Sobre el empedrado de la plaza principal, el niño Fidencio avanza montando a caballo mientras que en el patio de una vivienda se ve a un grupo de hombres platicar alrededor de unas caguamas, intentando olvidar o cuando menos paliar el calor que durante la semana alcanzó los 45 grados.
Arnulfo López Castruita se sentó debajo de un árbol a escuchar a don Mario Zúñiga, quien lideraba la conversación. En realidad son amigos pero casi todos tienen una conexión familiar. Así don Mario bebe junto a sus sobrinos y un sobrino nieto, porque en el ejido 'Mala Noche' los hombres amanecen a una realidad atroz y dejan de ser niños a los trece para dedicarse a menear un caldo de ácido sulfúrico con agua hirviendo de donde extraen la candelilla.
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Esa pesadilla la viven por igual las mujeres y quizá el único consuelo podría ser el amor, pero de tan precoz, éste se muere pronto entre llantos de niños, el hambre haciendo ruido en las barrigas y un calor sofocante que termina matando cualquier proyecto que se emprenda.
Esto lo constatan don Mario y Germán Zúñiga, así como Juan quien es un chico de quince años que ya produce la cera junto a su papá, Alfredo Zúñiga.
Sin poder ubicar al comisariado ejidal, ellos confirman que se llama Rodrigo. También, que nunca está en el pueblo porque se la pasa en sitios más amables. Este fin de semana lo pasó en Cuatro Ciénegas huyendo de la ola de calor, y por eso a los hombres que se quedan en 'Mala Noche', les toca llamar al alcalde de San Pedro de las Colonias, David Ruiz Mejía, para pedirle que ayude a reparar la bomba de la noria.
Ellos son quienes refieren que es la producción de la candelilla el mayor ingreso, seguida por la producción de carbón de mezquite y la manutención de algunos animales de corral.
Porque de los campos de cultivo, dijeron que se usan de manera precaria, quizá una o dos hectáreas por familia para tener maíz y frijol de autoconsumo. Las demás hectáreas han lucido improductivas durante décadas.
“Todos trabajamos la candelilla, casi la mayoría, y si no, pos el carbón. Vienen hasta aquí a comprarla. Cada quien trabaja por su cuenta, no hay cooperativas. De ahí se saca para la gasolina y el mandado. La gasolina, por aquí hay donde la venden y la dan muy cara porque para ir a traerla al pueblo, ¿cuánto nos sale? Entonces el que va al pueblo trae 50 o 60 litros y aquí la da a 30 pesos el litro”, explicó Alfredo.
Con 35 familias primordialmente vinculadas, el pueblo luce abandonado. Porque casas hay y muchas, pero la mayoría deshabitadas. Quienes tienen dinero se van a la cabecera municipal o a otras ciudades o ejidos más amables. Y el que no tiene se aferra a vivir en un sitio abandonado.
“Yo me voy a ganar en eso de la candelilla 2 mil pesos, pero de ahí hay que pagar la gasolina, me quedan mil 500 y tengo que dejar para surtir otra vez la gasolina y pa’l mandado… nos quedarán unos mil pesos. Yo tengo aquí toda mi vida, desde que me echó al mundo mi jefa y mi jefe, tengo 76 años. Ellos ya se fueron y aquí me dejaron. Mis hijos se fueron de aquí por lo mismo, los tengo en Nuevo Laredo, tengo cuatro hijos grandes y todos se fueron, y hasta mi señora ya fue a dar a la tierra del panteón, ya nomás quedo yo solito, yo ya nomás estoy esperando el fregazo”, precisó don Mario en medio de risas.
Tienen agua pero no pueden sembrar
Alfredo sabe que el no terminar la preparatoria equivale a una trampa mortal porque esa ruta tiene la nomenclatura que guía a la cocina de la candelilla. Además, dijo, el gobierno los mantiene abandonados en un ejido que tiene 53 mil hectáreas y con agua, pero sin posibilidad de sembrar.
“El gobierno nos tiene abandonados porque cuando se acaba el agua en los ejidos del alrededor, vienen y nos hacen que les demos el agua a otros aunque las norias son del ejido, no son de ellos. ¿Por qué no nos ayudan a sembrar en el ejido si tenemos agua, por qué no hacen eso? Aquí mucha gente ya se acabó en la candelilla y seguimos en lo mismo y el agua ahí está. No tenemos ni un programa. Podríamos rentar el agua pero nos la quitan porque dicen que es para uso doméstico en otros ejidos”.
