Bar Congreso, la nostalgia de volver al pasado… aunque sea con cubrebocas

La experiencia de entrar a una cantina tradicional de Lerdo ahora es diferente, debido a las medidas sanitas que hay que seguir por el covid-19.

Bar Congreso en Lerdo. (Lilia Ovalle)
Editorial Milenio
Lerdo, Durango /

Es sábado y las puertas del ‘Congreso’ están abiertas. Como en una secuencia de western, se empuja la puerta y se abre la cantina. Juan Gabriel, dice el encargado, ha sido "secuestrado" cariñosamente por sus hijos. La pandemia acecha aún en las calles y el trabajo que Juanito Garza Gómez hace en la barra desde hace más de cuatro décadas, puede esperar.

El olor del sotol y a las caguamas aletargan en esta cantina que abrió hace más de un siglo a un costado de la alcaldía, quedando anclada en el corazón de los laguneros que llegan a beber cervezas y a recordar historias del pasado, como cuando eran libres y no lo sabían, o como cuando eran delgados y tampoco se tenía eso en mente hasta que llegó el covid-19 y confinó a la gente en sus casas, y por ansiedad, comieron y engordaron, y hoy que salen a beber intentando recuperar su normalidad, lo hacen con mordaza o cubrebocas.

Las normas sanitarias son respetadas en este espacio social. En las paredes se han colocado mensajes claros para no saludar de mano, beso o abrazo, en tanto que para entrar o salir se deben limpiar las suelas del calzado en tapetes apropiados para evitar la propagación del virus.

Bajan las ventas

Manuel Escobedo es ahora el encargado. También es el hijo del dueño del bar y refiere que sí hay una baja en cuanto a los clientes, aunque se hace de todo para mantener el lugar que sin duda es un pedacito de historia de la Ciudad Jardín.

“Hay quienes le temen al contagio y se resisten a salir a los negocios, pero aquí estamos y seguimos, es un lugar muy querido y nosotros estamos aquí, como se pueda. Resistiendo, aguantando sobre todo. Este negocio tiene décadas, lo empezó un señor y mi abuelito se lo compró, Jorge Alonso Escobedo, yo tengo muy poco aquí”.

A este chico no le tocó la crisis de inseguridad, esa la debió sortear su papá, pero ni el dengue ni el covid-19, los ha hecho pensar en cerrar. En las paredes se sigue exhibiendo una gran historia numismática junto a un dibujo heroico de Francisco Sarabia, aún considerado un héroe de la aeronáutica nacional, todo un hombre de Durango no para el mundo pero sí para la historia local.

Manuel apunta que la recuperación económica va lenta, que las medidas sanitarias no se relajan. Que se apapacha a los clientes con buen trato, mucha limpieza y la botana los fines de semana. Todo pensando que los insumos se incrementan y ellos deben hacer prevalecer el negocio.

“Va todo lento pero tenemos que seguir adelante. El atractivo es la tradición de llegar aquí y juntarte con los amigos para echarte una cerveza y platicar. Vendemos sotol de Cuencamé, fue mi papá el que empezó con el sotol, lo tenemos a un precio accesible, a diez pesos la copita. No podemos vender para llevar porque no tenemos licencia, pero se lo pueden tomar en una mesa mientras platican”.

La historia del lugar abarca a personajes ilustres como Catarino Navarro Urías, el primer jefe político en la Villa de Lerdo de Tejada, quien construyó el primer piso de la alcaldía, la plaza de armas y el kiosco, además de la Plazuela Juárez y el Parque Victoria, o el general Donato Guerra Fierro, quien se enlistó para seguir al presidente Benito Juárez en su paso por el rancho de San Fernando.

En el muro no falta el capitán Meliquiades Campos Esquivel, quien fue director de bandas musicales del Estado Mayor del Ejército Nacional, junto al general J. Agustín Castro, un revolucionario lerdense que el 20 de noviembre de 1910 encabezó el levantamiento armado y la primera batalla de la guerra de revolución al norte de Lerdo.

Ahora, por encima de algunos de estos personajes de la historia se coloca el cartel que advierte: “¡Por favor! Usa el cubrebocas el mayor tiempo posible al interior de este establecimiento”.

Los clientes en obediencia a la norma sanitaria saludan con la voz, se sientan en la barra o en una mesa aislada y piden su cerveza. Algunos fuman un poco y se colocan el cubreboca, y lo mismo hacen al beber.

“Tratamos de mantener los precios pero como algunas cosas sí subieron tuvimos que ajustarnos, por ejemplo le tuvimos que subir a la cerveza, que aquí te cuesta 23 pesos la media, la botana se da sólo los sábados y domingos. Abrimos de doce del mediodía y hasta las diez de la noche todos los días. Aquí vienen de todos lados, mujeres también. Aquí hay pura gente respetuosa”, apunta el administrador.

AARP

LAS MÁS VISTAS