores.

“Estoy muy agradecida con el donante y su familia. Todos los días al levantarnos agradecemos que estamos vivos, antes de un trasplante vemos la vida de forma distinta y hoy valoramos todo nuestro ser”, comenta.

Para María Dolores Cabello, originaria de Saltillo, Coahuila, la vida cambió el 22 de enero de 2008, cuando con la donación de un hígado recibió una nueva oportunidad de vida. Su órgano estaba dañado a causa de una hepatitis que le causó una cirrosis.

“No tenía síntomas, lo único que me pasaba es que se inflamaban los tobillos y al acudir al médico el hematólogo me dice que mis plaquetas están muy bajas, y la primera vez que me revisaron me dijeron que tenía leucemia, pero acudí a una segunda opinión donde me diagnosticaron el problema hepático”, relata.

Lolis como le llaman sus amigos y familiares, ingresó también hasta el último sitio de una lista espera, pero milagrosamente y a causa de la gravedad de su condición médica, a los 10 días le llamaron para informarle que era candidata inmediata a recibir el órgano.

Fue el testimonio de Consuelo lo que le permitió a Dolores confiar en la oportunidad de vivir en mejores condiciones y con calidad de vida. 

Dejó su profesión de Arquitecto por su salud, pero hoy se gana la vida a través de la bisutería.

“Gracias a una persona que hace 11 años 8 meses dijo sí a la donación, tengo ahorita calidad de vida. Tenemos una segunda oportunidad quienes recibimos un órgano gracias al amor incondicional de una persona”, señala.

Aún sin conocer su identidad, en agradecimiento, cada año, Dolores le ofrece una misa a su donador o donadora al manifestar que, “en la tierra son donadores y en el cielo son ángeles que nos regalaron vida y que nos dejan parte de su ser”, expresa.

Ambas receptoras coinciden en que nunca perdieron la fe y es por ello que envían un mensaje a la sociedad para sensibilizarse y dejar atrás los tabúes para poder salvar otras vidas, porque en algún momento, ese paciente podría ser usted.

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