Como en todas las historias laguneras se cuenta que en el rancho hay cuatro ganaderos que, montados en la sierra, día y noche, extraen el agua para dársela a sus animales. Esa fue la causa por la que la bomba se agotó, como todo en el rancho.
Ejido con 54 campesinos
Mala Noche es un ejido atípico en La Laguna. Con 53 mil hectáreas en manos de 54 campesinos, si los propietarios han vendido lo hicieron a la misma gente del rancho. De tan lejano, aún hoy, no ha llegado la ambición empresarial para fraccionarlo todo.
El proceso de descampesinización no los ha trastocado. El ejido se mantiene y la tierra, está completa.
Quienes nacen en Mala Noche "están condenados"
Sin que puedan continuar los estudios de bachillerato, a los jóvenes les es negada una vida menos dura que la de sus viejos en Mala Noche. Así se continúa una producción rudimentaria en donde los hombres y mujeres se resignan a vivir en medio del calor y el fuego, y también a perder con ello la mirada entre los vapores del ácido. Después irán las fuerzas a cambio de dolores encajados en la espalda.
De Torreón hasta el ejido suman más de 200 kilómetros, los últimos casi a vuelta de rueda por una rúa de piedras a un solo carril con desniveles que obligan a ir en automóvil a la misma velocidad que un peatón.
En ese paraje desértico es casi imposible que uno repare que se encuentra en lo que llaman La Laguna de Mayrán. Mala Noche, junto con Rincón de García Chacón, son las comunidades más alejadas de la cabecera municipal.
Dionisio comienza su jornada laboral a las 4:00 de la mañana
Dionisio Castruita, tiene 29 años de edad pero desde hace doce años trabaja en la extracción de la candelilla. Con tres niños, una adolescente de trece y dos niños de 6 y 5 años respectivamente, él debe continuar en el trabajo que realizaba su padre.
“En veces cuando me trae mi esposa de comer, me ayuda un rato. Toda la vida he vivido en Mala Noche, mi casa está a quinientos metros de acá. Yo produzco en la semana como 25 kilos; ahorita acaba de subir a 100 pesos el kilo. Para agarrar menos sol empiezo a la cuatro de la mañana y como a las dos o tres de la tarde termino”, comentó Dionisio.
Los maestros de escuelas se van o renuncian
Su esposa es la maestra de primaria, y una prima de su esposa es la maestra de la secundaria. Hay una chica más del pueblo que atiende el plantel del preescolar. Fueron contratadas por el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) porque los maestros asignados, o emigraban a otra plaza o la renunciaron.
“En la escuela hay unos diez niños, entre primero, segundo y tercero, es un grupo mixto de Conafe. Del kínder hay una prima que da las clases y de secundaria, otra prima. Es que como está muy lejos no aguantan los maestros que vienen y por eso la Conafe les dio la oportunidad”.
Amores que matan
María de Jesús López tiene 52 años y de éstos, 28 los ha vivido en Mala Noche. Para surtir su despensa espera una camioneta que lleva frutas y productos al pueblo. El agua y la luz, así como el teléfono, se tienen en las casas. Algunos pobladores incluso tienen internet, pero batallan para pagarlo.
“Aquí habrá como veinte niños y cuando llegan a la preparatoria se tienen que mover a otros ranchos, aquí a Talía o Tanque de León, o si tienen familiares se van a Parras o San Pedro. Pero otros no”.
“Yo tengo dos muchachos que no pudieron estudiar la prepa. Tengo uno que ahorita debe entrar a la prepa pero no quiere andar solo. Le digo que se vaya en la moto a Talía pero él no sabe andar solo, tiene miedo y pos no va a estudiar. Él se va a dedicar a la candelilla. Va a terminar la secundaria y se va a poner a trabajar”.
Doña Mary tiene otro chico, éste de 17 años, y ya le dijo que se quiere casar con una niña de dieciséis. Si en el pasado se burlaban de las parejas que tenían muchos hijos diciendo que no tenían televisión, en Mala Noche es lo único que tienen y la ven por Sky.
Ningún forastero debería burlarse de ver esos platitos en las casas de adobe porque para esa población ni cine, ni teatro, ni estadio, ni galerías, ni escuelas.
aarp