Desde hace 13 años, Filiberta Nevado se ha enfrentado a los talamontes de Zacacuautla, en Acoxochitlán, Hidalgo. Por su defensa del agua y los bosques, le han levantado 15 averiguaciones, ha estado presa injustamente y ha recibido amenazas en varias ocasiones, pero nunca habían sido tan directas como ocurrió a finales de octubre, cuando dos hombres que también habitan en su comunidad la amenazaron con ahorcarla, quemarla, matarla y rematarla si ellos eran detenidos, luego de acusarla de haberlos denunciado ante la Fiscalía.
“Yo no fui, pero ellos supusieron. El comité de la comunidad los arropa porque dice ya hablamos con ella, que no haga nada en contra de los taladores. Uno dijo ‘si algo le pasa a mi familia o a mí por esta denuncia, pues yo vengo y la mato’. El otro dijo ‘yo lo que quiero es que la colguemos o que la queremos, que la corramos de la comunidad o bueno, si ustedes no quieren yo vengo y la mato’.
“Esto lo dijeron en el comité, que son 36 personas, y posteriormente uno de ellos me citó en la delegación y ahí me reclamó el haberlo denunciado y mi volvió a repetir ‘si a mi familia o alguien nos pasa algo por esta denuncia yo vengo, la mato y la remato’”, lamentó la defensora en entrevista con MILENIO, quien identifica a Crisóforo Mejía y Simón Vargas Moreno como sus agresores.
Doña Fili, como también la conocen, relató que su defensa y protección de los bosques y agua de Zacacuautla inició en 2007, cuando con otras mujeres fue a recoger leña al monte, y se percataron de que personas de la misma comunidad estaban talando de manera ilegal. De inmediato se alarmaron, ya que allí se encuentra un manantial que provee de agua potable a la comunidad de dos mil habitantes.
En la zona también recolectan hongos, plantas y la leña que requieren. El predio está compuesto por 55 hectáreas y pertenece a personas que no viven en el pueblo, pero que les permiten aprovechar los recursos naturales.
“Fuimos a traer leña y nos encontramos con que estaban talando de manera bestial, el monte queda como a un kilómetro del centro de la comunidad y por ese rumbo casi no hay casas, muy poca gente vive por ahí, de manera que nadie se había dado cuenta.
“Estaban talando sin dejar ni un arbolito, ni las hierbas, nada totalmente. Nos armamos de valor y vinimos a dar la voz de alarma a la comunidad, nos empezamos a organizar y empezamos a subir y a bajar al monte, luego esas personas que estaban talando se adueñaron de él con una escritura falsa”, relató Nevado Templos.
Asegura que, con los papeles falsos, los talamontes obtuvieron dos permisos de aprovechamiento forestal ante la Semarnat, ante tal robo y junto con su grupo Kuautlalli decidieron emprender la defensa del bosque, ubicado en Zacacuautla, en la Sierra Otomí-Tepehua, colindante con Puebla.
“Aquí sabemos que sin monte no haya agua, y sin agua no hay vida, no estábamos de acuerdo primero con esa tala mortal, porque no son los dueños ¿cómo permitirlo? Ver que de manera impune se roban un terreno y lo talan.
“Se hicieron dueños y nos metieron a la cárcel, son los que nos iniciaron tantas averiguaciones, todas con delitos inventados que posteriormente se fueron aclarando, pero mientras tanto tuvimos que pagar fianzas. Hasta que, en 2013, después de demostrar múltiples irregularidades en los aprovechamientos, se los canceló la Profepa”, relató
Los aprovechamientos forestales tenían una vigencia de 2007 a 2017, tras cancelarlos en 2013, nuevamente comenzaron a talar de manera clandestina, por lo que el grupo de Filiberta Nevado siguió denunciando.
“Siempre estuvimos denunciando y ninguna autoridad atendió, nadie vino, a nadie le importa el medio ambiente, a ninguna autoridad, de manera que se fueron confiando y cada vez talaron más y más hasta que el año pasado tuvimos una sequía terrible. Tuvimos la mitad de cosecha de maíz de lo que siempre hay, los pozos bajaron de nivel, los manantiales se secaron, la presa bajo de nivel como nunca y estaba terrible la situación”, recordó.
Hasta ese momento, comenta, la comunidad entera entendió la importancia de defender el bosque, por lo que se hizo una asamblea donde se tomó la acuerdo de “defender lo poco que quedaba entre todos y limpiar y reforestar lo que habían dañado”.
También se formó un comité para organizar esos trabajos entre todos, pero posteriormente le pidieron que ya no se enfrentara a los taladores, con el fin de unir de nuevo a la comunidad.
“El nuevo comité me dijo ‘ya no digas nada, lo que pasó atrás quedó, ya no hay que atacar a los taladores, los invitamos a que nos ayuden a limpiar y reforestar y vamos a unir al pueblo’. Les dije que me dolía por la impunidad, pero si era el precio para que toda la comunidad se interesará en la defensa yo lo acataba. Así quedamos, y luego llegan estos taladores a culparme de que yo les abrí una carpeta de investigación, que yo les hice una denuncia en la fiscalía”, lamentó.
Nevado señala que fue amenazada de muerte y luego la intimidaron al disparar frente a su casa, “así están las cosas y no hay autoridad que haga caso”. Asegura que desde 2016 se incrementó la tala, y semana tras semana se presentan denuncias, sin que la Profepa ni la Semarnt hayan atendido alguna de ellas, recientemente argumentando que por falta de presupuesto no pueden ir a recorrer la zona.
A lo largo de estos años, las mujeres del grupo han tenido que defender los árboles con sus propios cuerpos.
“Nos abrazamos a los árboles y ellos nos amenazaban con meter la motosierra. Una vez nos dijeron ‘quítense pinches viejas o les cortamos las patas’, nos metió la motosierra en medio de las piernas, no nos movimos y entonces la sacó funcionando”, comentó.
Filiberta Nevado exige a las autoridades frenar la tala clandestina en su comunidad y que no haya más impunidad.
lp