Pese al temor a represalias, familiares de internos del Centro de Reinserción Social (Cereso) de San Miguel, en la ciudad de Puebla, afirman que en el espacio opera la corrupción, en la cual están involucrados diversos actores.
Si bien el trámite para ingresar al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Puebla es gratuito y se necesitan documentos como credencial del INE y otros, los visitantes señalaron que antes de cruzar la puerta principal, su acceso ya conlleva varios costos.
En las afueras del centro penitenciario, los visitantes, en su mayoría mujeres, deben formarse en una larga fila no sin antes acudir a una de las casetas ubicadas frente al inmueble, donde además de comercializar productos de comida y canasta básica, los locatarios cobran de entre 10 y 20 pesos por persona para guardar maletas, ropa y accesorios que no son permitidos al interior del penal.
“Celulares, bolsos de mano, joyería, cosméticos, aparatos electrónicos, memorias, chips de celular. Si llevan refrescos no pueden ser de vidrio o lata, nada que pueda causar lesiones y evidentemente armas y otro tipo de cosas ilegales. También tienes que entrar vestida de colores neutros, ni muy claros, ni oscuros, nada de botas o zapatos de trabajo, entre menos es mejor para los filtros o te tocan de más”, relató Rosa “N”.
Por otra parte, muchos alimentos son permitidos para ingresar, sin embargo, las visitas frecuentes saben que muchos de los artículos que ingresan no llegan en el mejor estado a su destino: “Te revisan la comida, con qué va preparada, antes hasta la mano sucia metían pero con la pandemia ya son más cuidadosos. Aquí todo se manosea, hasta a uno, con que sepa bien cuando llega con los familiares es más que suficiente”, comentaron otras mujeres.
Castigos y ataques de custodios
Los “costos” por permitir que se pasen cierto tipo de artículos como encendedores, cigarros, bebidas alcohólicas o insumos de uso personal, varían según lo que acuerden los familiares de los presos. Desde los diez hasta 300 pesos por ingresar objetos de más necesidad o comodidad son parte de las cuotas que, presuntamente, los mismos custodios cobran.
Ante la duda del panorama interno, las familiares de presos refirieron que entre los propios reos, la convivencia llega a ser normal, como “cualquier sociedad”, grupos con mayor o menor poder: “En el caso de mi esposo y dos hijos, ya llevan 10 años dentro de aquí y las únicas veces que los han golpeado o les han robado sus cositas han sido los policías. Una vez, a uno de sus compañeros le pegaron muy feo y lo castigaron un mes porque quiso defender a mi esposo, que ya también es abuelito”, compartió una adulta mayor que guardaba sus pertenencias en una de las casetas locales.
Por parte de ex internos, se presume que también hay cuotas por una almohada, cobijas, acceso a duchas, sombras para protegerse del sol en el patio, llamadas telefónicas por celulares rentados, incluso, servicios sexuales con internas, mismos que van desde los 50 hasta los 200 pesos.
“Pues de eso a nosotras quizás no nos comentan porque nos vamos a enojar. La mayoría somos novias o esposas, pero debe ser cierto. Lo del bebé que encontraron no es nuevo, de por sí cobran para que recién nacidos conozcan a sus papás. Muchos de los que viven aquí pues se vuelven papás aun adentro; para que los conozcan cobran entre 500 y mil pesos, según de quién te encuentres”, relató la pareja de uno de los internos acusado por homicidio.
Si bien al interior del penal se viven más historias donde la corrupción está presente, familiares y comunidad cercana aceptan tener miedo a las represalias que habría por “hablar de más”, pues saben que no corren peligro, sino los internos. Por último, aseguraron que en los alrededores del penal hay “orejas”, es decir, personas encargadas de comunicar a los jefes lo que se dice de la prisión por parte de los familiares y vecinos.
CHM