La vida los ha juntado en Torreón, ciudad ubicada al suroeste del fronterizo estado de Coahuila, Luigui Suárez, Anthony Olivera y Michael Ochoa, toman la sombra bajo una barda de la calle Décimo Octava, en la colonia Santiago Ramírez; descendieron de los vagones de carga quedando varados en la ciudad desde la madrugada.
Han recorrido cientos o miles de kilómetros, dejando a su familia, con la idea de cruzar a Estados Unidos y la esperanza de que se les de asilo para vivir el “sueño americano”, con aparente seguridad que les da su registro en la plataforma CBP One y que la Ley de Inmigración y Nacionalidad exige que todas las personas que llegan a los puertos de acceso a Estados Unidos, sean procesadas por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (Customs and Border Protection, CBP).
¿Están conscientes de los riesgos que implica esta travesía?
“Cuando se vive lo que hemos vivido en nuestro país, no sabemos de riesgos; todo vale la pena por alcanzar el sueño”.
La vida les ha mostrado diferentes caras, mezclando alegrías, tristezas, nostalgia y enojo. Algunos casos de discriminación que vivieron en Torreón, queda en el pasado cuando llega una familia, el operador del camión repartidor, el vecino que les regala el guiso o las gorditas, el botellón de agua, el refresco. Han dejado atrás a sus familias, con la esperanza de poder ver de frente la posibilidad de ganar dinero para enviarlo a los suyos, sus padres, hermanos, madres, hijos, abuelos.
Según explica Luigui, originario de la zona industrial de Valencia, en este programa entran países como Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haití, está este programa humanitario, dicen que sólo se activa llegando a Ciudad de México. Conforme se acercan territorialmente a Estados Unidos, se les dan otras instrucciones, que les llegan por correo.
¿Por qué salir de Venezuela?
“Nosotros salimos porque la paga es muy mala. Si tienes un negocio, restaurante, una tienda, te irá bien y producirás plata. Pero si tienes un trabajo o eres empleado, no saldrás adelante nunca. Por eso salimos, porque la mayoría depende de un sueldo que no alcanza para la semana”, dijo Michael.
“Todo es importado, allá no se produce nada y todo se compra en dólares no en bolívares; Sí encuentras de todo, pero todo muy caro”, lamentó Anthony, quien salió de la península de Falcón, desde donde apreciaba las islas de Curazao y Aruba.
En tanto, Michael refirió: “Si eres un turista que llega de México a Venezuela, la vas a pasar muy bien”, comentó quien también salió de la zona de Valencia.
Los tres coincidieron en lamentar que se hubieran quedado en Venezuela, pero sin la esperanza de poderse comprar una casa, con bajos sueldos. Uno tiene sueños para salir adelante, donde digan que hay “plata” por trabajo, aunque esto implique un riesgo con tal de que les den asilo en Estados Unidos.
aarp