Carlos Flores Arriaga fue lechero, trabajó como albañil, hoy está ciego y en silla de ruedas, no recuerda su edad, solo que nació por los años cuarenta o cincuenta. Cree que sus cinco hijos ignoran dónde se encuentra, que perdió sus números telefónicos y por eso no lo han buscado desde hace varios años en que llegó al albergue para varones de Hogares por el amor de Dios.
Cuenta que fue despojado de su casa en la colonia Amapolas de Veracruz, donde también la hicieron “una maldad” para que perdiera la vista. Su historia parece replicarse con todos y cada uno de los hombres y mujeres que no tienen un techo para vivir en Veracruz y que han encontrado en instituciones como ésta el lugar para pasar lo que les resta de vida.
Con más de 8 millones de habitantes, donde el 72 por ciento de la población veracruzana es pobre, y de la cual 14 por ciento vive en pobreza extrema, las necesidades son cada día mayores. De acuerdo al Coneval el 15 por ciento de la población de Veracruz carece de calidad de espacios y vivienda.
La labor que realizan organizaciones como la que dirige la doctora Yolanda Serrano Martínez es fundamental. Las ocho casas de asistencia donde, además de proporcionar alimentos, dan techo a hombres y mujeres, y educan a casi 150 menores en preescolar y primaria, una labor titánica.
Los programas sociales existentes no contemplan a este sector poblacional, por lo que la doctora Yolanda Serrano Martínez, quien fue directiva del Centro Médico Nacional del IMSS en Veracruz, cambió su vida en los hospitales por la ayuda a los más necesitados.
Desde 1989 se hace cargo de las labores de asistencia a personas sin hogar, marginados, hombres, mujeres y niños en Veracruz. No es monja o religiosa, pero es la fe en Dios la que la llevó a realizar el trabajo que los gobiernos no hacen.
Arturo Toledo, de 45 años es originario de Chiapas, se dedica a la construcción y hace una semana llegó al albergue ubicado en la colonia Villa Rica de Boca del Río.
Sufrió un accidente que le dañó costillas y pulmón; no tiene hogar ni forma de trabajar, pero la doctora Serrano lo auxilió para que esté en el albergue el tiempo que sea necesario. Reconoce que el gobierno debería ser quien dispusiera de espacios para personas que como él, de la noche a la mañana se quedan sin poder trabajar, ni donde vivir.
No tiene la edad para recibir una pensión, pero tampoco está físicamente en condiciones para salir a ganarse el pan.
La "universidad del pobre"
Hogares por el Amor de Dios proyectó desde hace casi una década la creación de la Universidad de los Pobres. Una institución educativa para quienes no cuentan con recursos económicos para estudiar.
Recibieron la donación de un terreno, pero en plan se ha quedado en pausa. La pandemia del coronavirus frenó muchas cosas, incluso la obtención de donativos con los que sobreviven.
Mujeres que apoyan el trabajo en el lugar seleccionan juguetes y ropa que les donaron. Los juguetes van para la escuela y comedor ubicados en la colonia La Pochota del Puerto de Veracruz.
Julio de 57 años sufrió una trombosis que lo mantiene en silla de ruedas; apenas puede hablar, y desde hace cuatro años salió del hospital general de alta especialidad de Veracruz, donde lo atendieron, hacia el albergue de varones.
Como él, la mayoría de los albergados llegan de instituciones de salud o de albergues temporales de gobierno. El trabajo que debiera ser realizado por esas dependencias o instituciones gubernamentales, lo llevan a cabo personas altruistas y organizaciones sin fines de lucro.
Julio no tiene hijos propios, pero crio a dos niñas con su pareja. Las pequeñas crecieron y ya enfermo, su pareja le dio la espalda. Muchos de los albergados sufren de lagunas mentales, demencia senil o enfermedades diversas que les impiden valerse por sí solos.
No reúnen los requisitos exigidos en el único asilo de ancianos que opera el DIF Municipal de Veracruz, o los asilos privados: caminar, estar lúcidos y lo más sanos posible.
dmr